Entre voces de ultratumba, rumores y una profunda decepción llegaba el Betis, o lo enviaban, más bien, (porque si juzgábamos lo acontecido el martes, todos los malos augurios hacían presagiar un partido, cuando menos, como el del Éibar) a jugar contra el Villarreal. Sin embargo, el club verdiblanco no sólo salió airoso del envite, sino que tuvo momentos que hicieron consolidar en el sentir de la afición que este equipo ni es el desastre colectivo visto en el aciago derbi de vuelta ni merece estar 5 puntos por encima de los puestos de descenso a estas alturas.

Merino hizo su papel, en una entidad carente de capacidad de toma de decisiones, cuando el temporal azuzaba a los blanquiverdes náufragos: no convocó a Ceballos, sentó a Joaquín, Portillo y Molina… y ¡el equipo mostró otra cara!

Enfrentarse al Villarreal siempre implica importantes dificultades: es un plantel que muestra diversos registros de juego, tiene una plantilla amplia y ostenta una impecable organización, pero el Betis no se asustó; decidió optar por una actitud de púgil boxeador y no volver a ser el mero fajador que acaba por caerse desplomado en la lona tras pocos minutos de juego y un tempranero gol.

En el Madrigal volvimos a ser testigos del nivel al que está actualmente Alfred N´Diaye, evidenciando así la gran dependencia del equipo con el dorsal 18. El senegalés mostró un gran repertorio de ayudas a la defensa para sacar el balón, y sus conducciones (lo más opuestas posibles a la finura y a la habilidad sutil de llevarla solapada a la bota) resultaban paradójicamente lo más eficiente de la escuadra bética. Cuando arrancaba el centrocampista era infalible en el cuerpeo, y sus pases seguros lograban romper alguna línea de presión o desahogar el juego incidiendo por el otro costado.

Oí durante el partido al comentarista exclamar que “lo bueno del Betis es la capacidad que estaba teniendo durante el partido para activarse”. Coincido con él y suscribo sus palabras; en un partido intenso, el Betis supo, durante muchas facetas, recibir empujes del conjunto de Marcelino y salir rápido con dos-tres pases que lograban romper el orden del Villarreal. Falto de mordiente e ingenio en la mediapunta y en la delantera, el Betis supo prodigarse con vigor y el balón controlado (aunque con largas posesiones con cuestionable intencionalidad). Y, sobre todo, no se salió del partido en ningún momento (quizá el prematuro impacto al poste de un balón golpeado por Soldado tuviese su parte de culpa). Otra de las claves es ésa, una plantilla como el que posee el Betis no puede permitirse ni un solo despiste, de lo contrario sería vender muy barata la victoria al oponente. Merino cambió el equipo desde el inicio, y consiguió empaque y garra.

Asimismo, el conjunto de Heliópolis supo desarticular a los castellonenses, que no estuvieron demasiado afinados a la hora de jugar sus cartas. Ataques planos con una formación 4-4-2 demasiado previsible. Trigueros consiguió filtrar muchísimos balones entre la medular bética, pero la delantera Backambu-Soldado no obtenía ayudas exteriores para poder madurar una jugada ofensiva con alicientes. La unión de líneas defensa-centro del campo produjo que el Villarreal no contase con posibilidades de jugar en tres cuartos de campo. La idea de Marcelino era jugar con un 4-4-2 que pudiese pasar fácilmente, en muchos tramos, a un 4-3-3, donde Dos Santos pasase a la sala de máquinas y Denis Suárez, Soldado y Backambu retrasasen su posición unos metros para asociarse y buscar pases por dentro a los desmarques de cualquiera de los mencionados. El resultado fue inexistente, no funcionó la estrategia; tampoco la amplitud que suelen aportarle sus laterales, que se suman bien al ataque. El inexperto Adrián Marín tenía que lidiar con Kadir y no podía pensar en atacar y amparar descargas de Suárez.

Se pudo ver un Real Betis activo al que le queda muchísimo por trabajar para ser competitivo en la Liga; imposible aceptar los lanzamientos de Adán en largo, a un costado o al centro, y que sean balones perdidos en un alto porcentaje, o la falta de movilidad en ataque que no ayuda a desconcertar al adversario. Tampoco estuvieron acertados con la marca los centrales, que aunque se anticipaban bien por alto, concatenaban error tras error cuando el balón rozaba el césped y tocaba cubrir a Soldado y Backambu. Los delanteros del Villarreal, en uno de sus peores días, no tuvieron demasiados problemas para recibir de espaldas, amagar pase y revolverse frontal de área a través para golpear a puerta. Sin embargo, no cuajaron buenas definiciones, ni acertados desmarques de ruptura que jugadores con una gran llegada de segunda línea como Trigueros pudiesen habilitar. Tampoco los despejes de Germán Pezzella y Bruno denotaron que poseyesen mas aptitudes en este sentido que centrales de categoría cadete.

Entre lo positivo, además de lo reseñado, estuvo la contribución de Foued Kadir, que aportó casi tantos regates y fintas conseguidas como todos los extremos béticos durante lo que va de temporada. Mucha gente ya achaca a Mel haberlo desterrado sin motivos. Por su parte, Fabián estuvo bien, que aunque falto de ritmo de competición de élite, mostró lucha y serenidad con la pelota en los pies; y Rubén Castro, que discutió, incluso balones aéreos, a la defensa del Submarino Amarillo, y fue un pilar fundamental para poder engranar jugadas de ataque consiguiendo ganar faltas y aguardar las descargas para perpetrar acciones ofensivas.

La lluvia no cesaba, se esperaban inclusive truenos y relámpagos después de no citar a Dani Ceballos, pero la escuadra de Merino, con más o menos puntería, consiguió sacar la cabeza tras el reciente naufragio, desencadenando que los béticos suspiraran de alivio y no se permitiesen cuestionar las decisiones de alguien que ha sido el único que ha optado por actuar y no quedarse mirando.