Un tal Murphy dijo hace unos años que, si algo puede salir mal, saldrá mal, y por cosas como las que se vieron el pasado sábado en El Sadar, queda demostrado que muy equivocado no estaba. El Tenerife perdió uno de esos partidos en los que hay que recurrir a algo más allá de lo futbolísitico para poder explicar lo ocurrido sobre el césped. Tendencias. Qué fácil parece todo cuando las cosas van bien y qué difícil parece escapar de la derrota cuando un equipo va cuesta abajo. Por desgracia para el Tenerife, el partido de ayer en Pamplona pareció certificar que los de Cervera atraviesan una bastante complicada.

Lo normal cuando llegas a un partido tal y como llegaba el Tenerife al de ayer es que te piten un penalti polémico en contra en el minuto al borde del descanso que arruine la gran primera parte que has hecho. Lo normal es que, después de haberte visto ganando en dos ocasiones, veas cómo en el último minuto a tu portero se le escapa uno de esos balones que en cualquier otra circunstancia habría blocado con seguridad y te vayas de vacío de nuevo. Lo normal habría sido incluso que Vitolo fallara el penalti que, también discutiblemente, señaló Jorge Valdés Aller, pero el fútbol quiso ser cruel. Lo normal es lo que pasó: que ni siquiera el mejor Tenerife como visitante de los último meses pudiese con la losa que lleva a sus espaldas.

Espejo de la pasada temporada

Esto no debería ser nada nuevo para ningún aficionado blanquiazul, pues basta con echar un vistazo a la temporada pasada para ver cómo puede afectar a un equipo la racha en la que llega. De hecho, a estas alturas de temporada el Tenerife de la 2013/14 era incluso peor en lo que a puntos sumados se refiere que el actual. En la novena jornada, y con solo cinco puntos en su casillero, los chicharreros recibieron a un Mallorca al que solo los palos y su guardameta permitieron no encajar un gol en el Heliodoro, y que encontró en un fallo de Aragoneses tres puntos en su única ocasión. Lo de ayer no fue igual en las formas pero sí en contenido: da igual lo que hagas, acabarás perdiendo. Murphy. Déjà vu.

El Tenerife solo suma siete puntos en nueve jornadas

Pero todo cambió en la jornada diez. Un partido malo, muy malo, en Ponferrada, un gol de Ayoze Pérez, victoria, y de repente el Tenerife enlaza ocho jornadas sin perder. No busque explicación futbolística; ni Ponferrada les hizo tan buenos ni antes eran tan malos. Tendencias. Algo similar pasó a final de año pero a la inversa: un Tenerife casi intratable, que había doblegado a los grandes de la categoría y se había situado tercero, de repente se atascó en Jaén, donde perdió por un penalti muy dudoso en el último minuto, y comenzó un calvario que parece no haber acabado.

Esto no quita que a nivel futbolísitico el equipo, especialmente en semanas anteriores, aún deje bastante que desear, pero los antecedentes demuestran que limitarse a ese análisis es cerrar los ojos a la evidencia. Mil veces podrá Aridane disparar desde 35 metros y sólo con el equipo tan en racha como llegó el año pasado a Ipurúa sería capaz de ponerla en la escuadra de la forma en que lo hizo. Mil veces podría Roberto recibir un disparo cómo el que le llegó por parte de Kodró y sólo en las circunstancias de ayer se le escaparía hasta entrar en la portería. El deporte es mentalidad, y la mentalidad la marcan las tendencias, y al Tenerife le ha llegado la hora de cortar por lo sano con la actual. Mirandés y Las Palmas pudieron ser puntos de inflexión, pero quedaron en nada. Habrá que ver si, como en la temporada pasada, la jornada diez marca un antes y un después en un equipo que ahora mismo parece condenado.