Ganó el Tenerife. Ha pasado el suficiente tiempo desde la anterior vez para que esta frase suene incluso extraña, pero lo cierto es que los de Raúl Agné vuelve a sumar tres puntos tras dos meses de miseria deportiva. El derrotado, el Real Valladolid, que desperdició la ocasión de ponerse líder y se ve claramente condicionado para el choque de la semana que viene debido a las expulsiones de Jonathan Pereira y Rubi, su entrenador.

Lo que se vio sobre el césped no fue ni mucho menos lo que cabía esperar del partido. El Tenerife no fue ese equipo nervioso al que la urgencia por ganar a toda costa le acaba pasando factura, y el Valladolid, seguramente influido por lo primero, no fue esa máquina de hacer ocasiones y meter goles a domicilio que venía siendo en las últimas salidas. Lo que ocurrió fue, de hecho, todo lo contrario. Se vio a un Tenerife tranquilo, dominador y seguro de sí mismo, y a un Valladolid impotente que cometió errores de principiante en determinadas ocasiones. En resumen, un equipo claramente en crecimiento que sorprendió a otro que quizás pecó de mal de alturas.

Cristo pudo abrir la lata

La intensidad de ambos equipos marcó un inicio de partido en el que los dos conjuntos parecían más peligrosos sin el balón que con él. Ambos la tenían y la movían bien, pero siempre con la sensación de que podían perderla en cualquier momento y conceder una ocasión al rival. Pese a todo, la posesión se imponía a la presión aunque sin conllevar peligro, pero ninguno de los dos parecía incómodo en este contexto. Era solo un pequeño tanteo.

El tanteo pudo durar tan solo ocho minutos, pero a Cristo Martín se le ocurrió que no era un mal momento para recordar al Heliodoro que, ante todo, no es ni mucho menos un hombre con gol, y, llevado por sus ansias de destrozar la red de un zapatazo, envió muy alto su mano a mano ante Varas. Estaba escorado, debe decirse en su defensa, pero seguramente no fue la mejor forma de definir el maravilloso pase que se había inventado Aitor Sanz sobre la defensa vallisoletana. Fue una bonita jugada, la única fruto de la combinación que se saldó con peligro en la primera mitad.

Ambos querían tener la posesión, y la tenían los blanquiazules, pero a raíz de lo visto quizás no fuera la mejor decisión. Al Tenerife se le apagaban las luces cada vez que llegaba a tres cuartos de campo con la defensa del Valladolid posicionada, y los visitantes no encontraban otra forma de hacer daño a la zaga blanquiazul que con disparos lejanos que Dani Hernández atrapaba sin problemas. Con la presión adelantada como mayor peligro, parecía que el primero se equivocara acabaría pagándolo.

Cristo erró dos ocasiones para adelantar a los suyos

No fue así, pero estuvo cerca de serlo. Un mal despeje de Javi Varas ante la cercanía de Ifrán volvió a dejar a Cristo Martín en una posición óptima para abrir el marcador, pero al lagunero le pudieron las prisas a la hora de rematar y volvió a enviarla fuera. Corría el minuto 20, y el Heliodoro lamentaba otra ocasión desperdiciada.

Igual de generoso que Varas con Cristo fue Moyano con Jonathan Pereira, a quien regaló una buena ocasión para abrir el marcador por después, pero el delantero pucelano prefirió tratar de forzar un penalti y José Luis Lesma López no picó. Pereira fue amonestado, y apenas un minuto después iba a volver a serlo tras cortar duramente una salida al contragolpe de Unai Albizua. De una forma tan tonta como justa, el Valladolid se quedaba con un jugador menos con más de una hora de partido por delante.

Instintivamente el cuadro vallisoletano dio un paso atrás, y el Tenerife, obligado por las circunstancias, se hizo dueño de balón, pero nunca lo fue del partido. Lo intentó, pero el cuadro de Agné no fue capaz de hacer daño con el balón en los pies en los 15 minutos que restaban de primera parte. El peligro desapareció de partido, y así se llegó al descanso. Con toda una segunda parte en superioridad por delante, la capacidad del técnico local para generar ocasiones mediante el juego combinativo se antojaba como la clave de choque.

Llegaron los espacios

Agné se decantó por abrir el campo, y pegó a Suso a la derecha y a Cristo a la izquierda para obligar al Valladolid a ensanchar su defensa y generar espacios por dentro. Lanzó también a los laterales muy arriba, haciendo así que el partido se jugara solo en el medio campo ofensivo y que cualquier internada por dentro de Suso y Cristo no dejara las bandas desalojadas. Funcionó a la perfección, pues a los 14 minutos ya mandaba el Tenerife.

Suso aprovechó un gran pase de Cristo para hacer el 1-0

El tanto fue obra de Suso, que aprovechó los espacios que este planteamiento buscaba crear. Cristo recibió pegado a la izquierda, fijando la marca de su lateral, Ifrán y Juan Carlos centraron la atención de los centrales, y Suso se metió por el medio sin marca alguna para recibir el maravilloso pase del lagunero en una posición ventajosa y hacer el 1-0. Simple y eficaz. Y ya mandaba el Tenerife.

Agné decidió entonces que era el momento de dar un paso atrás, y cedió al Valladolid la responsabilidad de atacar. El Tenerife quiso dormir el partido, pero ante la impotencia pucelana para hacerle daño no renunció a contragolpear, y en varias ocasiones estuvo cerca de matar el partido, pero las contras pecaron de precipitación. No obstante, la sensación era de tranquilidad absoluta. El equipo era solvente, no sufría cuando los de Rubi atacaban, y no tenía reparos en tocar el balón para que el tiempo corriera.

A falta de 10 minutos, Ifrán tuvo en sus manos la sentencia. Víctor filtró un gran pase al uruguayo, este amagó con tirarle la pared en una maniobra que le permitió dejar atrás a su marcador, y erró el mano a mano ante Varas. Había estado cerca, y la grada se lamentaba, pero apenas en un minuto sus quejas se tornarían en alegría.

A la contra, como no podía ser de otra manera, Víctor García se estrenó con la elástica blanquiazul y certificó el triufno. Esta vez Ifrán si se la dio, corrió, y sorteó la salida de Varas con una picada sutil imposible para el guardameta andaluz. 2-0 y game over. El Heliodoro volvía a tener razones para poder sonreír.

El Tenerife ofreció una imagen que tranquilizó sin duda a la hinchada. Fue por fin un equipo capaz de hacer daño sin arriesgarse a recibirlo, capaz de encontrar soluciones a las trabas defensivas del adversario, y capaz, en resumen, de lograr un triunfo que le da mucha vida y le permite salir de descenso. Es un triunfo que no termina de transmitir ilusión, pero sí calma, que era quizás más necesaria. Con choques como el de hoy, el fantasma de la Segunda B irá poco a poco alejándose del Heliorodo, pero no se ha de adelantar lo que el tiempo debería traer por sí solo. Al fin y al cabo, por mucho tiempo que hiciera que no se conseguían, son solo tres puntos.