La visita a Valladolid era la oportunidad esperada por todos para dar ese definitivo paso al frente en la clasificación que permitiese mirar al futuro con optimismo y ver el auténtico potencial del Celta. Formaba parte de esa recta final de año siempre tan importante, antes de que acabe la primera vuelta en enero con dos partidos muy complicados. Dos fines de semana sin Liga, hablando sin parar de lo bien que se le da Zorrilla al equipo, incitaba a pensar que llegaba por fin el punto de inflexión, el despegue camino de cotas mayores o, por lo menos, el fin del sufrimiento. Pero el sufrimiento forma parte del ADN del Celta desde tiempos remotos, y esto es algo que nunca resulta fácil de corregir.

Defensa de gala

Todo lo sucedido durante el verano en la parcela defensiva llevó al celtismo a imaginar una defensa titular que estaría formada durante el campeonato por Aurtenetxe, Fontás, Cabral y Hugo Mallo. Dos peticiones expresas de Luis Enrique, y los dos futbolistas que quedan en la plantilla que comenzaron titulares la temporada pasada. Por No importa que el equipo esté con uno menos, debe pedirsele más a su defensarazones de todo tipo, esta defensa sólo había sido utilizada en la goleada de Málaga, en la décima jornada, y en la derrota contra el Barcelona tres días después, en un partido que el Celta jugó a buen nivel. Múltiples combinaciones defensivas retrasaron la vuelta de esta primera unidad al encuentro de Valladolid.

No se puede hacer un balance positivo después de una derrota por tres a cero, con un hat-trick del delantero de referencia en solo media hora, y con tres remates relativamente cómodos desde dentro del área. No importa que el equipo estuviese con uno menos, debe pedirsele más a su defensa. Un problema, la falta de contundencia atrás, que se repite constantemente, y que está derivando en una importante sangría de puntos. Todo lo que la defensa de Luis Enrique ha mejorado a balón parado (sigue sufriendo, pero encaja menos), lo pierde cuando el rival entra por el centro. Como ya hiciera Carlos Vela en Anoeta, Javi Guerra fue capaz de rematar entre Fontás y Cabral en el primer gol; con Aurtenetxe colgado en el segundo; y adelantándose a David Costas, sustituto de Fontás, en el tercero. Demasiadas facilidades.

La matrícula tomada

El Celta es un equipo sujeto a un sistema muy definido. Ese 1-4-3-3 innegociable para Luis Enrique, que no se modifica salvo razones de fuerza mayor, y que otorga a Oubiña la manija en la creación del juego. El capitán debe encargarse de surtir de balones a sus compañeros. El problema es que, después de 16 jornadas, los rivales parecen tener muy bien estudiado el esquema, y lo neutralizan con presión alta, anulando a Oubiña, obligando a los defensas a jugar balones largos, y forzando a sus jugadores más talentosos a recibir de espaldas, lo que merma definitivamente el potencial ofensivo del equipo.

Lo más preocupante es que, a día de hoy, no parece que el Celta tenga un plan B para solucionar este problema. En la primera parte de Valladolid fueron los laterales los que se prodigaron en busca de una salida al balón. La primera llegada del equipo corrió a cargo de Aurtenetxe, que no parece tener aún la confianza derivada de la acumulación de partidos, y el primer disparo fue de Hugo Mallo.

Augusto y Rafinha

A pesar de estas dificultades en la creación, Augusto Fernández y Rafinha Alcántara siguen mejorando partido a partido, consolidados en sus nuevas posiciones. El argentino ha encontrado acomodo en el centro del campo junto a Álex López, y el hispano-brasileño, que llegó como centrocampista, se ha pegado a la banda derecha. Es la muestra más clara de la versatilidad del grupo. En Valladolid no dudaron en echarse al equipo a la espalda ante el flojo partido de algunos compañeros, especialmente de un Nolito centrado en tareas defensivas, y de un Álex López mermado por la gripe que padeció esta semana. Protagonizaron todas las acciones ofensivas del Celta, con conducciones dificultadas por el estado del campo, y asistiendo a un Charles que tuvo otra fenomenal actuación hasta el minuto 56.

El giro argumental

A pesar de las dificultades, el equipo se mantenía en el partido con posibilidades serias de llevarse la victoria. Pero todo se desmoronó en el fatídico minuto 56, con una acción tan extraña como poco habitual. Charles veía la segunda amarilla por obstaculizar el saque del portero. O por llevarse un pelotazo, según se mire.

Se puede aludir a la rigurosidad del árbitro que más tarjetas enseña de toda la competición. O a la picardía del vigués Diego Mariño, que aprovechó la cercanía del Es difícil explicar por qué un equipo de élite puede cojear de esa forma a raíz de una expulsióndelantero para estrellarle el balón en la espalda y sacarle la expulsión. O a la falta de reflejos de Charles, que se dio cuenta demasiado tarde de que no podía andar enredando por allí porque ya tenía tarjeta. Sea como fuere, la jugada dejó al Celta con diez por tercera vez en la temporada.

Y ya se sabe qué le pasa al equipo cuando se queda en inferioridad. Se viene abajo a nivel psicológico, incapaz de creer en sus posibilidades. El propio entrenador admitió tras el partido que, con diez, “no teníamos nada que hacer”. Sin embargo, Luis Enrique quiso enviarles una señal diferente a sus jugadores, introduciendo dos cambios ofensivos, seguramente consciente de que echar al equipo hacia atrás no había servido de nada en Anoeta. Y, durante muchos minutos, el Celta siguió creyendo. Dispuso de alguna ocasión para equilibrar el resultado. Pero acabó descomponiéndose una vez más. Es difícil explicar por qué un equipo de élite puede cojear de esa forma a raíz de una expulsión, de una acción puntual dentro de un partido.

Cambiar el guión

Por eso quizá hay que buscar otro tipo de soluciones. Tal vez hay que insistir más en que los futbolistas eviten las tarjetas. Todas ellas. Que no entren en provocaciones, que no protesten, y que no se vean en la tesitura de tener que jugar muchos minutos amenazados. Que los cambios también sirvan para descargar al equipo de tarjetas (Álex López y Fontás estaban amonestados cuando salieron de Zorrilla). Solo así se podrá luchar contra el enorme lastre que supone una expulsión para el Celta. Si no se puede evitar que un árbitro quiera ser protagonista, hay que dificultarle la tarea. La expulsión de Charles, por absurda, era evitable. Y el partido podría haber acabado de otra manera. Quién sabe. Lo que sí se sabía, e incluso reconoció Luis Enrique, era cómo acabaría el partido tras la expulsión.

Así que, si no puede mentalizar a los suyos de que pueden competir en inferioridad numérica, el asturiano sí puede tener como tarea convencerles de que no se dejen Si no se puede evitar que un árbitro quiera ser protagonista, hay que dificultarle la tareaexpulsar tan fácilmente. El Celta lleva tres tarjetas rojas esta temporada: La de Oubiña en el Villamarín, por una mano inocente al borde del área; la de Fontás en Anoeta, por cortar un contragolpe en el centro del campo; y la de Valladolid, por el pelotazo a Charles. Queda la sensación de que las tres podrían haber sido evitadas. Y, por lo tanto, de que el equipo podría tener algún punto más. Así que en las manos de los protagonistas célticos está corregir este tipo de acciones para cambiar el guión final y salir victoriosos.