A pesar de que el año 2013 ha estado lleno de sobresaltos y de nervios para todo el celtismo, Borja Oubiña lo recordará, sin duda, como un buen año. No solo consiguió la permanencia con el equipo de toda su vida, sino que logró vencer a uno de sus peores enemigos y que le han perseguido desde hace muchos años: las lesiones.
 

Vuelve el mejor Oubiña

Desde su marcha al Birminghan City, en 2006, el jugador vigués no había tenido hasta la temporada 2012-2013 la posibilidad de poder jugar afrontar una Liga con normalidad, sin bajas de larga duración. Primero fue en el club inglés, donde en su segundo partido en la Premier League, contra el Liverpool, sufrió la maldita rotura de ligamentos en su rodilla izquierda que le apartó del fútbol durante 438 días. En su regreso al fútbol, ya con el Celta disputó quince partidos en los que el propio jugador reconoció que no se encontraba bien y decidió volver a pasar por el quirófano a finales de 2009. La recuperación le hizo estar nuevamente lejos de un campo hasta enero de 2011.
 
En las dos temporadas siguientes Borja Oubiña volvió paulatinamente a entrar en convocatorias y a disputar partidos: hasta veintiocho en la temporada 2011-2012, año del ascenso. Pero la temporada 2012-2013 fue la confirmación de que el capitán del Celta había vuelto y a un nivel semejante al de 2006, cuando Luis Aragonés lo convocara con la selección. 
 
    
 
Durante gran parte del 2012 y todo el año 2013 Borja Oubiña disfrutó de algo que no había conseguido durante muchos años: continuidad, el no romper el ritmo de partidos, no tener que perderse encuentros por molestias o por lesión. De todo ello no sólo se benefició el centrocampista vigués, lo hizo todo el equipo. La suma de partidos sin incidencias sobre su físico le ha permitido al capitán del Celta recuperar la confianza y perder los miedos lógicos que todo futbolista suele tener después de lesiones de larga duración. Partido a partido, ha ido recuperando todas las cualidades que le hicieron brillar tiempo atrás: calidad, control, pase y visión de juego. El director de la orquesta había vuelto.
 

La lucha por la salvación

El año comenzó con muchas dudas para el Celta de Paco Herrera. El equipo estaba sumido en una racha de resultados realmente negativa pero el nivel de juego que mostraba el equipo era superior a lo que mostraba el casillero de puntos. Por momentos el equipo zozobraba y el dibujo táctico se diluía sobre el césped. En ese pequeño caos, emergía la figura del capitán para coger el timón e intentar redireccionar una embarcación que en varios momentos parecía condenada al hundimiento.  
 
Durante todo el campeonato, Oubiña mostró una gran regularidad en su juego y siempre sumaba. Rara vez podía calificarse un partido suyo como malo. Sin embargo, su trabajo no bastó para enmendar la dinámica de resultados y finalmente llegó la destitución de Herrera y la llegada de Abel Resino. Como con el técnico catalán, las cualidades futbolísticas y de liderazgo de Borja Oubiña no pasaron desapercibidas para el nuevo entrenador y rápidamente se convirtió en su hombre de confianza.
 
Partido tras partido, Oubiña demostró su inteligencia futbolística, aquella que no se mide con un coeficiente intelectual, sino que se hace a través de la calidad, la visión de juego y la anticipación. El capitán desplegó su mejor fútbol organizando al equipo, robando el balón, moviéndolo y marcando los ritmos de juego que le exigía el nuevo técnico. Con Abel se vio liberado de las tareas más estrictamente defensivas y le permitió explotar su parte más ofensiva y creativa. Se convirtió en un pintor con un lienzo en blanco y con libertad de mezclar los colores a su antojo.
 
Finalmente, la apuesta del entrenador toledano salió bien y el Celta consiguió el gran reto de la temporada: la salvación. En lo personal, Oubiña había conseguido algo que no lograba desde hacía seis años: disputar una temporada completa. Sin largos parones, lesiones o sustos que hicieran acrecentar a los viejos fantasmas. 
 

Nuevos retos con Luis Enrique

La llegada del entrenador asturiano y su gusto por la posesión del balón y el juego de pase hacían presagiar que la figura de Borja Oubiña no haría otra cosa que reforzarse. Y así fue. El centrocampista vigués demostró rápidamente a Luis Enrique que el idioma fútbol no se habla únicamente en La Masía y, como con Herrera y Abel Resino anteriormente, se ganó la confianza del nuevo entrenador.
 
Sin embargo, Oubiña iba a dar un giro de tuerca más a su relevancia dentro del campo con Luis Enrique. Ya no iba a ser el distribuidor del juego en el centro del campo en un equipo basado en el control y la posesión, sino que también iba a empezar a ser el “tercer central” del equipo. En el nuevo sistema pensado por el entrenador asturiano, el capitán le añadía a todo su trabajo el tener que plegarse entre sus compañeros centrales a la hora de defender sin balón y de bajar hasta el eje de la zaga para recibir el balón jugado desde la defensa.
 

El centrocampista no tardó en asumir sus nuevas responsabilidades y, favorecido por su buen estado físico, el hecho de tener que ocupar más metros sobre el césped no se resintió sobre sus tareas anteriores. Aunque con el paso de las jornadas Luis Enrique ha ido retocando y puliendo el concepto de “tercer central”, Oubiña ya lo tiene más que asimilado y sigue siendo el hombre imprescindible por el que tiene que pasar el balón si se quiere llegar a buen puerto en ataque. Sus compañeros son conscientes de las virtudes de su capitán y no dudan en buscarle en cada jugada.

Lo que sí han reaparecido en la presente temporada han sido las lesiones, aunque ninguna ha sido de importancia, han sido suficientes para despertar el nerviosismo en los más agoreros, especialmente porque es el único jugador de la plantilla que no tiene un sustituto natural, si no se cuenta la reconversión de Fontàs a mediocentro. Por ahora han sido dos, una tendinitis en pretemporada y una lesión en el pie derecho que le hizo perderse el partido contra la Real Sociedad. 
 
Pero Anoeta no fue el único partido que se perdió Oubiña en la temporada actual, y es que el capitán del Celta ha visto este año su primera tarjeta roja en sus más de diez años como profesional. El colegiado Prieto Iglesias fue el primer árbitro que ha expulsado a Borja Oubiña desde que juega en la élite, fue en la segunda jornada de Liga, contra el Betis, y por doble amarilla. El vigués, un abanderado del juego limpio y un mediocentro defensivo caracterizado por el bajo número de amarillas que ve pese a su posición, no pudo disputar el choque contra el Granada en Balaídos por sanción.
 
Imprescindible para su equipo, 2013 ha sido un año de confirmación para Borja Oubiña. El capitán ha dejado atrás cualquier duda o temor a una recaída y ha vuelto a mostrar su mejor versión, aquella que le llevó a la selección junto a Iniesta, Xavi, Xabi Alonso o Fábregas. Su cuerpo, recuperado de tantas heridas, ya ha alcanzado la velocidad de una mente que nunca se rindió y está dispuesto a seguirle el ritmo. Hay Oubiña para rato.
 

Estadísitcas en 2013

Competición Partidos Jugados Titular Minutos disputados Goles
Liga 2012-2013 20 20 1800 1
Liga 2013-2014 14 14 1233 1
 
 
Fotos cuerpo: Lof, Xoan Carlos Gil, Borja Vázquez