El banquillo del Celta estuvo especialmente ajetreado en 2013. Hasta tres entrenadores han dirigido al equipo este año, sinónimo de que ha sido un periodo de caos e incertidumbre tanto dentro como fuera del campo para el equipo vigués.
 

El final de la era Herrera

Paco Herrera había llegado hace dos años a un equipo histórico de Primera, que en su historia reciente había llegado hasta los octavos de final de Champions, pero que en su historia todavía más reciente había llegado a coquetear con el descenso a Segunda B. El entrenador catalán fue la piedra angular de un nuevo proyecto con el objetivo de volver a Primera División. El club estaba saneado económicamente tras superar la Ley Concursal y optó por una política de cantera y fichajes de jugadores nacionales, principalmente gallegos.
 
Herrera dirigió este proyecto ambicioso a con un juego alegre basado en el movimiento de balón, muy del gusto de la grada celeste. El primer año consiguió que el equipo pasara de una mediocre décimo cuarta posición a entrar en los playoff de Ascenso a Primera División después de un año en el que el Celta pasó gran parte de la temporada en plazas de ascenso directo. Una trágica tanda de penaltis en los Play-offs de ascenso frente al Granada puso fin a las aspiraciones del equipo de regresar a Primera, pero la directiva siguió apoyando el proyecto Herrera y a la segunda temporada, fue la vencida: el Celta fue segundo y conseguía el ansiado regreso a Primera División.
 
Paco Herrera fue coronado como uno de los héroes del ascenso. A su aceptado sistema de juego se le unió el hecho de que bajo su mando se terminaron de formar numerosos jugadores de la cantera que empezaban a brillar con luz propia: Michu, Roberto Lago, Hugo Mallo, Álex López y un largo etcétera en el que se incluye al jugador franquicia del nuevo Celta, Iago Aspas. Reconocido por el propio jugador, el entrenador catalán ha sido uno de los principales valedores del moañés y uno de los técnicos que más le han ayudado a crecer como futbolista.
 
Sin embargo, el héroe pronto se convertiría en villano. Herrera planteó en la máxima categoría la misma idea de juego que en Segunda División, con algunos retoques propiciados por la llegada de nuevos fichajes. El equipo empezó la campaña mostrando buen juego, pero ello no se traducía en puntos. Los buenos resultados comenzaron a llegar a cuentagotas y el coqueteo permanente con los puestos de descenso hizo que comenzara el nerviosismo.
 
Los resultados no solo no mejoraron, si no que empeoraron y afectaron al juego del equipo, que en algunos partidos parecía que no tenía rumbo. 2013 empezó con una victoria al Valladolid en la mañana de Reyes, sería la última victoria del Celta de Paco Herrera. En las siguientes cinco jornadas de Liga el Celta cosechó sólo dos empates y la situación se volvió insostenible. En las diez últimas jornadas de Liga del Celta de Paco Herrera, el equipo solo había sumado seis puntos de treinta posibles. A este devastador balance se le sumaban que el equipo mostraba cada vez más sin rumbo sobre el césped, que cada vez era más latente la generalizada pérdida de fe en el proyecto y que el propio Herrera parecía cada vez más agotado y desgastado.  
 
          
 
Así que llegó la hora del cambio de entrenador en el banquillo del Celta de una forma muy habitual en Primera División. Cinco días después de que el club ratificara a Herrera en su cargo, anunció su destitución tras perder contra el Getafe por 3-1 y la contratación de un nuevo entrenador: Abel Resino.
 

La árdua tarea de Abel

Resino llegó al Celta en una situación complicada: el equipo se situaba en penúltima posición a cuatro puntos de la salvación, era un desastre como visitante (sumaba cuatro puntos de treinta y nueve posibles) y la defensa hacía aguas en cada partido, especialmente a balón parado. El técnico manchego pisaba Vigo con el aval de haber conseguido la salvación del Granada la temporada anterior y era sabido que su estilo de juego distaba bastante del de su antecesor.
 
El primer obstáculo para Abel llegó antes del primer partido como entrenador del Celta. Nada más firmar su contrato se encontró que el primer “no” de la directiva. Resino quiso traerse a Salva Ballesta de segundo entrenador, a lo que el Club se opuso al prever que la llegada del exdelantero a Vigo podría provocar problemas con un sector de la afición por razones ideológicas.
 
En lo deportivo, Abel disponía de catorce jornadas, apenas cuatro meses, para enmendar el rumbo del equipo con un calendario que no le iba a dar tregua en las sus primeras semanas de celeste: Granada, Sevilla, Real Madrid, Deportivo y Barcelona eran los próximos rivales. Desde el primer encuentro, que se saldó con victoria, Resino dejó el rasgo característico de sus equipos: la defensa adelantada para forzar el fuera de juego. Sin embargo, a la zaga le costó asimilar el nuevo concepto y a causa de ello concedió varios goles. 
 
Otro de los cambios que se pudieron ver en las primeras semanas de Abel fue el adelantar a Álex López a posiciones más ofensivas y buscó un nuevo compañero para Borja Oubiña, finalmente se decantaría por Natxo Insa, que libraba de trabajo defensivo al vigués y le permitía centrarse más en tareas de construcción. Sin embargo, el equipo seguía mostrando un juego errático que en ocasiones rozaba lo caótico.
 
Los resultados tardaron en llegar, el equipo sumó cuatro puntos en los primeros siete partidos de Abel, entre ellos duelos directos contra equipos sumergidos en la lucha por el descenso como el Deportivo y el Mallorca. Pero después de dos victorias consecutivas contra Zaragoza y Levante más un punto tras empatar contra el Athletic devolvió la esperanza a Balaídos. La situación era complicada pero a falta de cuatro partidos el Celta estaba vivo.
 
El equipo parecía que había tocado fondo dos jornadas después, después de perder contra Atlético y Betis, pero el discurso de Abel de no bajar los brazos y de pelear hasta la última posibilidad caló en los jugadores y con una doble victoria en las dos últimas jornadas de Liga el Celta logró lo que, por momentos, parecía impensable. Había conseguido la salvación y Abel Resino cumplió con su cometido.
 

La llegada de Luis Enrique

En plena fiesta por la permanencia, se produciría el segundo cambio de entrenador en cuatro meses. Como con Herrera, Abel Resino fue ratificado por el club como el entrenador para la temporada siguiente tres días antes de anunciarse que se desvinculaba del club. La razón que se argumentó desde Plaza de España fue las diferencias de filosofía a la hora de planificar la temporada siguiente. El Celta no tardó en anunciar el nombre del nuevo técnico, un hombre que ya había sonado en febrero y que ahora estaba dispuesto a afrontar el reto de afianzar al equipo en Primera: Luis Enrique.
 
Se presentó como un hombre de La Masía en toda regla: gusto por el juego ofensivo y de posesión así como de dar oportunidades a la cantera. La ideología que traía consigo el asturiano caló pronto en la afición y, junto con el anuncio de los fichajes de verano, provocó que la ilusión en el nuevo proyecto se disparase. También hubo sectores que no se mostraron conformes con el nuevo técnico, principalmente por su currículum: nunca había entrenado en Primera División y su última experiencia, con la Roma, había sido más bien modesta.
 
Durante el verano en el que se gestaba el nuevo Celta, Vigo vivió unos días de tensión por un posible efecto dominó. Luis Enrique sonó con fuerza para el banquillo del Barcelona, el equipo de su corazón junto con el Sporting, después de saberse que Tito Vilanova abandonaba el cargo para centrarse única y exclusivamente en su enfermedad. Los días siguientes, en los que el club catalán no se pronunciaba sobre el nuevo inquilino del banquillo, propiciaron los rumores y los temores de que Luis Enrique podría abandonar el proyecto antes de empezarlo. Pero, finalmente, el anuncio de la llegada del Tata Martino a Barcelona desvaneció todos los fantasmas.
 

El nuevo Celta

Desde el primer día, Luis Enrique se mostró como un hombre claro y con un mensaje directo: su meta es la salvación, sea como sea. A contracorriente de la expectación formada, no quiere oír hablar de otra que no sea la permanencia y, con la máxima prudencia, avisa que el objetivo de quedar en Primera no será en ninguno de los casos fácil. Otro de los discursos más recalcados por el entrenador es que quiere fomentar la competitividad entre los jugadores, evitar que los titulares se acomoden y que los suplentes piensen que no tienen cabida en la plantilla. “La titularidad se gana a diario en los entrenamientos” es uno de los primeros lemas que Luis Enrique hace saber a su nueva plantilla.
 
Su  proyecto va tomando forma según pasan las semanas en verano y llegan hombres con gusto por jugar la pelota: Fontàs, Rafinha, Nolito, Charles… Apuesta por el sistema de juego y la formación habitual del Barça, el 4-3-3, pero incorpora variaciones, como incrustar a Borja Oubiña entre los defensas cuando el equipo no tiene el balón. También da minutos a canteranos celestes: Mina y Madinda pasan a ser jugadores del primer equipo; David Costas se hace un sitio como central derecho del equipo y Javi Rey disputa en Copa sus primeros minutos como jugador del primer equipo.
 
Pero lo más característico del nuevo técnico del Celta es la ubicación de los jugadores sobre el campo. Recordando sus propias cualidades en su etapa de jugador, Luis Enrique reconoce abiertamente que le gustan los jugadores polivalentes, que sepan desenvolverse en distintas posiciones y roles. Desde el verano, inicia una política reubicar a jugadores a demarcaciones diferentes a las que están acostumbrados y lo ha llevado a la práctica lo largo de la presente temporada: Toni encuentra su lugar en la plantilla como lateral izquierdo, Augusto pasa a jugar de interior, Krohn-Dehli llega a ejercer de mediocentro defensivo e incluso Jonny llega a disputar unos minutos como central estando jugadores como Jonathan Vila en el banquillo. Estas decisiones han sido los principales focos de las críticas al entrenador asturiano en sus primeros meses como celeste. 
 
Y es que lejos de cumplir con las ilusiones que se habían generado en verano, el celtismo bajó pronto de la nube y comprobó que el guión se ciñe extremadamente al vaticinio Luis Enrique. Las primeras dudas llegaron ya en pretemporada, cuando el equipo solo marcó un gol en los cuatro partidos de preparación para la Liga, pero éstas se disiparon con el inicio de la competición con siete goles en los primeros cuatro partidos.
 
El paralelismo del equipo de Luis Enrique con el de Herrera comienza a ser latente: ambos empezaron demostrando buen juego y siendo merecedor de más puntos de los que realmente aparecen en su casillero. El Celta 2013-2014 de las primeras cuatro jornadas adolece de no saber cerrar los partidos y vive en sus carnes la pérdida de puntos en los minutos finales. 
 
Al igual que con el entrenador catalán, el equipo no es capaz de sumar puntos ni de encadenar victorias consecutivas en Liga: en la temporada pasada el equipo era especialmente débil fuera de casa y en la presente es en Balaídos donde el Celta no consigue sumar tanto como debería. De hecho, ambos llegaron al parón navideño con dieciséis puntos, solo que la mala racha de resultados que se dio durante la etapa de Herrera se ha adelantado con Luis Enrique: el Celta solo ha sumado diez puntos de los últimos treinta y seis disputados.
 
El entrenador asturiano tiene trabajo por delante. Con su apuesta por mantener su sistema de juego, abrazando el buen fútbol, y con los posibles refuerzos que puedan llegar en invierno debe de conseguir mejorar la efectividad de una plantilla plagada de calidad y toque. Luis Enrique es sabedor que el hecho de que el equipo está fuera de los puestos de descenso no es motivo para relajarse. Y es que en Primera División solo sobrevive el más fuerte.
 
Fotos cuerpo: José Jordán, Rtve, Xoan Carlos Gil, Celtadevigo.net, Diego Pérez