Cuando, el pasado verano, los caprichos del calendario le reservaron al Celta emociones fuertes para las dos últimas jornadas, contra Real Madrid y Valencia, el consiguiente análisis permitió buscar consuelo en las tres jornadas anteriores, que debían resolverse con una buena dosis de puntos. Pero el Celta no es un equipo que siga guiones preestablecidos, así que se plantó en el Bernabéu tras dilapidar su ventaja sobre el descenso y, para algunos, también su imagen.

¿Año nuevo, vida nueva?

Sea a consecuencia de las vacaciones navideñas, o de la extra-motivación que provoca enfrentarse a los grandes, lo cierto es que el equipo de Luis Enrique sorprendió a propios y extraños en el coliseo madridista. Y no por el planteamiento. Para bien, y también para mal, el asturiano tiene bien definido su estilo y morirá con él. Así que utilizó su 1-4-3-3, casi con las mismas piezas que en jornadas anteriores, y la intención de jugarle de tú a tú al tercer clasificado del campeonato.

Las principales novedades fueron la consolidación de Jonny en el lateral izquierdo, incluso por delante de Aurtenetxe. El vasco era una de las opciones para sustituir a Fontás en el centro de la defensa, pero el técnico se decantó El Celta de Luis Enrique sorprendió a propios y extraños en el coliseo madridistapor Costas y Cabral. Llama la atención su apuesta decidida por David Costas. Tras su desafortunada visita al Calderón, Luis Enrique lo defendió públicamente. No era un farol. En el Bernabéu, otro de los campos más exigentes a nivel mental, también lo situó de inicio, y el juvenil rindió a muy buen nivel, al igual que todos sus compañeros de la defensa hasta el tramo final.

En la delantera, nueva oportunidad para Orellana, quizás un aviso a quien le sitúa ya en el Colo-Colo. O a Nolito, que ha ido perdiendo peso en el equipo por su bajo momento de forma, reconocido por él mismo. El chileno trabajó sin descanso, está enchufado, pero en el Bernabéu no encontró esa chispa que, a veces, le hace marcar la diferencia.

El balón y el gol

Así que el Celta salió al campo dispuesto a jugar como sabe, luchando por el balón y, cuando lo conseguía, intentando asociarse con velocidad para llegar a los dominios de Diego López. El plan salió bien, y el equipo compitió, maniatando por momentos al Real Madrid y generando ocasiones para marcar.

Mención aparte merece Rafinha, que por fin se ha convertido en el faro que alumbra a este Celta. Curiosamente, ha sido más cerca de la banda, intercambiando constantemente su posición con Augusto Fernández, donde se ha Todo se desmoronó cuando falló la parte más importante: el golencontrado a sí mismo. Era uno de los siete futbolistas de la convocatoria que nunca había pisado el césped del Bernabéu, pero eso no fue ningún problema para él. Más le vale. Si quiere convertirse en el futuro del centro del campo del Barcelona debe rendir desde ya en los escenarios importantes. Y contra el Madrid fue el mejor de los celestes, dando toda una lección de potencia y de clase en el centro del campo.

Pero todo se desmoronó cuando falló la parte más importante. El gol. Contra un rival como el Real Madrid no se puede perdonar. Lo sabe todo el mundo. También lo sabían en el Celta. Pero Charles no fue capaz de marcar. Falló en el mano a mano con Diego López hasta en dos ocasiones, la segunda ya en medio de algunos pitos de la grada a los suyos. Un gol en ese momento podría haber supuesto la hecatombe o la avalancha madridista. Nunca se sabrá. Lo que ocurrió fue que a la defensa volvió a faltarle contundencia en el área pequeña, y acabó tirando por la borda una seria actuación en líneas generales.

Castigo excesivo

Forma parte de la idiosincrasia del Celta. Unha falta de oficio en las dos áreas que se repite a lo largo de los años, a pesar de las modificaciones palpables en la plantilla. Y se plasmó a la perfección en el Bernabéu, a través de los fallos de Charles y de una defensa bien plantada, que cumplió con creces mientras el Real Madrid no pisó el área pequeña. Fue entonces, cuando un pequeño gesto o un paso en falso pueden marcar la diferencia, cuando A la defensa volvió a faltarle contundencia en el área pequeña, y acabó tirando por la borda una seria actuaciónaparecieron las dudas. Cuando Hugo Mallo, soberbio todo el partido, fue bloqueado por Cristiano Ronaldo y no fue capaz de zafarse para ir a tapar el centro de Jesé en el primer gol; cuando Yoel dudó si tapar el remate de Benzema o del portugués en el segundo; o cuando el omnipresente Cristiano Ronaldo le ganó la posición sin dificultades a Cabral para cerrar la cuenta, con todos los protagonistas menos él pensando en irse a la ducha.

Era un tercer gol aparentemente intrascendente, pero que encierra un significado importante. Para el portugués, porque le permite llegar a los 400 goles en su carrera y ponerse de Pichichi con 20. Pero también para el Celta, que ha recibido de Cristiano Ronaldo la escalofriante cifra de 9 goles en 5 partidos y que, con este último, caía a la zona de descenso, que sólo había ocupado en la novena jornada, tras perder con el Levante allá por el mes de octubre.

La reacción que no llega

Se consumó la derrota en el Bernabéu. Hasta ahí, todo normal. Pero ahora el equipo debe centrarse en lo que viene, inmerso además en los puestos de descenso. Toda una prueba de personalidad a la que se enfrenta un equipo concebido para no sufrir, y que se está encontrando con los mismos obstáculos de la temporada pasada. De ahí el trabajo de “coaching” que llevó a cabo Luis Enrique en la previa y en la comparecencia post-partido. Según el asturiano, el equipo tiene potencial y, por extraño que parezca, sale fortalecido a pesar del 3-0. Contra el Valencia habrá que ver si tiene razón, si se prolonga esa buena imagen y, sobre todo, si “esa cosa redonda se mete en la cosa rectangular con red”. Que, al final, por muchas vueltas que se le dé a esto del fútbol, es a lo que se reduce, y lo que separa el éxito del fracaso. Y eso, en el Celta, lo tienen más que aprendido.