En el mundo del fútbol no abundan los jugadores capaces de salirse del guion. De hacer saltar por los aires cualquier planteamiento colectivo. De ganar partidos por sí mismos. Uno de ellos es Sergio García. El delantero del Espanyol demostró, cada vez que tocaba la pelota, que es un futbolista distinto. Factor diferencial. Sin él, el empate estaba cantado.

Un choque marcado por el cerocerismo desde bien pronto. Partido de imprecisiones, discontinuidad y centrocampismo. Feo. Ambos equipos se anularon mutuamente desde el principio. El Celta se presentó en Cornellà con ganas de arrancar definitivamente, tras la gran victoria ante el Valencia la semana pasada. Charles, protagonista de aquel partido, se cayó del once de Luis Enrique. Una inoportuna colitis dejaba fuera de la convocatoria al máximo goleador celeste. Santi Mina tuvo su oportunidad desde el inicio. También Krohn-Dehli, que relevó a Álex López, en una rotación del técnico asturiano.

Dos fuerzas igualadas se frenan en el medio

La inmensa mayoría del volumen de juego durante el partido se desarrolló en el centro del campo. Ninguno de los dos equipos supo imponerse al otro y el encuentro salió cerrado. Sin continuidad. El engranaje defensivo que Aguirre puso en liza desactivó el manantial del juego celeste. El técnico mexicano, inteligente, achicó espacios hasta el punto no dejar margen a Krohn, Augusto o Rafinha para jugar entre líneas. Del mismo modo, ni Oubiña ni Fontàs acabaron de sentirse cómodos en el primer pase. Esa agresividad en los primeros minutos se tradujo en ocho faltas de los pericos, por ninguna de los vigueses. A nivel ofensivo, John Córdoba trabajó al espacio, con Sergio García viniendo a recibir.

Ninguno de los dos equipos supo imponerse al otro

El arreón inicial espayolista bajó y el Celta empezó a crecer en el partido. Con más espacios, los centrocampistas visitantes entraron en contacto con el balón más liberados y el juego empezó a fluir. Sin embargo, toda esa corrección se frenaba en la línea de tres cuartos. A los gallegos les faltaron ideas y precisión en el último tramo del campo. Santi Mina notó el ritmo de la categoría y estuvo fallón en los controles, perdiendo muchos balones. Algo verde el joven delantero, al que le pesó la inexperiencia. Verde también, es la esperanza que genera en la parroquia celeste para el futuro.

Ocasiones a cuentagotas

El primer tiempo acabó sin remates del Espanyol. Alguno hizo el equipo vigués, pero ninguno claro. Muchos saques de esquina y faltas laterales. Jugosas situaciones para otros equipos. No para el Celta. Los de Luis Enrique demostraron nuevamente su inoperancia a pelota parada. No obstante, los celestes dejaron varias notas positivas. Rafinha, cada vez más constante, estuvo muy participativo. Involucrado en la construcción de juego y con chispa en el desborde, el hispano-brasileño crece partido a partido.

En la misma línea van Orellana y Jony. Ambos, desahuciados en su día, se han ganado su puesto por méritos propios. El de Matamá, a pierna cambiada, sujetó a la perfección a Stuani y dio soluciones en campo contrario, llegando a línea de fondo e incluso chutando a portería. Por su parte el chileno, todo intensidad, bregó, luchó y lo intentó todo. Pudo haber redondeado su actuación con un gol olímpico, pero Casilla desbarató su córner directo a portería.

Amago de cambio de guion

La segunda parte empezó y un aroma distinto rezumaba en Cornellá. Córdoba salió del campo por Álex Fernández. El Espanyol quería el balón y Sergio García su espacio. El delantero colombiano, corpulento y amante del cuerpo a cuerpo, fue fijado perfectamente por Fontàs y por Cabral en el primer acto. El catalán, con su movilidad, no fue cazado en ningún momento. Escurridizo. El nueve es el Espanyol. Desde la punta de lanza apareció por todo el frente de ataque, ofreciendo soluciones, asociándose y dejando perlas de su enorme calidad en cada balón que tocaba.

Foto: LOF.

Por parte celeste, Rafinha quiso ser ese jugador capaz de hacer diferencias. Se alió con Augusto y trenzaron buenas combinaciones a las que le faltó el último pase. Especialmente bonita fue una con dos taconazos en la frontal, que se quedó sin remate. El argentino se vació como siempre, pero como él mismo indicó en sala de prensa esta semana, tiene la “pólvora mojada”.

Sin revulsivos

En torno a la hora de partido, ambos entrenadores quisieron dar una vuelta de tuerca al partido. Pizzi y Nolito entraron, buscando acelerar el ataque de sus equipos. No fue así. Luis Enrique retiró a un fatigado Orellana, solo penalizado por su falta de desequilibrio en los últimos metros. El Celta sigue esperando a su diez, pero en Cornellà tampoco apareció. Espeso. Como el partido. El de Sanlúcar pasó desapercibido durante los 25 minutos que estuvo sobre el verde.

Poco después entró Álex López por Augusto, pero tampoco pudo cambiar el desarrollo del choque. El ferrolano no encontró claridad, en medio de la tela de araña local.

El factor diferencial

El ritmo fue decayendo cada vez más. El Celta dejó de pisar área en los últimos minutos, con Bermejo ya en el campo sustituyendo a un desafortunado Santi Mina. Por parte local, los merodeos espanyolistas no eran especialmente peligrosos. El pacto de no agresión parecía evidente. Un empate que parecía contentar a todos. Un punto para seguir sumando y alejándose del descenso. Sergio García tenía otros planes.

Sergio García es el Espanyol

Era el minuto 88 cuando llegó el gol de la victoria local. La mezcla exacta entre el aprovechamiento del error de un rival, la calidad del nueve y una pizca de suerte. Fontàs mide mal y no acierta a despejar el pelotazo desde campo propio del Espanyol. Sergio García combina una perfecta utilización de su cuerpo y su enorme calidad para pinchar un balón que caía con nieve. Acto seguido, se aprovecha de un rebote ante Cabral para fusilar a Yoel dentro del área viguesa. Explosión en Cornellà. Las gradas celebraron por todo lo alto un gol que llevaba una victoria inesperada, de la mano de su delantero centro.

El golpe, durísimo para el Celta, fue un obstáculo imposible de superar para los visitantes que vieron como el partido acababa con los brazos bajos. En el bando contrario, el Espanyol recibió los tres puntos con la alegría del que recibe una fiesta sorpresa. Los catalanes alcanzan los 25, que les dejan cómodamente situados en mitad de la tabla. Por su parte, los vigueses se quedan con 19 y tendrán que seguir peleando. Decía Luis Enrique esta semana que “aún no había llegado el momento del Celta”, que todavía no había logrado “dos victorias seguidas que dieran confianza”. Ese momento tendrá que esperar, porque tampoco se ha dado en Cornellà. La falta de continuidad sigue siendo el principal lastre celeste en este campeonato. La semana que viene todo vuelve a empezar, con un partido trascendental. Si los vigueses se imponen al Betis en Balaídos, dejarían prácticamente adjudicada una de las plazas de descenso y retomarían la fe de encontrar su momento.

1-0, Sergio García, minuto 88.

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Sobre el autor
Borja Refojos
Estuve en VAVEL desde octubre de 2012 a enero de 2016. En ese período coordiné la sección del Celta desde julio de 2013 hasta diciembre de 2015, así como la cobertura del Mundial 2014, además de escribir crónicas, reportajes y todo tipo de artículos informativos. Actualmente trabajo como redactor en la Axencia Deportiva Galega (ADG Media) y colaboro en tuRadio 88.4 Vigo. Email de contacto: [email protected]