La visita del Atlético de Madrid llegaba en el mejor momento para un Celta cargado de confianza y de razones para creer en un buen resultado. La mejoría en la última fase del campeonato, que vino acompañada de algún buen resultado inesperado, permitía un desahogo clasificatorio desconocido por Vigo desde hacía años. Y, sobre todo, la confianza absoluta en una apuesta irrenunciable, aún cuando el rival fuera uno de los grandes, impedía pensar en otra cosa que no fuesen los tres puntos.

Dominio estéril

Pero, con el paso de los partidos, el Celta se ha ido convirtiendo en un equipo sin pegada, en ese contrincante que convierte el combate en un espectáculo, y que va sumando puntos hasta acabar besando la lona en un mal golpe.

En las últimas tres jornadas, las que acumula sin ganar, el equipo vigués sólo ha marcado un gol, y fue contra un rival en inferioridad numérica que escapó vivo de Balaídos. El balón pasa demasiado por los pies de los defensas, incluso por los de YoelSon, por tanto, más de 200 minutos en los que consiguió dominar a sus rivales, pero sin crear ocasiones claras. Volvió a quedar claro contra el Atlético de Madrid. El Celta, fiel a su estilo, tocó y tocó. El problema es que lo hizo sobre todo en campo propio. El balón pasa demasiado por los pies de los defensas, incluso por los de Yoel, mientras la línea de creación espera demasiado lejos del área rival para crear peligro. Esto trae el riesgo añadido de que cualquier imprecisión puede tener consecuencias fatales, como demostró David Villa.

Quién más sufre con esta dinámica es el delantero centro. Charles trabaja sin descanso, se pelea con todos los defensas, pero eso lo condena a permanecer demasiado lejos de donde debería estar para acudir a su cita con el gol. Contra el Atlético acabó desfondado y sustituido por Santi Mina, que tampoco encontró su hueco.

La importancia de Rafinha

El Celta volvió a ser un equipo plano, sin capacidad de sorpresa. Mucho que ver con esto pudo tener la ausencia de Rafinha. El hispano-brasileño sigue creciendo a cada partido, convirtiéndose en el último mes en la solución a esta falta de recursos en ataque. Ante el bajón de rendimiento de Orellana, el hijo de Mazinho es el único futbolista que, hoy por hoy, tiene capacidad de desborde y llegada. De hecho, una galopada suya desde la derecha se convirtió en el último gol, hace ya tres jornadas.

Así que la ausencia de Rafinha contribuyó al comentado juego plano y sin capacidad de sorprender a un Atlético de Madrid que se encuentra como pez en el agua sin balón, esperando su ocasión para matar al rival.

Falta fondo de armario

El mercado invernal es el momento idóneo para reestructurar una plantilla. Para darle una oportunidad de cambiar de aires a los hombres menos utilizados. Y para buscar en la escena nacional o internacional jugadores que puedan aportar soluciones a los problemas de un equipo. Pero el riesgo de equivocarse, especialmente en las nuevas incorporaciones, es grande. El Celta cumplió sobradamente el primero de los objetivos. En enero se fueron cuatro futbolistas que no contaban para Luis Enrique: David, Sólo tres triunfos en Balaídos son un escaso bagaje para la consecución del objetivo, sea cual seaBellvís, Jonathan Vila y Samuel. Contando también la salida de Toni, serían cinco. Pero fue en los fichajes donde cojeó la planificación. Sólo llegaron dos sustitutos: Íñigo López, que apenas ha jugado medio partido, y Welliton, fichado el último día de enero y que parece ser la tercera opción para la delantera.

Contando las dos incorporaciones, Luis Enrique tiene a día de hoy 20 jugadores, 2 de ellos (Santi Mina y David Costas) con ficha en el filial. Y otros dos, Madinda y Jonny, subieron al primer equipo en verano. No parece un plantel muy extenso para afrontar el tramo decisivo de la temporada, y esto se nota a la hora de buscar un revulsivo ante un resultado adverso, como ocurrió contra el Atlético con Rafinha en el palco.

Sólo tres victorias

Hay otro dato que no invita precisamente a la relajación. Por unas razones o por otras, los puntos se siguen escapando de Balaídos, hasta el punto de que el Celta es ya el equipo de la Liga al que su afición ha visto ganar menos veces. Sólo tres triunfos como local dejan al cuadro vigués como el segundo peor anfitrión, mejorando solamente los registros del Rayo Vallecano gracias a los 6 empates cosechados. Es un escaso bagaje de cara a la consecución del objetivo, sea cual sea este.

Tras las dos últimas derrotas, el Celta vuelve a la carrera por su supervivencia. Quedan once partidos, once finales y, de ellas, sólo cinco en casa. Aunque, a la vista de los acontecimientos, quizá eso no sea tan mala noticia.