La primera, la ambición que transmite cada uno de los integrantes del equipo. Resulta imposible adivinar la alineación que va a presentar Luis Enrique cada semana ya que los futbolistas entran y salen del once continuamente. La última sorpresa, la suplencia de Hugo Mallo en el Ciutat de Valencia. El de Marín, junto con Yoel, Fontás, Orellana – desde el partido contra el Almería–  y Charles se habían erigido como los únicos intocables para el asturiano. Pero poco importa quién vaya a jugar, la idea de Lucho ha calado en sus futbolistas con una profundidad que asusta y cualquier celtista tendrá dudas con respecto al acierto pero ninguna en cuanto a la intención.

Frente al Atlético faltó lo primero, quizás el nivel táctico y mental del rival escapaba todavía del alcance de un Celta sin Rafinha. Pero siete días después ¿alguien echó de menos al jugador revelación de la segunda vuelta? Resulta complicado recordar un partido con tantas y tan claras ocasiones para un Celta que debió resolver el partido antes de que el Levante tuviese opciones –y vaya si las tuvo– de empatar el partido. Queda mucho por mejorar pero la senda está marcada y la ambición ya forma parte del ADN del equipo.

Autocrítica

Otro motivo, en consonancia con el anterior, se refiere al técnico. Debe de resultar apasionante para un entrenador ver cómo el paso de los meses permite que sus ideas vayan cuajando. Su motivación, reforzada por una mejoría en los resultados y en las sensaciones, está asegurada. Luis Enrique posee, además,  una característica que le diferencia de otros: su capacidad para analizar sus propias decisiones reconociendo la posibilidad de que existan errores en sus planteamientos. Sin duda una grandísima virtud, resulta imposible corregir un fallo si primero no se admite que se ha cometido. En este sentido Lucho sabe sacar enseñanzas de cada partido incluido el del Ciutat de Valencia, donde se adoleció de una alarmante falta de control del juego en la segunda mitad. Al Celta no le interesaba un intercambio de golpes continuo como el que se vivió sino un partido más cerrado a través de posesiones largas.

¿Qué puede hacer el técnico al respecto, alineación aparte? Seguro que su cabeza ya le da vueltas al tema. En ocasiones el equipo confunde la ambición con la imprudencia pero nadie duda a estas alturas de que el gijonés tomará nota de lo que se ha hecho mal en Valencia y tratará de trabajarlo. La confianza de la afición en Lucho crece y crece con el paso de los meses.

Calendario asequible

Y un tercer aval para quedarse en la máxima categoría lo aportan las matemáticas. El año pasado el Celta llegó a la jornada 36 con un total de 31 puntos. Este año suma 33 tras 28 jornadas. No parece complicado, con el calendario que queda por delante, conseguir rebasar la cifra de 40, cantidad que se estima podría bastar.

Málaga, Sevilla, Real Sociedad, Valladolid y Real Madrid deberán rendir visita a Balaídos. Cierto que cualquier triunfo será bienvenido pero la prioridad máxima la centrarán los choques ante Málaga y Valladolid. Sumar esos seis puntos supondría prácticamente cerrar la permanencia, casi con independencia del resto de marcadores. Sevilla y Real Sociedad pelearán por Europa pero tampoco parecen rivales imposibles y ofrecerían una oportunidad de engordar el colchón ante un hipotético tropiezo frente a los de Schuster o los de JIM. Evidentemente la derrota contra el Real Madrid entra dentro de cualquier cábala.

La ambición ya forma parte del ADN del equipo

No obstante habrá que afrontar también cinco choques a domicilio, tres de ellos contra rivales directos. Vallecas, Juegos del Mediterráneo y Reyno de Navarra recibirán al Celta convertidos en ollas a presión para conseguir que Rayo, Almería y Osasuna se lleven los puntos. Por estilo de juego y dimensiones del terreno quizás Andalucía –una vez más esta temporada–  sea la plaza donde se puede salir con un mejor resultado aunque la victoria en el Ciutat de Valencia deja claro que contra equipos correosos este Celta también puede. La visita al Camp Nou servirá de termómetro para conocer el estado del equipo quedando en un segundo plano el sumar puntos, algo siempre complicado allí. Con todos estos condicionantes no parece ninguna utopía el alcanzar una cifra de 43-45 puntos, algo que debería ser más que suficiente para poder celebrar la permanencia sin agobios en el estadio de Mestalla en la jornada que cierra el campeonato.

Y es que apenas un par de meses después de caer a zona de descenso pocos son los que creen que este Celta va a sufrir. Y menos todavía los que piensan en perder la categoría, algo que solo puede acontecer ante un hipotético desplome. La prudencia manda pero no es menos cierto que la línea ascendente del equipo no invita a pensar en tragedias. Porque en el horizonte ya aparece la jornada 38 y con ella un único sueño: que el Celtiña continúe en Primera.