Su padre, Zé Rubens, también había actuado como centrocampista en Londrina, localidad brasileña de la región de Paraná. Allí conoció a la hija del señor Antonio, guardián del estadio Vitorino Gonçalves Dias. Ambos decidieron contraer matrimonio e irse a vivir a Bauru, donde nació Vagner en 1973. 18 años después daba sus primeros pasos como futbolista en su país, iniciando su carrera profesional en el Paulista y en el União de São João. Con 22 años llegaba el momento de dar el salto a un grande, el Santos. Allí se dio a conocer como centrocampista llamando la atención de la Roma, equipo que se iba a hacer con sus servicios en 1997. Únicamente duró una temporada su frustrada aventura en Italia, retornando a Brasil para jugar como lateral derecho en el Vasco da Gama, en donde coincidió con Juninho Pernambucano. Un título de Copa Libertadores daría lustre a su palmarés antes de incorporarse en 1999 al São Paulo, equipo que le reclutó durante una campaña antes de regresar a Europa.

Irregularidad y rebeldía

Foto: yojugueenelcelta.com

Transcurría el verano de 2000 cuando se consumó el matrimonio Vagner-Celta. Las bajas de Mazinho, Makelele y Celades obligaban a reconstruir la sala de máquinas del equipo celeste y para ello se contaba con Everton Giovanella, fichado durante el verano anterior. Junto a él otros dos brasileños, Doriva y Vagner, llegaban a Vigo dispuestos a pelear por un puesto en el once. Jesuli, Edu y Catanha reemplazaban a Revivo, Kaviedes y Turdó, en la que constituía la mayor limpieza desde que el Celta se había asentado entre los mejores. Un verano en el que también el Toto Berizzo fichaba como central.

Lo cierto es que el paso de Vagner por el Celta vino marcado por la irregularidad. Resulta complicadísimo encontrar a un futbolista que aglutine tantas y tan buenas cualidades como el brasileño. Sin embargo, nunca acabó de encontrar acomodo en el once inicial. En ninguna de las cuatro temporadas que permaneció en Vigo superó los 21 encuentros ligueros como titular. Y entre las dos últimas únicamente saltó al terreno de juego desde el inicio en 15 ocasiones. Un bagaje que se explica por una rebeldía prácticamente innata, de la que ya había dejado muestras en Brasil y en su paso por Italia. Zdenek Zeman, quien fue su técnico por entonces, le definió en su momento como el futbolista más anárquico que jamás había entrenado.

Foto: yojugueenelcelta.com

Contaba además con la confianza de un médico – al margen de los galenos célticos– que certificaba sus molestias físicas, muchas de ellas de origen misterioso y que coincidían en momentos en que se suponía iba a ocupar una demarcación diferente de la que a él realmente le llenaba, la de centrocampista central. No le importaba enviar recados por la prensa a sus técnicos o compañeros como sucedió el 5 de enero de 2001, cuando denunció falta de unión en el vestuario, acusando a los futbolistas que llevaban más tiempo en el equipo de gozar de ciertos privilegios. Siempre que le apetecía arrancaba para Brasil, como sucedió en la Copa Confederaciones 2001, evitando disputar un partido de liga frente a la Unión Deportiva Las Palmas en el que perfectamente podía haber participado. Conocida por todos fue la patada a Diego Tristán, jugada en la que dejó patente su escasa capacidad para contenerse. La impotencia y la ira le llevaron a perder los nervios de una forma tan repentina como exagerada.

Derrochó potencia física ante la embestida de Bittor Alkiza y lanzó un misil con la zurda

Con todo, su episodio extradeportivo más destacado sucedería el 4 de octubre de 2001 cuando forcejeó con un agente y lo zarandeó como un muñeco – tal y como consta en el fallo judicial– causándole daños que le mantuvieron de baja durante 46 días. Vagner sería condenado a siete meses de cárcel que no llegó a cumplir por carecer de antecedentes y al pago de unas cantidades que tampoco abonaría, por lo que se decretó una orden de busca y captura contra su persona en abril de 2005. Todo un culebrón que se había originado cuando dos agentes de policía le instaron a identificarse tras sorprenderle hablando por un teléfono móvil mientras conducía.

Tarde histórica en San Mamés

Alineación del Celta en San Mamés (24/03/2002)

Futbolísticamente el brasileño dejó muy poco en comparación con la enorme calidad que atesoraba. Sin lugar a dudas, el 24 de marzo de 2002 tuvo lugar una de sus actuaciones más destacadas con la casaca celeste. Y lo hizo además en San Mamés, un auténtico templo de donde el Celta únicamente había logrado salir victorioso en una ocasión. El arranque de temporada de los de Víctor Fernández se mereció un sobresaliente pero un bache mediada la primera vuelta les llevó a situarse en el octavo puesto. Sin embargo, en la jornada 23 volvieron a asaltar el liderato antes de encadenar cinco jornadas sin ganar. Ambos equipos se disputaban en aquel momento la cuarta posición, empatados a 48 puntos. La importancia del choque era máxima de cara a la pelea por los puestos que daban acceso a Europa, Champions League incluida.

El partido comenzó con un Athletic envalentonado, pudiendo adelantarse en un remate de Ezquerro que sacó Cavallero. Pero todo se torció para los locales tras una falta en el lateral del área. Mostovoi la colocó al primer palo y Catanha se deshizo con una finta de Lacruz para cabecear a la red. Con el Athletic tocado, llegó la jugada de Vagner en la que mostró buena parte de su repertorio. Controló un balón en línea de tres cuartos, derrochó potencia física ante la embestida de Bittor Alkiza y lanzó un misil con la zurda que reventó las redes rojiblancas. Apenas iban 18 minutos de partido y la ventaja parecía clara, pero, como suele suceder en San Mamés, el Athletic siguió empujando. El Celta controlaba el partido con ciertos apuros y un córner al filo del descanso dio nuevos bríos a los Leones, con Ismael Urzaiz como encargado de recortar distancias. Llegaba el descanso en un momento oportuno para los de Vigo, que sufrían ante las furiosas acometidas locales.

A la vuelta de vestuarios el partido pudo cambiar tras una nueva ocasión de Urzaiz que no cristalizó y, a partir de ahí, la máquina viguesa no tuvo compasión. Con Luccin, Vagner y Karpin como maestros, los goles empezaron a sacudir a un frágil Athletic a partir de la hora de juego. Un formidable disparo de Luccin y un cabezazo de Karpin en jugada de estrategia abrieron una brecha ya definitiva y que todavía se iba a ampliar en el tramo final. En medio de la desesperación rojiblanca, Vagner dejaba muestras de su clase patrullando por la zona central y comandando a un equipo que terminó haciendo suyo San Mamés. Jesuli y Maurice redondeaban la goleada hasta un 1-6 entre los pitos de la afición rojiblanca hacia los de Heynckes y el reconocimiento a un equipo que paseaba por Europa la bandera del fútbol de toque. Pocas veces se vio al volante brasileño tan inspirado y suelto como aquel día, en el que combinó quiebros, túneles y autopases con potencia física para asombrar a La Catedral. Como dirían los clásicos, el 24 de marzo de 2002 Vagner interpretó una de sus mejores óperas y lo hizo en uno de los grandes templos del fútbol europeo.

Aun con todo, su irregularidad se asemejaba bastante a la que mostraba el equipo. El Celta no iba a lograr meterse aquella temporada en Champions y finalizaría en quinta posición, clasificándose para la Copa de la UEFA. Más decepcionante fue la campaña de los Leones, que después de aquel varapalo únicamente sumarían cinco puntos sobre 21 en juego, quedándose fuera de los puestos europeos.

Descenso y despedida

Vagner Rogerio Nunes saldría del Celta en 2004, tras anotar un gol en Champions frente al Ajax y sufrir en sus carnes el doloroso descenso a Segunda. Jugó durante una temporada más en el Atlético Mineiro antes de retirarse con 32 años. Desde entonces intentó la aventura periodística, de la cual desistió, optando por abrir una empresa de seguridad y colaborar como comentarista en Brasil.

Irrepetible y con unas condiciones extraordinarias, quizás no atesoraba tanta calidad como para permitirse un carácter tan irreverente. En cualquier caso siempre permanecerá en la historia tanto por sus excéntricos episodios como por sus virtudes futbolísticas. San Mamés y el Real Club Celta de Vigo pueden dar buena fe de ello.