Serbio de Valjevo, Misha Pavic llegó al Celta a punto de cumplir 59 años. Durante su juventud sufrió los rigores de la Segunda Guerra Mundial, llegando a ser tomado como rehén por el bando nazi. No brilló en sus años de futbolista pero sí lo haría posteriormente en los banquillos. Con 36 años firmó como técnico del Estrella Roja, equipo en el que permanecería durante ocho temporadas. Allí lograría tres títulos de liga y otros tantos de copa. Corrían los últimos años 50 y los primeros de la década de los 60, una época en la que el fútbol se asemejaba más bien poco al actual. En 1964 fichó por el Standard de Lieja, conquistando dos títulos más de la competición del KO. Continuaría su periplo por tierras belgas entrenando al Brujas y al RFC de Lieja, equipo de la máxima categoría por entonces.

Pavic celebrando la conquista de la Copa del Generalísimo en 1974 (Foto: futbolprimera.es)

En 1972 llegaría por fin a España, con destino Bilbao. Allí, sus problemas con el idioma provocaban que se dirigiese a sus futbolistas en francés, contando con la colaboración de Iñaki Sáez, por entonces integrante de la plantilla, como traductor. Consiguió llevar a los Leones a ganar la Copa del Generalísimo en 1973 pero Pavic no acabó de convencer durante las dos temporadas en las que permaneció en la capital vizcaína. Las eliminaciones en la Recopa y en la Copa 73-74 ante el Beroe búlgaro y el Murcia sentaron muy mal en San Mamés.

Una liga con el Benfica y un ascenso con el Málaga se encargaron de añadir más lustre a su ya considerable currículum a mediados de los años 70. Rouen, Vojvodina y Sporting de Portugal, entidades en las que no triunfó, también contaron con los servicios del preparador serbio antes del acuerdo que alcanzaría con el Celta en junio de 1980.

Objetivo: salir del pozo

Las comunicaciones en aquellos tiempos distaban mucho de las actuales y se cuenta que por entonces Misha llegó a Vigo convencido de que el equipo se encontraba en la Segunda División. Gran trabajo de la directiva celeste, que a pesar del malentendido no le permitió abandonar la ciudad, convenciéndole de las bondades de su proyecto. El equipo jugaría en el grupo norte de la Segunda División B pero con la única idea de regresar cuanto antes a Primera. Pavic finalmente accedió a firmar por dos temporadas, incorporando al equipo al reconocido preparador físico Miroslav Vorgic, quien trabajaría durante 17 años en las secciones de voleibol, baloncesto y fútbol del Real Madrid.

Foto: wikipedia.org

En la temporada 80-81 el Celta iba a arrasar en una categoría que se le quedaba pequeña, logrando el ascenso tras sumar únicamente tres derrotas en 38 encuentros. Finalizaba como campeón del grupo primero acreditando las mejores cifras de la categoría en cuanto a puntos, goles anotados y encajados. Los métodos de Pavic gustaron en Vigo asegurando su renovación por una temporada más, hasta el verano de 1983.

Un Levante en descomposición

Foto: yoentrenealcelta.blogspot.com

Comenzaba su segundo año, ya en la División de Plata, y la tónica parecía mantenerse. El Celta se instalaba desde el inicio en los puestos de cabeza aunque dos derrotas consecutivas ante Elche y Salamanca y un empate en Burgos provocaban la caída hasta la quinta plaza. Se habían consumido 14 jornadas y tocaba recibir al Levante, un equipo que pocos meses antes había sido noticia por el fichaje temporal de Johan Cruyff. El astro tulipán se había incorporado en marzo de 1981 a cambio de un dineral a un equipo que venía realizando un gran papel en la Segunda División. Curiosamente los granotas comenzarían a desinflarse tras la llegada de la decadente estrella holandesa. El equipo levantino finalizaría en el noveno puesto, arrancando la temporada siguiente con gravísimos problemas económicos que terminarían por hundirlo. Tras 14 jornadas el Levante se situaba duodécimo en la tabla – la mejor posición que ocuparían a lo largo de aquel ejercicio– y afrontaba la visita al Celta.

Alineación del Celta en O Couto (13/12/81)

El encuentro se disputó el 13 de diciembre de 1981 en el orensano estadio de O Couto – denominado en aquella época Nuevo Estadio José Antonio– por clausura de Balaídos. El terreno se encontraba encharcado y el Celta recibió muy pronto un gol en contra, anotado por Eulate. La reacción no se hizo esperar y Del Cura lograba la igualada en el minuto 28. Los celestes tampoco contaron con el favor arbitral, viéndose privados de un claro penalti por manos en el área levantina, así como de un gol injustamente anulado a Mercader. Con empate a un tanto se llegaba al descanso, no sin cierta preocupación en la afición céltica tras los recientes resultados adversos.

En la segunda parte las dudas desaparecieron y el Celta resolvió el choque en apenas dos minutos, con sendos tantos de Quecho y Pichi Lucas. Del Cura en el 64 y nuevamente Mercader en el 75 redondeaban la goleada, reenganchando a los vigueses a la zona noble de la clasificación.

A partir de ahí la regularidad permitiría que el equipo no abandonase los puestos de honor hasta finalizar como campeones, logrando el ascenso a Primera. Fue el año en que se remodeló Balaídos para el Mundial 82, comenzando a sonar en el estadio vigués la Foliada del grupo A Roda, tan célebre en nuestros días. Aquella fue también la temporada en que se despedía el gran capitán Manolo.

Balaídos tras la reforma previa al Mundial 82 (Foto: asiesono.blogspot.com)

Mientras, el Levante seguiría una trayectoria opuesta cayendo en picado hasta finalizar penúltimo, con el consiguiente descenso a Segunda B. No acabaría aquí el drama granota, que debido a sus desajustes financieros perdía una categoría adicional en los despachos. Muy pocos detalles puramente futbolísticos se pueden rescatar de aquel equipo que se enfrentó al Celta en Ourense. Quizás a un jovencísimo Claudio Barragán dando los primeros pasos de su carrera, su técnico Roberto Gil lo introdujo como titular y lo sustituyó en el intermedio.

Tras dos ascensos, un disgusto

Lo cierto es que Milorad Pavic había conseguido el ambicioso objetivo inicial, con dos ascensos en dos temporadas. En su tercer año en Vigo las cosas se complicarían desde el inicio, con un Celta que siempre se movió en la zona baja de la tabla. Un repunte hacia las navidades con cuatro victorias consecutivas pareció alejar los fantasmas pero desgraciadamente solo se trató de un oasis en medio del desierto. Un triunfo en la penúltima jornada sobre el Valencia dejaba la salvación en manos de los celestes, que debían puntuar en Valladolid. No pudo ser y los de Pavic volvían a Segunda, finalizando la relación contractual del técnico serbio con el Celta. Aquella derrota por 3-1 en Pucela supuso un golpe durísimo. Se cuenta que tuvo mucho que ver la pésima actitud de los futbolistas en el Nuevo Zorrilla para que Misha dejara para siempre Balaídos.

La siguiente parada en la carrera del técnico balcánico fue breve pero intensa. El Espanyol lo fichaba en 1983 pero con apenas dos jornadas disputadas lo ponía de patitas en la calle. Sendas derrotas por 4-1 unidas a unas fuertes críticas de Misha hacia sus futbolistas provocaron que se precipitara el cese. Pavic finalizaría su carrera en Bélgica, donde entrenó nuevamente al Standard de Lieja hasta 1988, año de su retirada.

Pavic acompañado por Genaro Borrás y Félix Carnero (Foto: fameceleste.com)

Pavic, honestidad y respeto

Más allá de su enorme experiencia y conocimientos tácticos el técnico serbio se distinguía por unas dotes dialogantes y de psicólogo fuera de lo común. Siempre que surgía algún problema con un futbolista buscaba resolverlo con respeto y educación. Si no lo conseguía se limitaba a no contar con dicho futbolista pero no era hombre de perder los nervios ni las formas. Su serenidad se mantenía ante cualquier circunstancia, tal y como sucedió durante el tiempo en que no acababan de llegar las nóminas – en su paso por el Málaga– animando y motivando a sus futbolistas pese a la falta de liquidez del club.

Pavic fallecería a los 84 años en su ciudad natal, Valjevo. Sin lugar a dudas Misha permanecerá muy presente en la historia del Celta por varias razones. Una, sus métodos basados en una preparación física mucho más profesional que la desarrollada hasta entonces en Vigo. La segunda, por haber sido el único técnico que dirigió al Celta en tres categorías diferentes y el que le rescató de la pesadilla de la Segunda B. Y la más importante, por su firme defensa del respeto, la seriedad y el trabajo honesto. Un auténtico veterano de guerra que durante tres dificilísimos años tuvo el placer de conocer en profundidad el Real Club Celta de Vigo.