A la corta edad de 21 años, Rafinha parece encontrarse algo perdido en su carrera deportiva. Tras un fructuoso año de cesión en Vigo, su regreso a Barcelona no ha sido todo lo fulgurante que se esperaba, y su importancia en la plantilla no ha hecho más que ir a menos desde el comienzo de la presente temporada. Con Luis Enrique al mando, quien decidió personalmente apostar por él como un miembro relevante del equipo, otros jugadores de la cantera como Munir El Haddadi o Sandro Ramírez, a priori con menos opciones de gozar de minutos en la máxima categoría, están teniendo una mayor repercusión que el hispanobrasileño en el juego del Fútbol Club Barcelona.

Nacido en febrero de 1993 en Sao Paulo (Brasil), Rafael Alcántara do Nascimento fue el segundo hijo de la pareja formada por el, por aquel entonces, futbolista Iomar do Nascimento, mejor conocido como Mazinho, y su mujer Valeria Alcántara. El apellido de Valeria se situó primero y pasaría a ser el identificador de una familia con irremediables reminiscencias a la famosa serie española 'Cuéntame'. Tanto su primer hijo, Thiago, como Rafinha desarrollaron una pronta afición por el deporte rey, debido a la cercanía que le profesaban al seguir siempre a su padre. Por ello se vieron obligados a venir a España, cuando Rafinha apenas tenía un año de edad. Mazinho fichaba por el Valencia, y, dos años después, era traspasado al Celta.

Rafinha (izquierda), junto a su hermano Thiago y su primo Rodrigo, en el Camp Nou en 2005 (Foto: El País).

Durante las cuatro temporadas que el centrocampista brasileño jugó en el equipo vigués, sus dos hijos empezaron a crecer y a dar sus primeros pasos en el fútbol en la Escuela Deportiva Val Miñor de Nigrán, por aquel entonces conocida como Ureca. Tras la retirada de Mazinho en 2001, tanto Thiago como Rafinha continuaron su formación en tierras gallegas, hasta que, finalmente, en la temporada 2005/06 el Fútbol Club Barcelona se haría con las fichas de ambos. Desde ese momento, los dos jóvenes, por aquel entonces de 15 y 13 años, respectivamente, siguieron creciendo en La Masía, donde fueron protagonistas absolutos en todas las categorías inferiores. Thiago era pausa, era control, contención, líder. Rafinha era, por el contrario, puro nervio, furia desatada, cambio de ritmo, un alma voraz.

En el verano de 2013, ambos hermanos abandonaron Barcelona. Thiago lo hizo de forma definitiva, haciendo el equipaje hacia Múnich, donde su nuevo equipo, el flamante Bayern campeón de Europa, lo esperaba con los brazos abiertos. Por su parte, el joven Rafinha (acababa de cumplir la veintena) encontraba un destino mucho más cercano, tanto en lo físico como en lo emocional. El pequeño de los Alcántara volvía, de la mano de su padre y de Luis Enrique (quien lo había entrenado en el filial barcelonista), al estadio donde había descubierto el fútbol. Rafinha llegaba al Celta en calidad de cedido y jugaría durante la temporada 2013/14 en Balaídos con la camiseta azul celeste.

Su rendimiento en Vigo fue excepcional. Jugando 32 partidos y partiendo en 27 de ellos desde el once inicial, se convirtió en uno de los hombres de referencia para el técnico asturiano en la línea de tres cuartos. Adaptado con excelencia al 4-3-3 de Luis Enrique, su velocidad, desborde y capacidad de liderazgo pese a su juventud hicieron las delicias de una afición huérfana de estrellas a las que admirar desde la época en la que Mazinho pisaba el verde de Balaídos. Ver a Rafinha sobre él era un balsámico recuerdo que acercaba al equipo a un pasado que fue mejor. En su último partido como celeste en casa, ante el Real Madrid, el más joven de los hermanos Alcántara se despedía entre aplausos y lágrimas de una afición que, a buen seguro, jamás lo olvidará pese a su efímero paso por Vigo.

Rafinha brilló en Vigo (Foto: Libertad Digital).

Pese a todo, lo bueno estaba todavía por empezar para Rafinha. En el verano de 2014 se despedía de la brisa del Atlántico para volver a un Mediterráneo que todavía poseía sus derechos como futbolista. Ya vestido de azulgrana, y acompañado por su entrenador del año anterior Luis Enrique, fue nombrado por primera vez miembro oficial del primer equipo. Todo apuntaba a que el trampolín del Celta de Vigo le había servido para convertirse un hombre importante en uno de los mejores equipos de fútbol de Europa y del planeta.

En las dos primeras jornadas de liga, Rafinha logró ocupar un puesto como titular en un once compartido con nombres del calibre y el reconocimiento internacional de Lionel Messi, Sergio Busquets, Ivan Rakitic o Andrés Iniesta. A pesar de ello, su rendimiento no fue el esperado. Con el regreso por sus fueros de Neymar y las regulares apariciones de Xavi Hernández, aunadas a sus problemas físicos, el joven jugador hispanobrasileño no volvió a tener minutos en las siete jornadas siguientes. Sin embargo, parece probable que, en la visita de aquellos que supusieron su hogar el pasado año, Luis Enrique podría darle una nueva oportunidad. Un nuevo tren para demostrar que su lugar está, indiscutiblemente, en la élite.

Con su extraordinaria calidad técnica, su potencia y su vertiginosa habilidad para la conducción en carrera, Rafinha se perfila más como un mediapunta puro, con libertad para levantar la cabeza, conducir y tomar una decisión. En el Barcelona no tendrá esta posibilidad, con lo que sus opciones se reducen a dos: la adaptación o el seguimiento de los pasos de su hermano mayor. Aún así, quizá es pronto todavía. El único objetivo en la mente de este joven prodigio debe seguir siendo, de momento, seguir creciendo como futbolista. Seguir maravillando. Dar en Barcelona, al menos, una cuarta parte de lo que ofreció en Vigo. Y, de ello, el Celta estaría encantado de ser espectador.