Que el Celta, y más concretamente Berizzo, tienen marcado en rojo el torneo de Copa no es ningún secreto. Lo anunció el propio técnico en la previa. Que necesita rotaciones después de un arranque liguero soportado (con bastante éxito) por un bloque de escasamente quince futbolistas, tampoco. Que combinar ambas cuestiones en el campo de uno de los gallos de Segunda iba a ser complicado, menos aún. Por eso la derrota mínima en el debut en Las Palmas, que deja al equipo vigués a un gol de los octavos de final, es satisfactorio. Con matices. La imagen no fue buena, y la oportunidad de los menos habituales de gritar: “¡Presente!”, tendrá que esperar a Balaídos, aunque el Toto ya mandó un toque de atención a los suyos anunciando un partido de vuelta “distinto”.

Revolución en el once

No hubo sorpresas en la alineación, enunciada en la previa, y llena de cambios. Diez rotaciones con respecto a la derrota contra el Eibar, y solo una innovación táctica provocada por la ausencia de Hugo Mallo, sustituido por David Costas en el lateral. El canterano parece condenado a bailar siempre con la más fea, titular en campos como el Bernabeu y el Calderón la temporada pasada con Luis Enrique. En su debut este curso, Berizzo lo situó en una posición que no es la suya, una posición que, además, siempre mira con lupa, y que motiva gran parte de sus sustituciones durante los partidos.

La oportunidad de los menos habituales de gritar: “¡Presente!”, tendrá que esperar a Balaídos

Para los demás, posiciones conocidas, sistema similar, y misma idea. Pero solo sobre el papel. La presión alta, la búsqueda de la posesión y de las combinaciones exige un ritmo endiablado, una rapidez que hombres con muy pocos minutos aún no tienen. Y esto lo aprovechó el equipo local, que borró cualquier atisbo de la diferencia de categoría durante la primera mitad, y durante algunos tramos de la segunda.

Sin ritmo

De la falta de velocidad, e incluso de la intensidad que se va adquiriendo con los partidos, dan muestra varias acciones puntuales: el primer gol llega después de una conducción en la frontal a la que nadie llega a tiempo; el penalti de Sergi Gómez es una acción propia de un entrenamiento, una entrada a destiempo tan clara que ni siquiera fue protestada; y la llegada más clara del Celta, el mano a mano con el que Charles pudo finiquitar la eliminatoria, se resolvió con la velocidad propia de un delantero falto de minutos.

La presión alta, la búsqueda de la posesión y de las combinaciones exige un ritmo endiablado

No son errores que se deban achacar exclusivamente a los futbolistas. La temporada pasada, Luis Enrique se empeñó en mantener enchufados a todos sus futbolistas, con rotaciones que costaron puntos, y que mantuvieron al equipo en la zona baja hasta bien entrada la segunda vuelta. El resultado final fue espectacular, con una gran racha que permitió terminar la Liga cómodamente. Eduardo Berizzo ha optado por confiar en un bloque, y la apuesta le ha salido bien. A pesar de los tres partidos que acumula sin ganar en Liga, el Celta suma 20 puntos mediada la primera vuelta. Consciente de que la estrategia entraña el riesgo de que los suplentes bajen su rendimiento, Berizzo ha esperado a la Copa para darles minutos. El problema ha sido el aterrizaje conjunto, que dejó una imagen más bien pobre en Las Palmas.

Lo mejor, el resultado

El 2-1 final que el Celta se trajo de Gran Canaria permite al equipo pensar en una factible remontada en el partido de vuelta. Una mínima derrota que pudo haber sido mucho más amplia, teniendo en cuenta los méritos de Las Palmas y los deméritos de los vigueses. En esta ocasión, la suerte se alió con Rubén Blanco y su larguero repelió el lanzamiento de penalti de Culio, todo un especialista a balón parado como sí demostró en el córner que acabó en el 2-0, un resultado que dejaba contra las cuerdas al Celta.

El cuadro de Berizzo mejoró con los cambios que, inevitablemente, señalaron a algunos de los menos habituales, como Madinda: el de Gabón, incapaz de hacerse con el balón en el centro del campo durante la primera mitad, e incluso relegado a la banda en un cambio de posición con Augusto Fernández, se quedó en la caseta en el descanso, sustituido por Orellana, probablemente el jugador más en forma de este Celta; o el mencionado David Costas, muy incómodo en la banda, por el que entró Jonny en busca de una profundidad de la que careció el Celta en todo momento; o el Tucu Hernández, cuyo caso es diferente a los anteriores. El internacional chileno, fichaje estrella, sigue sin ritmo a pesar de que le han sobrado oportunidades. Krohn-Dehli completó la terna de sustituciones, y el Celta acabó por encontrar el camino del gol.

Solo de penalti

Pero la racha de tres partidos sin marcar que acumulaba el equipo solo pudo ser interrumpida desde el punto de penalti, en una acción en la que Orellana se lesionó en el hombro. Habrá que esperar su evolución para saber si podrá jugar en el Bernabeu. Santi Mina asumió la responsabilidad. El canterano estuvo gris, consciente de que necesita reivindicarse como el comer, pero demostró su enorme responsabilidad transformando el máximo castigo que devolvía al Celta a la eliminatoria, a pesar de que tuvo que repetir el lanzamiento.

La Copa de este año es un caramelo al que el Celta no debería renunciar

Un gol en cuatro partidos, y de penalti, no es mucho bagaje para un equipo que en el Camp Nou cerró su racha en 16 partidos consecutivos viendo puerta. Quizá el partido de Las Palmas no era el más idóneo para recuperar la confianza, teniendo en cuenta la innovadora delantera, y el escaso protagonismo que tuvo el equipo en la parcela de ataque. Pero el gol de Santi Mina vale su peso en oro. Permite que el Celta tenga a tiro la posibilidad de continuar en la Copa, y de que estos futbolistas sigan teniendo oportunidades para crecer y reivindicarse, teniendo en cuenta que la temporada es muy larga, que todos van a ser necesarios, como quedó claro un año atrás, y que la Copa de este año es un caramelo al que, por todas esas razones, el club no debería renunciar.