Santiago Mina Lorenzo, mejor conocido como Santi Mina, es sin duda la gran promesa del fútbol vigués. El joven delantero está a apenas dos días de cumplir los 19 años y su progresión fulgurante de los últimos dos años parece haberse detenido ligeramente o, al menos, haber amainado. Con la llegada del espigado y fiero Joaquín Larrivey para cubrir la punta de ataque y la consolidación en los diagonales e impredecibles extremos del chileno Fabián Orellana y el sanluqueño Nolito, los minutos del siete vigués se han reducido a unos mínimos inaceptables para su crecimiento como futbolista. Sin embargo, en la mente de Santi sus argumentos están claros como el agua más vidriosa. Lucha, trabajo y humildad. Porque sólo unas sólidas alas te permitirán alzar el vuelo sin riesgo de estrellarte.

La inusual madurez de Santi Mina ha sido siempre motivo de halagos y esperanza. Desde su irrupción en la primavera de 2013, cuando apenas tenía recién cumplidos los 17 y en sus ojos todavía brillaba el aroma de una adolescencia que tocaba a su fin, este joven vigués asumió la responsabilidad que se le encomendaba. Iago Aspas abandonaba, apenas un par de meses después, la disciplina del equipo gallego, y Mina se convertía por herencia en la gran esperanza de la cantera. El hombre sobre el que se depositarían todas las miradas. Todos los sueños. Toda la ilusión.

Sin embargo, no es sino en los momentos de oscuridad cuando la verdadera luz emerge con insistencia. Sólo el luchador no se rinde cuando las circunstancias golpean con su habitual indiferencia. La carrera de un futbolista con tan poca experiencia en el fútbol de élite no sería sencilla. Al menos, no su arranque. ¿Fueron sencillos los primeros pasos de Luis Buñuel en el mundo del cine? ¿Consiguió Pablo Picasso que sus cuadros lograsen de un reconocimiento inmediato al comienzo de su carrera pictórica? Conducir con la inercia a favor no es trabajo que requiera un esfuerzo ingente, pero es en la dificultad donde se halla la gratificación.

Pocos minutos, mucha ilusión

El arranque de la primera temporada de Santi Mina como jugador oficial del primer equipo no ha sido el mejor imaginable. Los minutos escasean, las oportunidades son lingotes de oro que cabe guardar con recelo y la frustración es una compañera peligrosa que, en cualquier momento, puede aparecer por cualquier costado. Pese a ello, y también independientemente de su juventud, el delantero vigués se caracteriza en todo momento por su mente preclara, sus ideas fijas y su impetuosa perseverancia. Ante los micros de A Madroa, Mina aseguró este jueves que su única intención es "afrontar cada semana con humildad y trabajo con el objetivo de disponer de minutos el fin de semana", añadiendo también que no piensa en ningún momento en irse, sino que lo único que pasa por su cabeza es "dar el máximo" y demostrar que puede "disponer de minutos en el Celta de Vigo".

Y es que, a lo largo de las pocas oportunidades de las que ha gozado Santi Mina esta temporada, se ha podido apreciar que su ímpetu sobrevuela a sus limitaciones. Rendirse no es una opción, y en la marea viva de la lucha por un puesto titular en Primera División, el camino es largo y el papel de la fijación de objetivos claros, fundamental. Prueba de ello fue la asunción de riesgo que tomó el pasado martes ante la Unión Deportiva Las Palmas en Gran Canaria, al decidir personalmente lanzar el penalti que devolvía a los vigueses a la eliminatoria. A este respecto, Mina se acordó también de su compañero Charles, otro futbolista que tampoco vive su mejor momento en el interior de la plantilla viguesa en lo referido a minutos y goles. Sobre el brasileño, el atacante gallego aseveró que "su gesto fue bonito teniendo en cuenta que él también vive una situación de necesidad goleadora".

Santi Mina, reflejo de la esperanza viguesa (Foto: Ricardo Grobas).

Santi Mina, a través de sus palabras, transmite juventud pero también sobriedad y solvencia. El compañerismo es un valor esencial en el seno de la institución viguesa, y este joven canterano lo cristaliza con la mayor de las purezas. Su madurez mental es indiscutible, probada también al opinar acerca del tema del momento: la presencia de grupos violentos en el fútbol español. Sobre ello, Mina se mostró firme, asegurando que "la violencia debe ser erradicada del fútbol" y que éste no debe ser otra cosa más que "una fiesta para todos los que participan en él".

Si finalmente esta joven promesa logrará triunfar o, al menos, confirmar las expectativas generadas sobre su figura, todavía es una incógnita. Sin embargo, los condicionantes no pasan desapercibidos y la base del éxito no reside en otro lugar que en la ausencia de miedo y cobardía. Y es que ninguna estrella brilla más que aquella que mira a los ojos a la oscuridad y la convierte en su más fiel aliada. Santi Mina todavía es un proyecto de futbolista, gestándose a fuego lento como las grandes obras de arte. Sin embargo, ya se puede afirmar sin titubeos que en él se descubre a un humano de ideas claras y objetivos grabados en piedra. En sus ojos, los mismos que hace apenas año y medio relucían de ilusión, se define, retal a retal, letra a letra, la palabra perseverancia.