Por una parte, se puede afirmar que el Celta hizo un buen papel en el Sánchez Pizjuán; que dominó a uno de los equipos potentes de la Liga en su estadio, e incluso en inferioridad numérica; que tuvo buenas ocasiones para derrotarlo; y que solo un error puntual, y una decisión arbitral desequilibraron la balanza en su contra.

Seis derrotas consecutivas obligan a mirar el ombligo propio para deducir que el Celta tiene un problema

Pero, por otra parte, se puede concluir que el equipo vigués sigue en caída libre. Siete jornadas sin marcar, y seis derrotas consecutivas, obligan a mirar el ombligo propio para deducir que el Celta tiene un problema grave. Que esa falta de gol a pesar del buen juego es aún más peligrosa precisamente por eso, por el buen juego, lo que hace aún más difícil la búsqueda de soluciones. Y que el protagonismo arbitral, con decisiones rigurosas o directamente erróneas, pasa de ser anecdótico a amenazar la temporada de un equipo cuando se convierte en una constante.

Variante táctica

No se puede decir que Eduardo Berizzo no sea consciente del problema. Al contrario. Su búsqueda de soluciones es constante, incentivada por las ausencias de jugadores importantes. En Sevilla intentó sacar provecho de las ausencias de Nolito, Larrivey y Augusto Fernández con otra vuelta de tuerca. Modificó incluso el dibujo, premiando al Tucu Hernández con una posición más cercana a la de mediapunta que reclama, liberando en parte al chileno de las obligaciones defensivas con las que tanto sufre. Y en la delantera, Santi Mina y Orellana intercambiaban las bandas a las que están tan acostumbrados. El chileno ocupó el carril izquierdo de Nolito, y el canterano se fue a la derecha, dejando la punta de ataque para Charles.

Cambió el equipo, cambió la táctica, pero no cambió la dinámica. El Celta se hizo con los mandos del partido, dispuesto a cambiar su destino a base de dominio, de toque y de esfuerzo. Sin importarle el rival que tenía delante. Como siempre ha hecho.

Malditos

Fue entonces cuando se empezó a notar ese peso extra que lleva el equipo en la maleta. Esa ansiedad fruto de una mala racha que le ha hecho entrar en la historia por la puerta de atrás. La falta de gol queda en evidencia en el peor momento, cuando más cerca está el balón de la portería rival. Y es ahí donde el Celta se convierte en previsible, en inofensivo.

La racha se extiende hasta los 666 minutos sin marcar, amenazando los peores registros de la Liga

Charles, como otras veces, fue la cabeza visible de la falta de pegada viguesa. El brasileño está ante su gran oportunidad esta temporada, con cuatro partidos por delante tras la sanción a Larrivey. Quizá está doblemente presionado en busca del gol. Quizá por eso eligió la peor opción, el exterior, en un mano a mano con Beto, cuando Mina esperaba con la caña. Quizá por eso estuvo lento en la definición tras un regalo de la zaga. Quizá por eso se marchó contrariado cuando fue el segundo damnificado por la expulsión, consciente de haber desaprovechado otra oportunidad.

Pero el caso es que el gol no llegó, y la racha se extiende hasta los 666 minutos sin marcar, amenazando los peores registros de la Liga, en poder del Sabadell y del Castellón.

La misma canción

La falta de gol no es el único vicio que se ha permitido el Celta de Berizzo en esta primera vuelta. De todos es conocida la ausencia de peligro en las acciones a balón parado. Pero, de repente, estas se han convertido también en un problema. Una acción a favor que se convierte en una contra letal del rival. Ya no es la primera ni la segunda vez que pasa. Y, como todos los malos hábitos, una vez que se coge, es muy difícil deshacerse de él.

En el Pizjuán no fue un córner, fue una falta lateral. La sacó Krohn-Dehli y despejó la defensa. Cuando el rechace favorecía a los olívicos, apareció Radoja. El serbio tiene la virtud de intentar jugar siempre, que se convierte en el vicio de no ser expeditivo cuando la acción lo demanda. Como le había sucedido contra el Villarreal, perdió un balón que resultó determinante. Dio un pase atrás que se quedó corto, y Planas tuvo que enmendarlo con una dura entrada que lo llevó a los vestuarios. Quizá se precipitó, como Fontàs la temporada pasada en Anoeta, pues quedaban compañeros por detrás. O quizá pensó que el minuto 20 es demasiado temprano para ver la tarjeta roja directa. En cualquier caso, el partido se rompió.

Otro partido condicionado por el arbitraje

Hay vicios que adquiere uno mismo, fruto de las debilidades propias del ser humano. Pero hay otros que vienen impuestos por terceros. Es el típico caso de las "malas influencias", de las que los padres quieren alejar a sus hijos adolescentes y fácilmente influenciables.

Un gol en contra es una losa demasiado pesada, suficiente para tumbar al Celta

En el caso del Celta de Berizzo, los árbitros se están convirtiendo en ese acompañante del que desconfiar por su mala influencia en la marcha del equipo. El técnico, padre de la criatura, se afana en advertir al entorno de lo importantes que resultan determinadas decisiones. Pero estas se siguen produciendo sin descanso, sean penaltis extremadamente dudosos, como el del Bernabéu, goles mal anulados, como en la Rosaleda, o una expulsión tempranera y rigurosa como la del Sánchez Pizjuán. Velasco Carballo interpretó la entrada de Planas como roja. No es un error categórico sino una jugada opinable, que condiciona el resto del partido, y resulta destacable, convirtiendo al árbitro en uno de los protagonistas. Y, lamentablemente, eso lleva ocurriendo muchas semanas consecutivas.

Regalo de reyes

Por último, hay vicios que se adquieren poco a poco, con el paso del tiempo. Puede que sean los peores por inadvertidos, porque llegan sin avisar y para quedarse. En el caso del Celta, los errores defensivos pertenecen a esta categoría. Ya se ha comentado aquí cómo el equipo de Berizzo pasó de ser uno de los más seguros atrás, enlazando varios partidos sin encajar, a ser un manojo de nervios en las acciones a la contra del rival. Un defecto, eso sí, que ya se intuía en la gira inglesa de pretemporada. No solo no se ha corregido, sino que se agrava con fallos puntuales, como el que costó la derrota en Sevilla. Sergio, un auténtico seguro de vida, se vistió de rey mago para servirle en bandeja los tres puntos a Pareja, dejando libre su palo en un saque de falta.

Como ya se ha visto en cinco de los anteriores seis partidos, un gol en contra es una losa demasiado pesada, suficiente para tumbar al Celta, y más en inferioridad numérica. Quedan como consuelo las buenas sensaciones que dejó el equipo. Son la base sobre la que construir la recuperación. Pero siempre y cuando se solucionen los vicios con los que este equipo ha empezado el año.

VAVEL Logo
Sobre el autor
Miguel Gallego
Periodista. Más de tres lustros de aventuras. Las cosas que pasan no siempre nos gustan, pero alguien tiene que contarlas...