Un empate en casa no se suele considerar un gran resultado. Pero cuando llega contra uno de los equipos punteros del campeonato, tras una nefasta racha de resultados, sobreponiéndose a los elementos, y dando una buena imagen, la sensación que deja es más agradable.

Cambio en el elenco

El Celta se vestía de tiros largos para recibir al Valencia. Era noche de estreno en Balaídos, o por lo menos los actores principales de Berizzo buscaban estrenarse como goleadores en 2015, después de acumular casi doce horas de juego sin marcar. La cita era complicada, y el técnico volvió a darle otra vuelta de tuerca a sus sistema en busca de la reacción. Sobre el escenario se vió un nuevo esquema, un 1-5-3-2 con Radoja incrustado en la defensa. Una apuesta con rendimiento inmediato.

El equipo vigués, acostumbrado a ganar la batalla de la posesión, también consiguió quitarle el balón al Valencia que, a pesar de llegar lanzado por la victoria sobre el Real Madrid, no se encontró cómodo en ningún momento. Pero, como bien sabe ya el celtismo, una cosa es dominar, y otra plasmar ese dominio en forma de goles.

Primer acto: se masca la tragedia

Ya se ha explicado en estas líneas el alto grado de nerviosismo que se ha ido apoderando de los delanteros vigueses en los últimos dos meses. Superado el techo de minutos sin marcar del equipo, cada segundo martilleaba sin cesar en sus cabezas. Tic, tac, tic tac... Y la racha seguía su curso, imposible de detener.

Superado el techo de minutos sin marcar de los célticos, cada segundo martilleaba en sus cabezas

El papel protagonista estaba reservado a Fabián Orellana. El héroe de la tragicomedia céltica. Aquel que debe ir superando pruebas hasta el triunfo final. Y no fueron pruebas fáciles: un mano a mano con Diego Alves que no fue capaz de resolver, e incluso un penalti, otro penalti que, atenazado, lanzó a media altura al palo que ya cerraba el portero, auténtico especialista en esta suerte.

Segundo acto: ni con cinco

En los últimos tiempos, el otro talón de Aquiles del Celta está siendo su defensa. Los clásicos apagones de una zaga que comete un error en el peor momento y, descolocada, recibe un mazazo en cuestión de segundos. Ya no es la primera ni la segunda vez que sucede esta temporada. Con el partido controlado, con un rival que se conforma con aguantar las embestidas locales, es el equipo vigués el que posibilita el gol.

La defensa de cinco funcionó, pero no pudo impedir ese apagón, ese error puntual

Andreu Fontàs es conocido por su capacidad para sacar el balón jugado. Pero, en ocasiones, peca de exceso de confianza. Un pase largo y raso del central buscando a Jonny se quedó corto en un lugar del campo muy peligroso. Rodrigo aprovechó el regalo, galopó sin oposición de manera incomprensible, y clavó un puñal en las entrañas de un equipo herido. Sergio tampoco ayudó esta vez, colaborando en que el resultado fuese trágico al descanso. La apuesta de Berizzo por una defensa de cinco funcionó, pero no pudo impedir ese apagón, ese error puntual que amenazaba con convertirse en otra derrota mínima e injusta. Sin duda un problema en el que habrá que seguir pensando.

Tercer acto: la redención

Los problemas se acumulaban. Otra vez los de Berizzo se encontraban por detrás en el marcador, y el técnico tenía que tirar de ingenio para recomponer el equipo tras la lesión de Hugo Mallo, que se cierne como una sombra sobre el lateral de Marín. Fue la oportunidad para Nolito, héroe descendido a los infiernos desde su estreno en la escena internacional, mientras Radoja, un secundario de lujo en este Celta, se reinventaba otra vez como lateral.

Pero una buena tragicomedia nunca está exenta de ironía o de sarcasmo. Y tenía que ser Orellana el que sacase al equipo del lío en que lo había metido en la primera parte. Y, además, a balón parado. Justo después de pedir penalti en una incursión de Nolito por la izquierda, el córner resultó la mejor de las recompensas. Charles, esta vez sí, ganó el balón por arriba para prolongar al segundo palo, y allí apareció el chileno. Esta vez ni siquiera Alves y dos defensas sobre la línea de gol fueron suficientes para repeler su remate. Orellana recuperó la sonrisa, y Balaídos respiró aliviado. El Celta detenía el maldito reloj en 727 minutos. La peor marca en la historia del equipo pero, por lo menos, no en la de la Liga.

¿Continuará?

Más allá de los fríos números, es innegable que el Celta necesitaba un gol de manera imperiosa. Se notaba en cada balón que llegaba a las inmediaciones del área rival. Se notaba en el lenguaje corporal de los actores vigueses, en sus caras, en sus reacciones. Y se notó en la celebración del gol, una explosión de júbilo solo comprensible por quien ha completado al fin una penosa travesía.

Entre Orellana y Charles no pudieron culminar lo que hubiese sido la guinda, ese final feliz que el celtismo deseaba

El gol abre una nueva etapa en una temporada que, de momento, había registrado una primera fase ascendente, y una inexplicable caída a los infiernos en los últimos meses. Que el equipo se liberó de la presión que lo atenazaba quedó claro en la última media hora del partido, en la que pudo haberse llevado los tres puntos. Desgraciadamente, entre Orellana y Charles no pudieron culminar lo que hubiese sido la guinda, ese final feliz que el celtismo deseaba. En cualquier caso, hay que valorar el empate en su justa medida, como un punto de inflexión en la temporada, justo cuando esta llega a su ecuador. A partir de ahora el Celta puede volver a ser un equipo normal, de los que alternan buenos y malos resultados, pero sin tener la sensación de estar asistiendo a una función repetida.

Para esta nueva etapa que comienza, el Celta contará con viejos conocidos, pero también con alguna cara nueva. La llegada de Bongonda se espera que traiga aire fresco para la delantera, sobre todo ante hipotéticos bajones de forma de Nolito y Orellana, grandes sustentos del equipo. Pero, por su juventud, sería un error pensar en él como figura a corto plazo. Para eso está la gran esperanza céltica: Pablo Hernández. El celtismo sigue esperando por su fichaje estrella para esta temporada, que no dio la medida real de sus posibilidades en 2014. Con la llegada del nuevo año, parece que ha dado un paso al frente. En Sevilla cuajó una buena primera mitad. Contra el Valencia fue, por momentos, el dueño del centro del campo. Además, su poderío en los balones divididos será de gran ayuda. Casualidad o no, su despegue ha llegado cuando ha empezado a jugar de mediapunta, la posición que llevaba meses reclamando.

La otra cara de la moneda es la lesión de Hugo Mallo, que ha apartado al lateral del equipo justo en el momento en que se encontraba en un estado de forma ideal. La escasez de efectivos en los laterales amenaza seriamente al equipo de Berizzo.