Si algo distingue a las grandes remontadas es el ambiente de épico que se genera en los días previos. Difícil cuando se juega como visitante. Difícil también cuando otras cuestiones desvían el foco de la actualidad del propio partido. Con todo, esa fe apareció el día del envite. A medida que se acercaba la hora se palpaba un ambiente de “¿por qué no?” alrededor del Celta. El torniquete a la hemorragia liguera de los últimos dos meses reforzaba esa idea. El mal momento que atraviesa el Athletic Club, también.

Y a punto estuvo de darse. El Celta hizo lo más difícil: anotó dos goles y se quedó solo a uno de la remontada. Remó y remó para acabar cayendo en la orilla. Faltó el canto de un duro.

Juego de niños

Los jóvenes, los más destacados del primer tiempo

Ambos entrenadores se decantaron por onces mixtos, en los que alternaron titulares habituales con suplentes. El partido comenzó pero la esperada salida en tromba del Celta no se produjo. Más bien al contrario. Fue el Athletic el que llevó la voz cantante en los primeros minutos del partido. Un Iñaki Williams muy activo fue la principal baza ofensiva de los locales. El joven delantero ofreció movilidad y unos interesantes desmarques de ruptura que incomodaron a Fontàs y a Cabral. Solo habían pasado dos minutos cuando el atacante bilbaíno tuvo la primera ocasión, ganando por velocidad a la espalda de la defensa celeste y chutando fuera desde una posición escorada.

A pesar de las buenas sensaciones, el cachorro todavía no es león y a la hora de la verdad perdió la mayoría de los duelos con los centrales celestes, muy superiores en lo físico. Choques, saltos y balones divididos eran barridos por Cabral y Fontàs, perfectamente secundados por un Radoja que cada día se parece más al futbolista que deslumbró a principios de temporada.

Santi Mina destrozó a Balenziaga. (Foto: LOF).

Con el paso de los minutos el Celta se fue desperezando. Los gallegos también contaban con un niño revoltoso en su alineación titular y pronto empezó a dejarse ver. Santi Mina le ganó una carrera de 50 metros a Balenziaga para acabar chutando y encontrando la respuesta de Herrerín. Era solo el principio de la terrible noche que el canterano céltico le iba a dar al lateral de Zumárraga. El delantero vigués, cada vez más asentado, contó con un socio de lujo en sus diabluras: Fabián Orellana. El chileno nunca se esconde. Su electricidad aparece en todos los partidos. Incansable. A partir de sus dos extremos, el Celta empezó a crecer en el partido.

Alguna ocasión, poco juego

Las intentonas de ambos equipos se basaban en la voluntad algunos de sus jugadores. Ni rastro del colectivo. El Celta no era capaz de hilvanar y el Athletic tenía prisa en buscar a Williams al espacio. La única ocasión de los locales llegó de la mano de Ibai Gómez, que remató de cabeza sin demasiado peligro para que atajase Rubén.

Santi Mina fue una pesadilla para Balenziaga

Por parte celeste, Orellana y Santi Mina pusieron a prueba a Herrerín. Primero el canterano, rematando dentro del área un balón que llevaba camino de gol, pero que golpeó en el brazo de De Marcos. El árbitro no señaló penalti. Sí indicó falta minutos después, cuando una cabalgada del chileno acabó cortada por Beñat. El propio Orellana ejecutó el golpe franco desde la frontal, pero el guardameta vasco respondió muy bien despejando el cuero.

En el tramo final del primer tiempo, de nuevo Mina apareció para provocar una falta de la nada en la línea de fondo. Un mini-córner que sacó Álex López y encontró la cabeza de Sergi Gómez, que remataba fuera.

Licencia para soñar

Apenas había arrancado el segundo tiempo cuando el partido dio un vuelco. Otra vez Santi Mina haciéndole la vida imposible a Balenziaga, ganándole la espalda y poniendo un peligroso centro al corazón del área que no encontró rematador…celeste. Fue Etxeita el que al intentar despejar se metió el balón en su propia portería. El runrún de San Mamés ya era un murmullo altisonante.

Bongonda tuvo un debut discreto. (Foto: LOF).

El gol quitó las cadenas a los vigueses que empezaron a percutir con insistencia. Eran los mejores minutos del Celta en la eliminatoria. Los celestes embotellaron al Athletic en su área, atenazado por las dudas de su propia situación. Devorados por los nervios, los rojiblancos se fueron achicando más y más. Borja Fernández (en el campo desde el arranque del segundo tiempo) y el Bongonda (entró tras el gol), relevaron a Augusto y a Álex López.

Fruto de las trayectorias convergentes de ambos equipos llegó el segundo gol. Tras un rechace a la salida de un córner, Muniain hizo una cesión suicida hacia su propia área, Mikel Rico se apresuró a despejar, pero Charles, muy listo, se adelantó y provocó penalti. Santi Mina pidió el balón, pero Orellana quería quitarse la espina de la pena máxima fallada el pasado sábado ante el Valencia. El chileno tiró de jerarquía y no falló. Su tanto daba un vuelco a la eliminatoria. El murmullo altisonante de San Mamés ya era pavor a que se consumase el desastre.

Faltó la puntilla

Aduriz mejoró al Athletic; Pablo Hernández no hizo lo mismo con el Celta

Todavía faltaba media hora y el milagro era posible. El Athletic estaba grogui, a punto de caramelo. Con los locales tambaleándose por el verde, el Celta se lanzó a por la guinda final. Varios escarceos hacían temer lo peor para la afición bilbaína. Valverde reaccionó sacando a la artillería: Aduriz e Iraola entraron al campo por Williams y Beñat. Galones. La simple presencia del delantero guipuzcoano intimidó a los visitantes. El de San Sebastián tuvo su ocasión, pero Rubén, muy acertado, se cruzó en su camino hacia el gol. Berizzo también movió el banquillo. Orellana, dolido tras un golpe, dejó su sitio a Pablo Hernández, quizá buscando juego aéreo, quizá buscando último pase. Quién sabe. Lo único cierto es que Krohn-Dehli y Nolito se quedaban sin jugar.

Pablo Hernández no aportó nada al juego del Celta. (Foto: Alfredo Aldai | EFE).

A partir de que el Athletic se repuso del miedo producido por el gol de Orellana, las posibilidades de remontada del Celta se fueron diluyendo. El equipo vigués perdió fuelle, empaque. El agotamiento de Santi Mina se tradujo en pérdida de presencia ofensiva. Los minutos iban pasando y todo parecía abocado a una jugada aislada que completase la machada o a una contra de los bilbaínos que matase de raíz cualquier esperanza visitante. Ninguna de las dos situaciones se produjo.

El partido acabó sin remontada celeste. Sin embargo, esta victoria es una nueva y valiosa inyección anímica que refuerza la del sábado en Liga ante el Valencia. El Celta no encontró los cuartos pero encontró la autoestima. Confianza. Esta eliminación puede traer efectos muy positivos para un equipo sumido en la ansiedad en los últimos dos meses. Por el contrario, el Athletic estará en la siguiente ronda contra el Málaga, pero la sonora pitada que San Mamés dedicó a los suyos al término del encuentro hace pensar si la Copa puede ser un premio o un castigo para los Leones.

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Sobre el autor
Borja Refojos
Estuve en VAVEL desde octubre de 2012 a enero de 2016. En ese período coordiné la sección del Celta desde julio de 2013 hasta diciembre de 2015, así como la cobertura del Mundial 2014, además de escribir crónicas, reportajes y todo tipo de artículos informativos. Actualmente trabajo como redactor en la Axencia Deportiva Galega (ADG Media) y colaboro en tuRadio 88.4 Vigo. Email de contacto: [email protected]