A raíz de la imparable propagación del cristianismo por el Imperio Romano durante el siglo I, interpretada como una amenaza, varios emperadores (principalmente Nerón) decidieron extirpar esta nueva religión, iniciando persecuciones y matanzas. Una forma de llevar a cabo estas ejecuciones era un espectáculo que consistía en soltar a los cristianos en el Coliseum de Roma para que fueran devorados por los leones, ante la mirada de 50.000 espectadores enloquecidos.

1.900 años después, otro Coliseum vio en directo la caída de una fe, aunque de manera distinta. Puede que los jugadores del Celta fueran los cristianos, pero desde luego que los del Getafe no fueron leones, ni Quique Sánchez Flores fue Nerón y desde luego que en el Coliseum Alfonso Pérez no había 50.000 espectadores. Ni de lejos. Lo único cierto es que los celestes volvieron a quedarse sin ganar (y ya van diez jornadas). Y lo que es peor, ofrecieron muestras de una incapacidad y una impotencia que nunca antes habían trasmitido hasta la semana pasada en Cornellà.

Juego de errores

El Getafe arrastraba una racha casi idéntica a la del Celta: nueve jornadas sin ganar en Liga. Esas dinámicas pesan y el partido empezó frío, nervioso, en consonancia con las desiertas gradas del Coliseum. Muchas imprecisiones en el medio e incapacidad de ambos para dominar el juego.

Así marcó Álvaro el primer gol del Getafe. (Foto: Jesús Aguilera | AS).

A falta de aciertos, la balanza parecía destinada a desnivelarse a partir de un fallo. Se suele decir que el fútbol es un juego de errores, y de ellos nacieron los goles que abrieron el marcador. El primero, el del Celta, llegó al cuarto de hora, tras un despeje de Naldo hacia un lateral. Nolito, muy listo, aprovechó el descuido general de los azulones para sacar con rapidez de banda y dejar a Charles solo ante Codina. El brasileño no perdonó y transformó su primer tanto en la presente Liga (en la anterior convirtió doce).

Pero la alegría dura poco en casa del pobre. Solo necesitó cuatro minutos el Getafe para volver a nivelar el marcador. Una jugada bien trenzada acabó en Sarabia sirviendo un balón al espacio para Álvaro Vázquez que se aprovechó de la falta de contundencia de Sergi Gómez y de la desaparición de Planas, para definir con tranquilidad ante Sergio.

Equilibrio de imprecisiones

El gol azulón fue un mazazo para la débil moral celeste. Los de Berizzo volvieron a evidenciar el estado de ansiedad permanente en el que navegan las últimas semanas. Incapaces de sobreponerse, empezaron a jugar contra natura: balones directos desde la línea defensiva buscando prolongaciones o algún rechace para la segunda jugada. El centro del campo no existía. Krohn-Dehli ya no está como al principio y a Augusto Fernández aún se le está esperando. Solo Radoja rendía a buen nivel, cosiendo al equipo por el medio e intentando dar criterio al primer pase.

A falta de buen juego, el Celta tampoco mostró actitud

El Getafe no estaba mucho mejor. Tan solo Sarabia (que volvió loco a Planas) y Sammir ponían algo de luz en la oscuridad del juego local. La pelota llegaba algo atropellada al tramo final del campo. Aun así, Álvaro Vázquez creó muchos problemas a la insegura defensa celeste. El catalán, cual depredador, buscó insistentemente el lado más débil de la retaguardia viguesa: el hueco entre Sergi Gómez y Planas, que firmó un partido desastroso.

Las ocasiones llegaban a cuentagotas. Una falta muy lejana de Sarabia atrapada por Sergio, un disparo desde la frontal del canterano madridista que se fue desviado y una internada de Sammir que acabó en un flojo disparo a las manos del guardameta de Catoira. El Celta no encontraba el camino que sí había logrado transitar el Getafe aprovechándose de la debilidad defensiva celeste.

Auto de fe

La segunda parte fue bien distinta y no porque mejorase el nivel futbolístico. Pero cuando las cosas no se consiguen a través de la pelota, se suele apelar a la testiculina. A la fe. Y ahí sí, el Getafe superó ampliamente al Celta. Los de Quique se lanzaron de cabeza hacia la portería de Sergio desde el principio: un disparo de Arroyo desde lejos, el primer aviso.

El equipo local siguió percutiendo con insistencia y a través del empuje arrinconó a los celestes en su área. Un disparo de Álvaro, varios saques de esquina consecutivos, y un chut venenoso de Sarabia. Intentos variados ante un Celta en el que solo Jonny daba la talla. El único recurso ofensivo de los vigueses seguía siendo el patadón y tentetieso, algo impropio en su propuesta futbolística.

Con el paso de los minutos, el dominio azulón se acrecentó. Los tres de arriba no bajaban, Radoja ya no podía contener las oleadas locales y atrás solo Jonny —secundado un poco por Cabral— capeaba el temporal. Quique, que ya había movido el banquillo en el descanso, introduciendo a Escudero por Roberto Lago, siguió agitando el manzano, dando entrada a Pedro León por Hinestroza, buscando nuevos bríos y una mayor precisión en el último pase. La reacción de Berizzo se limitó a meter a Santi Mina por un agotado Orellana.

Tanto va el cántaro a la fuente…

El guion del partido estaba bien marcado y ya no iba a cambiar. El Getafe insistía con la profundidad de Álvaro Vázquez, el dinamismo de Sarabia y la clase de Sammir, ahora bien secundados con la calidad de Pedro León. Fue precisamente el murciano el que ejecutó un córner al corazón del área pequeña que se disponía a rematar a la red Alexis. Justo en ese momento, apareció Radoja lanzándose cual portero, para despejar con la mano el preciso envío. Mateu Lahoz señaló penalti, cosa que no hizo minutos antes cuando Naldo desvió con la mano un disparo de Charles. El árbitro le perdonó la roja al serbio, mostrándole amarilla.

A base de empuje, el Getafe superó al Celta

Parecía que por fin había llegado el premio para la insistencia del Getafe. Lo malo de los penaltis es que hay que meterlos. Es una perogrullada pero es así. Diego Castro ejecutó al estilo Panenka, pero la pelota cogió demasiado vuelo y se fue fuera tras estrellarse contra la parte superior del larguero. Al Celta se le había aparecido la virgen.

Foto Dani Sánchez | AS.

Parecía una señal. De quedarse con diez y perdiendo 2-1, el Celta seguía empatando y con sus once hombres sobre el campo. Era el momento de una reacción, una reacción que nunca llegó. Ni desde el césped ni desde el banquillo. Jugadores que debían dar un paso adelante en esta situación, como Nolito y Krohn-Dehli, estuvieron desaparecidos. En el caso del danés puede ser achacable al cansancio de haberlo jugado casi todo en la primera vuelta, pero el gaditano no dio señales de vida en todo el encuentro salvo por su pillería en la jugada del gol. Berizzo tampoco ayudó, metiendo los dos cambios restantes en los minutos de la basura. Ni Larrivey ni Bongonda tuvieron tiempo para cambiar nada.

Los celestes no ven la luz al final del túnel

Con este panorama, aguantar el resultado y rescatar un punto parecía la única opción plausible para el Celta. Sin embargo, este equipo no está hecho para defender y, como ocurrió la semana pasada en Cornellà, los celestes acabaron claudicando en el tramo final. Algo tan sencillo como un pelotazo al área desde 50 metros acabó en el gol de la victoria del Getafe: una disputa área terminó con la pelota en los pies de Sammir. El croata se sacó el conejo de la chistera con un pase con el calcaño para Sarabia que, absolutamente solo, remató a romper para poner el segundo y definitivo tanto azulón.

Cinco minutos después del gol acabó el partido y los celestes ni siquiera fueron capaz de morir en el área rival. El Getafe fue capaz de poner fin a su mala racha a costa de ahondar en la del Celta, que ha perdido hasta el buen juego en esta travesía por el desierto que a punto está de cumplir tres meses. Solo la incapacidad de los demás equipos de la zona baja ha sido capaz de mantener a los de Berizzo a cinco puntos del descenso, pero el choque contra el Córdoba del próximo sábado adquiere una trascendencia capital para un Celta que sigue sin ver la luz al final del túnel.