Pontevedrés de nacimiento, Pasarín actuaba como zaguero en el sector izquierdo y, de acuerdo con la terminología anglosajona que tan de moda estaba en el football, era lo que en aquellos tiempos se conocía como un ‘back’. Defensor robusto que destacaba por su sentido de la anticipación, su intuición le conducía casi siempre a colocarse en el lugar adecuado para cortocircuitar las ofensivas contrarias. Su corpulencia y su capacidad de intimidación sustentaban al equipo en una época en la que apenas se posicionaban dos hombres en la última línea. Fue uno de los futbolistas que vivió la famosa fusión entre el Fortuna —equipo en el que jugaba— y el Vigo Sporting en el año 1923. Ambos equipos se disputaban año tras año la supremacía del fútbol regional pero, tras muchas conversaciones, llegaron al acuerdo de fusionarse en un único club, el Real Club Celta de Vigo.

Pasarín (Foto: yojugueenelcelta.com)

Por entonces Europa todavía se encontraba convaleciente tras las irreparables heridas causadas por la Primera Guerra Mundial. El imperio austro-húngaro ya era historia y Nicolás II, último representante del régimen zarista, había abdicado siete años atrás. España vivía en plena dictadura de Primo de Rivera y todavía faltaban ocho años para que se proclamase la Segunda República. Han pasado desde entonces más de 90 años.

La chispa que encendió la rivalidad

La plantilla del equipo que por entonces vestía de rojo disponía de cerca de 60 futbolistas pero Pasarín —que contaba por entonces 21 años de edad— no tuvo problemas para hacerse un hueco entre los habituales. La primera competición oficial que disputaba el equipo recién creado iba a ser el Campeonato Gallego de 1923, en el que el Celta se impuso con claridad al Eiriña, Unión Sporting y Racing de Ferrol, únicos equipos inscritos. El zaguero céltico fue uno de los protagonistas en aquel primer título y también participó en el primer encuentro oficial del equipo en la Copa de España, con un empate a un gol frente al Athletic en el campo vigués de Coia.

La fusión de Vigo Sporting y Fortuna se veía como una manera de concentrar el potencial de ambos equipos en un único club. Sin embargo no a todo el mundo le gustó la idea y cuatro futbolistas del recién creado Real Club Celta se declararon en rebeldía poco antes de disputar los primeros partidos oficiales. Chiarroni, González, Isidro y Luis Otero decidieron abandonar unilateralmente el equipo vigués y fichar por el Deportivo de La Coruña. El Celta denunció los hechos ante la Federación Gallega, que inhabilitó a los futbolistas hasta mayo de 1924 y a su nuevo equipo por alinearlos. Esta fue la causa por la que los coruñeses no pudieron participar en el Campeonato Gallego que tuvo lugar en aquel curso. Especialmente doloroso para el Celta fue el gesto de Luis Otero, olímpico con España en Amberes y cuya familia poseía una conocida tienda de ultramarinos en Vigo. La ya casi centenaria rivalidad entre los dos grandes del fútbol gallego comenzó en ese instante y aquel episodio se puede considerar el primero de una larga lista que llega hasta nuestros días.

Nace 'O noso derbi'

Alineación del Celta en Riazor (09/11/1924)

Es por este motivo que el primer Deportivo-Celta de la historia no tuvo lugar hasta el 9 de noviembre de 1924. El viejo Riazor acogía el evento en un día lluvioso, propio del invierno gallego, pese a lo cual se registró una enorme afluencia de público. El club coruñés solicitó la asistencia de un delegado federativo para que contrastase la correcta actitud de los aficionados, puesta en entredicho por algunos periodistas de la ciudad olívica. Las crónicas de entonces ya recogen expresiones como “enconada rivalidad” o “actitud del público herculino injustamente calumniado por cronistas despechados”. En resumen, un derbi con poco o nada que envidiar a los actuales.

Poco después de las 3 de la tarde se iniciaba el choque, cuya primera mitad ofreció ráfagas de dominio alterno. Por el Celta —con casaca roja— emergió la poderosa figura de Pasarín, mientras que en el Deportivo ofrecieron su mejor versión los tránsfugas, especialmente Luis Otero. La enorme cantidad de agua acumulada dificultaba la continuidad en el juego aunque fue el Celta el que gozó de las mejores oportunidades a través de centros de Reigosa que ni Polo ni Correa consiguieron materializar. Atrás, Luis Casas Pasarín se bastaba para mantener a raya las ofensivas coruñesas, sin capacidad para superar al coloso pontevedrés.

Luis Otero encendió la mecha de los derbis (Foto: yojugueenelcelta.com)

La segunda mitad continuaba con una tónica parecida, con las defensas imponiéndose a las pobladas delanteras hasta que una mano del céltico Juanito fue castigada con la pena máxima. Leonardo transformaba y, casi sin tiempo para digerir el golpe, llegaba el segundo gol. En este caso anotaba Pereira con la colaboración del guardameta visitante Rubido, muy desafortunado en los segundos 45 minutos. Los subsiguientes ataques del Celta no encontraron premio, casi siempre con Luis Otero convertido en héroe de la zaga coruñesa. Todavía tendría tiempo Pereira, eso sí, de anotar un gol más y establecer el 3-0 definitivo. El Deportivo fue mejor en la segunda mitad aunque el resultado final se antojaba excesivo para los méritos contraídos por unos y otros. Por parte del Celta destacó por encima de todos la figura de su defensor izquierdo. Pasarín se mostró como un valladar y poca o ninguna responsabilidad tuvo en los goles recibidos.

Coleccionando méritos

El equipo se marchó dolido para Vigo pero la revancha llegaría en el partido de vuelta, en el que el Celta devolvió el 3-0 a los blanquiazules. Los dos equipos terminarían empatados el Campeonato Gallego, proclamándose campeón el Celta por mejor diferencia de goles. Pasarín sumaba a su palmarés un nuevo título gallego, que engordaría al año siguiente para totalizar tres con el Celta.

También logró la internacionalidad durante su época como jugador céltico, participando en los Juegos Olímpicos de París 1924. Sin duda se trataba de uno de los mejores defensores de la época en España y así lo demostró durante aquella década.

Tras perder el máximo galardón regional ante el Deportivo en 1927, el Celta lo recuperaría en 1928, año en que se cambió el campo de Coia por el nuevo estadio municipal. Por supuesto, Pasarín participó en el partido inaugural del estadio de Balaídos, disputado el 30 de diciembre de aquel año y en el que los de Vigo endosaron siete goles al Real Unión de Irún.

Buenos años a orillas del Mediterráneo

De cara a la temporada siguiente se crea por fin el Campeonato Nacional. El Celta, tras infructuosos intentos en el campo y en los despachos por lograr una plaza en la Primera División, se ve obligado a arrancar en la segunda categoría. Pasarín, con una buena oferta del Valencia, se marchó a orillas del Mediterráneo, donde vivió grandes temporadas hasta 1935 formando una mítica pareja en la zaga con Torregaray. En sus últimos años tiró de juego subterráneo, acumulando un buen número de expulsiones. Poco antes de la Guerra Civil jugó en el Nacional de Madrid, en su última experiencia como futbolista en activo.

El paso de la guerra no mermó un ápice la vocación futbolística de Luis, quien ya no se encontraba físicamente en condiciones de competir a un buen nivel. A sus 40 años decidió que los banquillos serían su nuevo hábitat y consiguió el título de técnico. En 1946 inició su carrera como míster entrenando al Valencia, equipo al que convirtió en campeón de liga en la temporada 1946-47. Aquel año también disfrutó de un efímero paso por el banquillo de la selección española, aunque su experiencia apenas duró un partido.

Peleando por el título de liga

Pasarín entrenador (Foto: yoentrenealcelta.blogspot.com)

En 1949 Pasarín llegaba nuevamente al Celta con una difícil misión. Debía reemplazar al gran Ricardo Zamora, que había consolidado a los de Vigo en la máxima categoría e incluso los había llevado a disputar una final copera. El nuevo técnico se sobrepuso a las bajas de futbolistas grandiosos como Miguel Muñoz o Pahíño y llevó al Celta de los Atienza, Mekerle y Hermidita a pelear por el título de liga en la campaña 1949-50. Lamentablemente las tres últimas jornadas resultaron nefastas, sumando tres derrotas que condenarían a los celestes a la séptima plaza. Durante la siguiente campaña el Celta continuaría moviéndose por la zona noble de la clasificación, alcanzando un meritorio octavo puesto aunque empatado a puntos con el sexto.

Pasarín participó en el partido inaugural del estadio de Balaídos

Continuaban los años dorados, que se verían perturbados en el ejercicio 1951-52. El equipo no funcionó durante la primera vuelta y, como suele suceder también en la actualidad, el técnico pagó los platos rotos. La afición le echaba en cara un exceso de disciplina con los jugadores y Luis acabó dimitiendo junto con varios miembros de la Junta Directiva, tocados también por dificultades económicas del club. Tras la jornada 14 Pasarín dejaba el club, que figuraba en un incómodo penúltimo lugar en la tabla. La situación se enderezaría y el Celta acabó noveno aquella temporada, en la que Ozores y Yayo sacaron a flote al equipo.

Fin de los años dorados

No terminaría ahí la relación del antiguo defensa izquierdo con el club olívico. En 1957 el banquillo céltico recibía de nuevo al técnico gallego, quien había proseguido con su carrera entrenando al Málaga y al Granada. Durante la temporada 1957-58 el Celta, con grandes futbolistas como Olmedo o Mauro, brilló con luz propia manteniéndose en los primeros puestos hasta el tramo final, en el que cayó hasta la séptima plaza. Fue el último coletazo del gran Celta de las décadas de 1940 y 1950, desintegrándose a lo largo de la temporada siguiente de manera lamentable. La venta de futbolistas importantes como Mauro, Gausí o Azpeitia no fue repuesta con jugadores de calidad y el equipo se acostumbró pronto a las profundidades de la tabla. En enero de 1959, tras perder en Balaídos con el Espanyol, Pasarín dimitía y dejaba paso a Lluis Miró, quien no iba a poder reparar el desastre. El Celta acabaría aquella temporada como último clasificado con apenas 13 puntos y volvía tras muchos años a la Segunda División. Los problemas deportivos y económicos iban a tardar una década en ser solventados.

Luis Casas Pasarín todavía entrenó al Oviedo y al Plus Ultra antes de dar por finalizada su relación con los banquillos en 1963. Falleció en 1986 a los 84 años de edad.

En unos tiempos en los que el fútbol era un recién llegado procedente de las Islas Británicas, el 'back' pontevedrés brilló en un equipo que acababa de nacer fruto de la fusión de los dos grandes dominadores del fútbol gallego. Su poderío y capacidad de mando quedaron reflejados en el terreno de juego y, años después, en los banquillos. Y el haber destacado como el mejor futbolista céltico en el primer gran derbi regional de la historia convierte a Pasarín en una verdadera pieza de museo dentro de la rica historia del club celeste.