A pesar de que la mayoría de sus partidos empieza mucho después de la caída del sol, al Celta le sigue costando un mundo entrar en ellos. Quedó claro una vez más contra el Athletic, que resolvió la papeleta en media hora, y después se limitó a aguantar las acometidas de unos atacantes vigueses que siguen teniendo serios problemas para concretar sus ocasiones.

Males endémicos

Se presentaba un encuentro abierto entre dos equipos igualados en la clasificación, a pesar de que uno de ellos venía lanzado por una espectacular racha de resultados, y el otro llegaba tras encajar su mayor goleada en Villarreal. El contexto era, además, el de dos rivales en una encrucijada, dudando si mirar hacia arriba o hacia la zona baja, ambas igual de lejos.

Aunque la mayoría de sus partidos empieza mucho después de la caída del sol, al Celta cuesta un mundo entrar en ellos

Pero el Celta de esta temporada, irregular donde los haya, sí que está demostrando una gran continuidad en lo tocante a dos de sus problemas. El primero se manifiesta al inicio de los partidos, cuando el equipo se ve incapaz de hacerse con el control del balón y del juego, entregando al rival la iniciativa y, consecuentemente, la ventaja en el marcador. Ventaja que, en ocasiones, resulta insalvable por culpa del segundo de los defectos, la enorme dificultad para hacer gol.

El dichoso punto de mira

En el haber del Celta hay que apuntar la evidente mejoría de las segundas partes. Contra el Athletic volvió a mostrar otra cara tras el descanso. El 0-2 no permitía medias tintas, y los de Berizzo se lanzaron en busca de la portería de Iraizoz, espoleados por la entrada de Santi Mina, que pide a gritos más oportunidades de las que está teniendo.

Pero el equipo se encontró entonces con su segundo gran problema. Una vez más superó a su rival en ocasiones y disparos, pero no en el marcador. Un único remate certero de Larrivey no fue suficiente, a pesar del enorme dominio de la segunda mitad, aderezado con el habitual festival de saques de esquina estériles, y el Celta se fue de vacío otra vez.

Los números no llevan a Europa

Estos dos problemas están condenando a los celestes a no conseguir despegar en la clasificación, y a quedarse siempre a medio camino de la escalada hacia la lucha por objetivos más ambiciosos que la permanencia. Durante la temporada, especialmente en otoño y, en menor medida, tras un buen mes de febrero, han corrido ríos de tinta sobre las aspiraciones continentales del equipo. Pero los números no engañan: desde aquel histórico 1 de noviembre, el Celta solo ha conseguido sumar 13 puntos en Liga y, lo que es peor, solo ha marcado 11 goles. Son cifras que mantienen al equipo alejado de los puestos calientes de la clasificación, pero muy pobres para cualquier conjunto que luche por entrar en Europa.

Desde aquel histórico 1 de noviembre, el Celta solo ha conseguido 13 puntos y 11 goles en Liga

Estos guarismos deben invitar a la reflexión. Por una parte son un indicador del problema de los vigueses con el gol, que cercena sus posibilidades en la competición. Por otra, no son consecuencia directa del juego desplegado por el Celta, un equipo que acumula ocasiones en los partidos. Mejorar el promedio goleador sería un camino simple y rápido hacia los buenos resultados, que convertirían a los de Berizzo en ese adversario temible que se encontró, por ejemplo, el vigente campeón en su visita a Vigo.

Otra vez el punto fatídico

Ya ha quedado claro en estas líneas que las decisiones de los árbitros, sean erróneas o no, tienen su influencia sobre el juego y sus protagonistas. Sobre todo cuando se producen en fases tempranas de los partidos, como sucedió en el Celta-Athletic, que los leones encauzaron gracias a la carga de Augusto sobre Muniain, que Mateu Lahoz consideró penalti después de varios segundos de meditación, para sorpresa de los dos implicados.

No es la primera vez que al Celta se le señala uno de esos penaltis calificados como rigurosos. Quizá por ello a los celestes los sacó del partido durante unos minutos, especialmente a aquellos que no se suelen quedar callados. Además de la tarjeta a Augusto, también fueron amonestados por protestar Krohn-Dehli y Orellana, mientras el propio Berizzo se afanaba en explicar al asistente qué es una carga legal con demostración práctica incluída. Pero, y lo que es más grave, el Celta acusó el golpe en su juego, en su concentración, y eso lo aprovechó el Athletic para dinamitar el partido a la salida de un córner, que Aduriz y San José pudieron rematar sin oposición. El penalti, riguroso o no, influyó decisivamente en la suerte del partido, y el Toto no lo ocultó tras el mismo.

Enésima redefinición de objetivos

Así que, tras la derrota, el Celta queda en una posición cómoda en la tabla, la undécima, con siete puntos de margen sobre el descenso. ¿O eran diez? Imposible saberlo, tras la sanción al Almería, que lo ha dejado en un limbo legal hasta el final de la temporada, en otro de esos famosos jardines en los que solo se mete la conocida como mejor Liga del mundo.

El objetivo real del Celta sigue siendo alcanzar esos deseados 40 puntos. Nada ha cambiado

Pero la cosa no acaba ahí, porque también es una odisea intentar saber a qué distancia está el equipo de las plazas que dan acceso a la Europa League. ¿Sexto?¿Séptimo?¿Incluso octavo? Cada vez que el Celta se acerca a estas posiciones, las especulaciones se suceden durante la semana, alterando la tranquilidad de la sala de prensa de A Madroa. Los que sí es invariable es el efecto devastador que tiene este tipo de cuestiones sobre el rendimiento en el partido siguiente. La semana pasada se volvió a hablar de Europa, y la debacle contra el Athletic fue inevitable.

Para intentar paliar los daños que produce la ilusión en la marcha de la nave, tanto entrenador como jugadores insisten en que su objetivo real sigue siendo alcanzar esos deseados 40 puntos que permitan afrontar con tranquilidad el resto de la competición, con la esperanza, entonces sí, de escalar puestos y poder acercarse a esas deseadas plazas europeas. Pero siempre con los pies en el suelo. Es la postura más lógica, teniendo en cuenta la planificación del pasado verano. Nada ha cambiado, al menos dentro del vestuario.