El estilo que implantó Luis Enrique, y al que le ha dado continuidad Eduardo Berizzo, ya es seña de identidad del actual Celta. Es una forma de jugar ya reconocida dentro del fútbol español: una defensa muy adelantada, un centro del campo asociativo y dinámico, Nolito y Orellana (que más se puede decir de Nolito y de Orellana). En definitiva, gusto por el balón, posesiones largas y mucha pólvora arriba.

En el fútbol no siempre pasa, pero en este caso los datos confirman las sensaciones. Analizando los 29 goles conseguidos por el Celta en lo que llevamos de temporada, se aprecia que 14 de ellos fueron conseguidos en jugadas que se pueden denominar de combinación. Es una cifra considerable, bastante alta comparada con la de otros equipos, pero también entendible atendiendo al juego del equipo.

Es evidente que el peligro del Celta viene por ahí, pero sus recursos no se quedan en el toque. Las jugadas de transición (contraataques, robos en campo contrario…) han supuesto cinco goles. Destacan los dos que sirvieron para llevarse el segundo derbi de la temporada, en Riazor.

El juego directo, un nuevo recurso

El balón parado, uno de los apartados que más se le critica al equipo, ha servido para que el Celta de Berizzo anote siete goles. Es cierto que dos han sido de penalti, y otros dos tras un saque de banda (un recurso raramente aprovechado en el fútbol).

Por último, los tres goles restantes provienen de balones directos. Las incorporaciones de Pablo Hernández y Larrivey en verano le han dado al equipo vigués un recurso que no tenía.