Nacido en Cangas do Morrazo en 1948, la suya es una de esas historias que engrandecen a un futbolista pero también a un club. Desde pequeño se enganchó al Celta y a Balaídos, estadio al que llegaba en las tardes de domingo en tranvía. Líbero de vocación, su polivalencia le permitía desenvolverse en varias posiciones —siempre de mitad de campo hacia atrás— pero lo que más impactaba en su figura era su capacidad de liderazgo. Su rostro expresaba una determinación y un ansia de victoria que inevitablemente contagiaban a sus compañeros y a la afición. Manolo, además, destacaba como un tipo que transmitía honradez por los cuatro costados. Le gustaba hablar claro aunque sus palabras pudieran acarrearle algún que otro problema. El pundonor, la capacidad de lucha y el carácter eran los motores de su fútbol, lo que le convirtió en el gran sostén del Celta durante muchos años, especialmente durante la década de los 70.

Rodaje tras el mundial de Inglaterra

Su descubridor fue Pepe Villar, antiguo futbolista del club olívico y por entonces ojeador, a quien Manolo convenció durante su más tierna juventud. De hecho, tras haberse comprometido con otro equipo vigués —el Turista— Pepe Villar consiguió mediar para que Manolo recalase finalmente en el Celta. Tras completar su formación a nivel juvenil Manolo llegaría a la primera plantilla en la temporada 1966-67, con apenas 18 años. El equipo vivía entonces su época más oscura, instalado en la Segunda División desde finales de la década anterior. De su primer técnico, César Rodríguez, guarda Manolo un recuerdo muy especial por todas las oportunidades que le brindó cuando apenas era un chaval.

Manolo, mítico capitán del Celta de los 70 (Foto: fameceleste.blogspot.com)

Con todo, al de Cangas no le vino mal vivir sus primeras temporadas en la División de Plata para ir ganando minutos y confianza a la vez que acumulaba experiencia. Los apenas 13 partidos en los que participó en su primer año se incrementaron al siguiente, cuando superó los 2.000 minutos de juego. En la temporada 1968-69 ya disputó 37 encuentros al completo, mostrándose como un bastión fundamental para que los celestes retornasen tras diez años a Primera. Durante aquella temporada consiguió además sus primeros goles en liga, ambos en la victoria por 2-0 sobre el Ilicitano.

Cantos de sirena

El cambio de década trajo nuevas experiencias futbolísticas a la vida de Manolo. El equipo se aclimató muy bien a la nueva categoría y, bajo la dirección de Juanito Arza, consiguió su primera clasificación para un torneo europeo, la por entonces recién nacida Copa de la UEFA. El buen desempeño del equipo no pasó desapercibido para el seleccionador nacional, que convocó a Manolo para jugar con la selección B durante la temporada 1970-71. El crecimiento del zaguero pontevedrés era continuo, llevándole a recibir la llamada del Real Madrid. Fue en el verano de 1973 cuando el club blanco presentó una oferta de 20 millones de pesetas por el defensor celeste. Sin embargo el club no consintió en traspasar al futbolista, quien mostró con sus palabras una fidelidad extrema al Celta. Así lo reflejaba el diario ABC en septiembre de 1973:

Yo sé que no me voy a ir a ningún lado, por tanto quiero hacer lo posible por agradar y luchar por el Celta, y que todos estén contentos conmigo. No estoy triste. Sabía, me temía que no me iban a traspasar por las necesidades del club y no hay más. No me queda otro remedio que seguir aquí y estén seguros que lo voy a hacer con la misma ilusión que hasta el presente

Eran las palabras de un grande, de las que seguramente más de un futbolista en activo tendría que aprender. Y todo ello como si supiera lo que iba a suceder apenas cuatro meses después. El 27 de enero de 1974, en una visita al Camp Nou, Manolo vivió su peor experiencia en un terreno de juego. Allí, a la media hora de juego, sufrió un encontronazo con Johan Cruyff y se lesionó en la rodilla. El equipo perdió por 5-2 pero lamentó mucho más la baja del cangués, piedra angular del equipo de Juan Arza. Fue aquel un percance que se agravaría pocas semanas después en un encuentro ante el Real Oviedo, con otro choque que terminó de destrozarle el menisco. El episodio se llevó por delante todos los cantos de sirena que llegaban de la capital y acabó por sellar para siempre la alianza de Manolo con el club de Balaídos. El bravo futbolista gallego tardó mucho tiempo en pasar página, hasta el punto de que tres años más tarde declaró en vísperas de un Barcelona-Celta que no tenía ningún interés en estrechar la mano del aclamado Johan Cruyff. Genio y figura.

La capacidad de liderazgo fue uno de los puntos fuertes de Manolo (Foto: elfutbolesceleste.com)

Desde entonces las lesiones se convirtieron en una constante para Manolo, que año sí y año también dedicaba gran parte de su tiempo a una exigente recuperación física. Entrando ya en la segunda mitad de la década de los 70 le tocó vivir la época del Celta ascensor. A partir de 1975 y hasta 1982 —año de su retirada— el equipo no jugó dos años consecutivos en la misma categoría, con cuatro descensos y otros tantos ascensos. Manolo vivió todos ellos, incluida la caída a Segunda B y el último éxito que llevó al club de nuevo a Primera.

Gol camino de Primera

Alineación frente al Granada (16/11/1978)

El 16 de abril de 1978 un Celta de Segunda visitaba Los Cármenes. Se disputaba la jornada 34 y los de Vigo, dirigidos por José María Maguregui, se mantenían entre los tres primeros camino de la máxima categoría. El Granada, por su parte, no había mostrado la regularidad suficiente para optar al ascenso, pese a situarse durante toda la temporada en la zona media-alta. Su técnico Vavá había sido reemplazado tras la jornada 28 por Errazquín, quien no pudo mejorar la trayectoria del club nazarí.

La primera mitad enfrentó a dos equipos ambiciosos que intentaban llegar a la portería contraria. El punta canario José Luis Hernández Ortega se mostró como el más incisivo por parte de los locales pero la buena actuación del meta Fenoy frustró sus intentos. Las llegadas celestes también encontraron réplica en Santi, central del equipo andaluz. El choque, muy movido, llegaba al intermedio sin goles.

El pundonor, la capacidad de lucha y el carácter eran los motores de su fútbol

El encuentro disminuyó en intensidad tras el descanso, con un Granada impotente y un Celta que parecía conformarse con la igualada. Sin embargo, a 13 minutos del final iba a llegar el desequilibrio, cuando el extremo izquierdo local colocó un balón en el área que remataba inapelablemente José Luis. Los de Maguregui pidieron falta del ariete canario sobre Manolo pero el colegiado —señor Condón Uriz— consideró que la jugada fue limpia. Parecía que los puntos se iban a quedar en casa pero el Celta echó el resto volcándose sobre la portería granadina en los últimos minutos. Y muy pronto iba a recoger el fruto, cuando en una subida repleta de casta, Manolo convertía el tanto de la igualada. Fue aquel un gol importante, que mantenía al Celta en situación de privilegio a falta de cuatro jornadas para el final.

Los de Vigo asegurarían el ascenso sumando seis de los últimos ocho puntos en juego y concluyendo en la tercera posición. Por su parte el Granada terminó la temporada en el noveno puesto, sin pena ni gloria.

Despedida emotiva

Manolo, en una foto del año 2010 (Foto: halacelta.com)

Poco podía imaginar el central gallego que apenas dos años después su equipo del alma iba a hundirse en la Segunda B. Dos descensos consecutivos llevaron al club a tocar fondo deportivamente hablando pero Manolo, tan leal como siempre, continuó formando parte de la plantilla que recibió Milorad Pavic. Su premio, vivir dos ascensos más para dejar al equipo en la máxima categoría. El 6 de mayo de 1982 en un Balaídos repleto Manolo se despedía a los 34 años de edad del fútbol en activo. Fue un momento especialmente bello en la historia del club celeste, que imponía la insignia de oro y brillantes del club a su gran capitán. El rival escogido para la ocasión fue la selección de Polonia, que apenas un par de meses después se convertiría en semifinalista del mundial de España. Los polacos, que jugarían en Balaídos el encuentro de la fase de grupos contra Italia, apuntaron en este encuentro varias de las virtudes que mostrarían semanas después y fueron testigos de la emocionada despedida de un futbolista harto de pelear con sus problemas físicos y que lo dio todo por su club a lo largo de 16 intensas temporadas.

Tras su retirada vivió una experiencia en el banquillo del club celeste junto a su descubridor, Pepe Villar. Fue en 1988 y tras ella recalaría en la secretaría técnica del club, la cual abandonó en 1990 por discrepancias con el entonces presidente José Luis Rivadulla.

Sus dígitos resultan difícilmente igualables. 532 partidos con la casaca celeste, 461 de ellos en liga y 226 en Primera División, cifra a día de hoy solo superada por Alexander Mostovoi. Manolo vivió además todo tipo de experiencias vestido de azul cielo, desde que se incorporó siendo casi un adolescente —tras el mundial de Inglaterra’66— hasta que se retiró justo antes de España’82. Ascensos, descensos, la gloria europea y la miseria de la Segunda B formaron parte de la carrera deportiva de un grande. Ese fue Manolo Rodríguez Alfonso, un futbolista que entregaba cada gramo de energía a los suyos y a quien sus compañeros veían como un modelo a seguir. El gran capitán del Celta de los 70.

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Sobre el autor
José Luis Rodríguez Sánchez
Soy farmacéutico hospitalario