Los días previos a la disputa del Celta-Rayo se habló mucho de lo espectacular que prometía ser el partido. Dos equipos que apuestan por el fútbol de ataque. Dos ejemplos de que no es necesario hacer fichajes millonarios ni copar portadas para realizar un juego vistoso, atractivo para el espectador. Un choque con muchas papeletas para tener alternativas y muchos goles. Y así fue, solo que la inmensa mayoría cayeron en la misma portería.

Los fantasmas resultaron ser un espejismo

Poco, muy poco hizo falta para que se desataran las hostilidades. 22 segundos. Fue el tiempo que necesitó Manucho para inaugurar el marcador de Balaídos y recordar a la parroquia celeste que su equipo no ganaba al Rayo en Primera desde el año 97. Un centro desde la izquierda rematado a la red por el ariete angoleño en el segundo palo heló el Municipal vigués.

El nefasto arranque celeste pudo ser peor cuando tan solo un minuto después, Sergio tuvo que intervenir para desviar a córner un nuevo remate de cabeza rayista en el corazón del área.

El Rayo no nubla el azul cielo

El Celta se sobrepuso al tanto del Rayo; vaya si se sobrepuso

Tras encajar el gol y pasar cinco minutos desubicados, los celestes echaron el balón al suelo y empezaron a hilvanar. El partido empezaba a responder a la expectativas, con idas y vueltas continuas que derivaron en la rápida igualada celeste: una maravillosa maniobra de Nolito en la línea de fondo, con un caño espectacular a Amaya, que acabó en un centro rematado a la red por Larrivey, que no celebró el tanto por respeto a su exequipo.

El empate desplegó las alas del Celta y sus futbolistas se convirtieron en ángeles del fútbol. La pelota también parecía tener alas, porque volaba de lado a lado con una velocidad supersónica. Krohn-Dehli y Augusto iniciando, Orellana y Nolito enloqueciendo a la defensa rival y Larrivey y Santi Mina para el gol. Tal cual.

Póker de Niño

El asedio local continuó desarbolando al Rayo Vallecano, incapaz de frenar el vendaval celeste que, en el minuto 21, le dio la vuelta al marcador por medio de Santi Mina, que remató cruzado una nueva asistencia magistral de Nolito. El de Sanlúcar, junto con Orellana, estaba desquiciando a la zaga madrileña. El ajusticiamiento le correspondió al joven delantero vigués, que acababa de empezar su exhibición.

Foto: Xoan Carlos Gil | La Voz de Galicia.

Jémez detectó que su defensa de tres no funcionaba y optó por mover ficha rápidamente, quitando a Abdoulaye y a Licá del campo e introduciendo a Nacho y a Tito para cerrar con cuatro. El cambio táctico no trajo el cambio de dinámica y el Celta siguió machacando como un martillo al Rayo.

Los visitantes intentaron estirarse en busca del empate. Inútil. Los versos se siguieron escribiendo en azul cielo y Larrivey volvió a mojar tras una fulgurante transición en la que conectaron Mina y Nolito y Toño no acertó a despejar, dejando la pelota muerta en el área pequeña para que la empujase a placer el ariete argentino.

Jémez cambió el dibujo, pero no la inercia

A la prodigiosa primera parte del Celta todavía le quedaban más perlas. El cuarto gol llegó tras una jugada increíble, en la que Nolito combinó con Orellana, que encontró a Krohn-Dehli en la frontal. El Vikingo, con una pasmosa sangre fría, dejó sentados a tres rivales para asistir a Santi Mina que, con una sutil vaselina, superó con la zurda la salida de Toño. Un golazo escandaloso para una primera parte escandalosa.

Pero la apoteosis no estaba completa. A la vuelta de vestuarios, el Rayo intentó reaccionar pero de nuevo fue ajusticiado por un niño de 19 años con la voracidad de un monstruo. Orellana se fue con facilidad hasta la línea de fondo y puso un centro con la zurda al corazón del área para que Santi Mina volviera a aparecer, ganándole la posición a su par, y rematando de cabeza picado, muy lejos del alcance de Toño. Un gol con la derecha, otro con la zurda, otro de cabeza. Hat-trick perfecto.

Foto: Xoan Carlos Gil | La Voz de Galicia.

La fiesta del canterano no había terminado todavía. En las oportunidades que ha tenido esta temporada ha cumplido con creces, ofreciendo buenas prestaciones. Sin embargo, todavía no había demostrado el instinto asesino que le llevó a ser el máximo goleador de toda la División de Honor Juvenil hace dos años. Sin jugar como delantero centro, Santi tuvo tiempo de completar su póker, picando al espacio, recibiendo una nueva asistencia de Nolito y driblando a Toño para marcar a placer. Su gran noche. Berizzo le regaló una atronadora ovación de Balaídos cuando le sustituyó por Bongonda en el 70.

Las igualdad llegó tarde

Primoroso Santi Mina

Con todo el pescado vendido, el ritmo decayó y el Rayo Vallecano demostró que, igual que el Celta, es un equipo que honra al fútbol con su propuesta. Los de Paco dispusieron de ocasiones en las botas de Bueno, Jozabed y Manucho. El Celta también tuvo oportunidades para hacer más escandalosa —todavía más— la goleada. Larrivey tuvo un mano a mano que no supo definir con Toño y Nolito y Orellana, que buscaron su gol con insistencia, estrellando un balón contra el palo y fallando un control en boca de gol respectivamente.

Los últimos minutos transcurrieron entre la fiesta en las gradas y las ganas de acabarla en el césped. El pitido final terminó con una exhibición que pocos recuerdan por el lugar. Seis goles y tres puntos que dan la permanencia virtual y que acaban con 18 años sin victorias del Celta contra el Rayo en Primera División (Santi Mina apenas era un bebé en el 97). Con la misión cumplida y con este nivel futbolístico, a los de Berizzo solo les resta mirar hacia arriba. El sueño europeo es posible.