En esta guerra por Europa en la que se encuentra inmerso el Celta, en esta lucha encarnizada contra los intereses del resto de implicados, y con la intervención externa de elementos que, en ocasiones, dificultan aún más la tarea, se presentaba la antepenúltima batalla en una situación extrema. A las conocidas lesiones de Oubiña, Planas y Radoja se sumaban las sanciones acumuladas de dos partidos: Nolito y Álex López habían visto la quinta tarjeta contra el Málaga, pero no habían sido sancionados por vacaciones del Comité de Competición, así que sus suspensiones se sumaban a las de Cabral, Hugo Mallo y Larrivey tras la batalla de Almería. Un dramático parte de bajas de cara a un partido contra el Sevilla en que el Celta se jugaba gran parte de sus opciones de acabar séptimo, y de poder aspirar a esa hipotética plaza europea, siempre que el Barcelona derrote en la final de Copa al Athletic.

La guerra, en varios frentes

Por si todo esto fuese poco, Berizzo no quiso tirar del Celta B, ya que, cuatro horas antes, se jugaba la permanencia en Segunda B ante el Coruxo en su fuerte de Barreiro. Así que, con solo catorce futbolistas profesionales disponibles, más la presencia obligada de Borja Fernández y Kevin, del filial, tuvo que completar su lista con dos juveniles, Pape Cheikh y Diego Alende. Un contingente de circunstancias para intentar detener a uno de los ejércitos más poderosos del continente, que incluso se permitía el lujo de reservar jugadores camino de una nueva final de la Europa League.

El Celta afrontaba la batalla contra uno de los ejércitos más poderosos del continente con un contingente de circunstancias

Claro que, a pesar de las bajas, Berizzo armó un buen bloque para afrontar el partido, plagado de futbolistas con muchas horas de vuelo esta temporada. De hecho, David Costas era el único debutante en Liga. Berizzo decidió devolverlo a su lugar natural, el centro de la zaga, después de utilizarlo como lateral en Copa, decisión que lo acabó relegando al ostracismo durante el resto de la temporada. El puesto de lateral fue ocupado por Sergi Gómez, que tampoco era nuevo en estas lides.

La alargada sombra de Nolito

El resto del equipo ofrecía todas las garantías, con el doble pivote de moda, aunque con fecha de caducidad, formado por Augusto y Krohn-Dehli, y con cuatro delanteros arriba a la caza del gol: Orellana, Hernández, Santi Mina y Charles.

Pero, pese a la solidez del equipo titular, hubo una ausencia que se hizo patente en todo momento, influyendo en el juego y en la efectividad del equipo. Nolito no estaba ocupando el carril izquierdo, no cortaba de manera endiablada hacia el centro para buscar opciones de disparo, para deshacerse de defensas y habilitar a sus compañeros, y el Celta lo notó. A pesar de que Orellana dejó su banda derecha, o la mediapunta de las últimas jornadas para recordar viejos tiempos como interior izquierdo, no consiguió hacer olvidar al gaditano. Especialmente durante la primera mitad, el Celta se atascó al cruzar la medular. Incluso en campo propio. El recurso de buscar a Nolito para que este avanzara metros devorando rivales no existía, y al equipo se le hacía de noche en la parcela ofensiva. Sin ideas.

Conquistados

El Sevilla tampoco venía a hacer prisioneros, y poco tardó en adelantarse en el marcador. Apenas siete minutos. A pesar de tener en el banquillo a su Panzer del área, Bacca, la caballería ligera formada por Gameiro y Iago Aspas fabricó una combinación endiablada dentro del área para conquistar la portería celeste, con todo el dolor de corazón del cabizbajo moañés.

El Celta demostró que ocho ausencias de nada no iban a afectar a su planteamiento de partido

Fue, quizá, el único despiste defensivo serio de una zaga que se estrenaba, y a la que le faltaban los automatismos típicos de una línea asentada. Cierto es que el Sevilla pudo hacer algún gol más, sobre todo en otro remate de Gameiro y en un envío de Arribas al palo, pero por algo es un equipo que lucha por meterse en la Liga de Campeones. Con un solo gol de desventaja, el Celta demostró que ocho ausencias de nada no iban a afectar a su planteamiento de partido, y que estaba dispuesto a morir matando. Si ya lo hizo ante colosos como el Real Madrid o el Barcelona, ¿por qué no iba a hacerlo contra el Sevilla? Así que inició una ofensiva en busca del empate que tuvo continuidad en la segunda mitad.

La contraofensiva

Tras el paso por los vestuarios, el Celta mostró otra cara. La ausencia de munición en el banquillo no impidió que los de Berizzo volvieran a derrochar energías sin descanso, ahora con algo más de acierto y echando un poquito menos en falta a Nolito. Incluso en la jugada del penalti que originó el empate. La ausencia del gaditano, lanzador habitual, no dio lugar a ningún tipo de discusión. Santi Mina es un chaval de diecinueve años, pero ya tiene peso específico en el equipo. Para muchos es el nueve de futuro, incluso del presente del Celta, aunque las necesidades del servicio lo tengan siempre pegado a la banda. El canterano cogió el balón, y rápidamente recibió los ánimos de sus compañeros de cara a un lanzamiento que, una vez más, efectuó con maestría.

La ausencia de munición en el banquillo no impidió que los de Berizzo volvieran a derrochar energías sin descanso

El empate no frenó el ímpetu local. Era lógico, los vigueses necesitaban imperiosamente los tres puntos para seguir su carrera hacia el séptimo puesto. Berizzo movió el banquillo para introducir a los dos únicos profesionales que le quedaban: Bongonda y Madinda, aprovechando la polivalencia en labores ofensivas de Orellana y Santi Mina, que le permite ensayar nuevas propuestas sin grandes cambios tácticos. El once no se descompuso y siguió dominando el partido, pero sin descuidar la defensa, ya que el Sevilla, con urgencias ligueras similares, tampoco dejó de buscar el tanto de la victoria en ningún momento. El armisticio final se puede dar por justo, pero no beneficia a ninguno de los bandos, que deberán seguir luchando en esta guerra a la que, teóricamente, solo le quedan dos batallas. Aunque, con la amenaza de tregua futbolística en el horizonte, en esta Liga nunca se sabe...