Radomir, futbolista durante las décadas de los 60 y 70, terminó su carrera vestido de corto en 1984, en las filas del Luton Town. Inmediatamente decidió dirigir su vida hacia los banquillos, comenzando su formación como técnico en las filas del Partizán de Belgrado. El primer equipo al que dirigió fuera de su país fue el Real Zaragoza, en cuyas filas había jugado diez años antes. En la capital maña Radomir logró un buen rendimiento en las dos temporadas en las que permaneció, logrando una quinta y una novena plaza. Se iniciaba la década de los 90 y su siguiente desafío iba a suponer todo un reto. El Real Madrid, tras cinco títulos de liga consecutivos, vivía el fin de ciclo de la Quinta del Buitre y lo pagaba con una muy floja temporada durante el curso 1990-91. Radomir llegaba a diez jornadas del final para enderezar un poco el rumbo y lograr la tercera plaza en el campeonato liguero. Al año siguiente el equipo dominó en la clasificación durante muchas jornadas pero no enamoraba. Fue por eso que el preparador serbio fue destituido al finalizar la primera vuelta, pese a que el conjunto merengue comandaba la tabla clasificatoria.

"Radomir, te quiero"

Su siguiente parada fue Oviedo, lugar en el que permaneció durante tres campañas, conformando un muy buen bloque. Futbolistas como Slaviša Jokanović o Robert Prosinečki son muy recordados en la capital del Principado y formaron parte del equipo que dirigió Antić. Aun con todo, el momento cumbre en la carrera del serbio llegó en la temporada 1995-96, con el doblete conseguido con el Atlético de Madrid. Fue una temporada inolvidable para los colchoneros, que se hacían brillantemente con los títulos de Liga y Copa y pregonaban aquella frase —nunca escuchada en Balaídos— de “Radomir, te quiero”. Durante las dos campañas siguientes los del Manzanares no cambiaron de técnico pero el rendimiento del equipo fue decreciendo, con una quinta plaza liguera en 1997 y una séptima en 1998. Radomir dejaba la capital de España para volver pocos meses después y retomar su labor con los colchoneros, una vez despedido Arrigo Sacchi. El equipo terminó en el puesto 13, anunciando el descalabro que se produciría un año más tarde. Efectivamente, en marzo de 2000 el Atlético tiraba de nuevo de Antić tras el cese de Claudio Ranieri. Esta vez la solución de emergencia no funcionó y los rojiblancos se marcharon a Segunda tras una temporada negra. El técnico balcánico no volvería a dirigir al Atlético de Madrid.

Con el Atlético del doblete Radomir vivió sus mejores momentos como técnico (Foto: mundodeportivo.com)

En la temporada 2000-01 volvió a Oviedo. Y tal y como se suele decir, segundas partes tampoco fueron buenas en esta ocasión, con el equipo carbayón descendiendo a la División de Plata. En 2003 fichó por el FC Barcelona para reemplazar a Louis Van Gaal, logrando llevar al equipo desde la zona baja de la tabla hasta la sexta posición final que le clasificaba para Europa. Sin embargo, el desembarco de Joan Laporta en la presidencia del club culé acabó con las esperanzas de Radomir de continuar en el equipo.

Champions atractiva, liga peligrosa

Así se llegó al mes de enero de 2004. El Celta de Miguel Ángel Lotina vivía una temporada envuelta en un mar de sensaciones extrañas. La alegría desbordante por la clasificación para la Champions League lograda en junio de 2003 fue el punto de partida para un gran recorrido en la primera fase, completada con una victoria en San Siro que clasificaba al equipo para los octavos de final. Sin embargo, en la liga las cosas no iban del todo bien. El equipo se fue metiendo en la zona baja de la tabla y el ambiente comenzó a enturbiarse tras una derrota por 0-5 ante el Deportivo de La Coruña, eterno rival. Otros cinco tantos encajados, esta vez ante la Real Sociedad en Balaídos, pusieron punto final a la etapa del técnico vasco. Horacio Gómez llegaba a un acuerdo con Radomir Antić, quien no se ruborizó un ápice al destacar la eliminatoria de octavos de final de Champions League como la gran motivación que le había impulsado a fichar por el Celta. Apenas dos meses después iba a quedar claro que los intereses personales del señor Antić habían sido el único motor que le llevó a firmar por el club de Balaídos.

Antic entrenó al Real Madrid a principios de la década de 1990 (Foto: abc.es)

Su etapa en Vigo fue breve pero —por desgracia— inolvidable. Tras una derrota inicial en el Ruiz de Lopera, llegarían los dos únicos momentos alegres que proporcionó el equipo bajo su dirección. Sucedieron a principios de febrero, con las victorias ante Villarreal y Valladolid. El equipo parecía entonarse pero no fue más que un espejismo. Tres derrotas consecutivas —una de ellas en el partido de ida de Champions disputado en Balaídos frente al Arsenal— situaban al equipo en zona de descenso y también al borde de la eliminación europea.

Debacle premonitoria

Once del Celta frente al Espanyol (06/03/2004)

Se llegaba así al día 6 de marzo, momento en que el calendario situaba la visita del Espanyol a Balaídos. El partido se antojaba clave para aclarar la zona baja, ya que el conjunto periquito era penúltimo, tras haberse situado como colista durante gran parte de la primera vuelta. Luis Fernández se había hecho cargo del equipo tras la marcha de Javier Clemente y, sin una gran regularidad, el Espanyol peleaba por escapar de la quema. El Celta había vencido por 0-4 en la primera vuelta en Montjuic, por lo que la diferencia de goles particular parecía asegurada para los de Vigo. Antić, en una controvertida decisión, optaba por dejar en el banquillo a Edu, probablemente el futbolista del Celta en mejor forma en aquel momento.

Un Celta nervioso hasta el extremo no fue capaz de meterse en el partido en ningún momento. Cuando Raúl Tamudo convirtió un gol espectacular en el minuto 29, los de celeste solo pudieron responder con pánico. Al filo del descanso Pinto salía de su área y entregaba un balón a Hadji, que anotaba el 0-2. Entre el disgusto y el terror se llegaba al intermedio con la grada absolutamente desesperada ante la incapacidad y la falta de respuesta de jugadores y técnico.

Lo que más dolió fue la sensación de que había utilizado al Celta como si de un pañuelo de usar y tirar se tratase

Radomir daba entrada tras el descanso a Edu y Pinilla, consiguiendo al menos durante unos minutos que los de celeste encerrasen al Espanyol. Un disparo del chileno al larguero de Lemmens supuso el canto del cisne para los locales. Acto seguido Raúl Tamudo, de penalti, cercenaba las esperanzas viguesas de salvar algún punto. De ahí al final se vivió la sensación de anarquía e impotencia ya experimentada en las goleadas encajadas ante Deportivo y Real Sociedad. Un gol en propia meta y otro del francés Vignal colocaban la diferencia particular de goles a favor de los periquitos. Edu, en el tiempo añadido, se encargó de equilibrarla. Al final, 1-5 tras una bochornosa actuación local. El técnico serbio calificó el partido de ‘accidente’ y no tuvo reparos en culpabilizar a sus futbolistas de cada uno de los goles encajados, sin asumir la más mínima cuota de responsabilidad en el desaguisado. Nada que pueda sorprender demasiado.

Antic de corto, en una alineación del Zaragoza de finales de la década de 1970 (Foto: modestino.blogspot.com)

El Espanyol acabaría salvándose, tras hacerse fuerte en Montjuic en el tramo final de liga. En cuanto al Celta, por todos es sabido el desenlace. Cuatro días más tarde se afrontó el partido de vuelta frente al Arsenal, repitiendo derrota. Con el equipo fuera de Europa, la motivación de Radomir Antić para entrenar al Celta desapareció, más aun viendo el berenjenal en el que se había metido. El vestuario no parecía comprometido y tocaba abandonar el barco antes de su hundimiento definitivo. Tras dos nuevas derrotas en Balaídos ante Valencia y Zaragoza, Radomir admitió sentirse sobrepasado por la situación, llegando a un acuerdo con el Consejo de Administración presidido por Horacio Gómez para abandonar el club. Moncho Carnero asumió la papeleta de intentar solucionar el entuerto a lo largo de las últimas ocho jornadas pero resultó imposible. El Celta terminaba penúltimo y descendía tras 12 campañas consecutivas en la máxima categoría.

Dirigió a Serbia en el mundial de Sudáfrica (Foto: telegraph.co.uk)

En Vigo se acusó al serbio de falta de profesionalidad pero también de una mala planificación en el aspecto físico, con un exceso de carga para los jugadores en una parte de la temporada en la que no correspondía. Con todo, lo que más dolió fue la sensación de que había utilizado al Celta como si de un pañuelo de usar y tirar se tratase. Una actitud que demuestra que no todo debe ser currículum a la hora de escoger a un técnico.

Retiro asiático

A Radomir Antić todavía le quedaba asumir el papel de seleccionador nacional. No lo hizo mal, clasificando a Serbia para la fase final del Mundial de Sudáfrica. Los balcánicos contaban con muy buenos futbolistas como Ivanović, Vidić, Kolarov, Krasić o Jovanović pero cayeron en un grupo extremadamente complicado. Pese a que lograron vencer a Alemania, las derrotas ante Ghana y Australia les cerraron el camino de los cruces. Radomir todavía inició el camino hacia la Eurocopa 2012, dejando el puesto tras un empate en casa ante Eslovenia.

Las últimas experiencias del técnico serbio en los banquillos han tenido lugar en China, figurando en la actualidad como preparador del Hebei China Fortune, equipo de la Segunda División.

Radomir Antic dirige en la actualidad al Hebei China Fortune (Foto: wildeastfootball.net)

No hay duda de que Radomir Antić quedará asociado de por vida a la historia más negra del Celta. El intento de relanzar su carrera tras haber pasado por los equipos más grandes del fútbol español era lícito pero su falta de compromiso con el celtismo le descalificó. Muchos son los profesionales que han pasado por el club vigués dejando un recuerdo completamente opuesto al que ha ofrecido el técnico serbio. Pero de vez en cuando también conviene recordar historias grises, incluso negras. Sobre todo para que no se vuelvan a producir.