Llegó la hora. El barco ya vislumbra puerto. Solo falta el último tramo de singladura para pisar tierra. Pero esta vez, a diferencia de los dos últimos viajes, Michael Krohn-Dehli no volverá a subirse al navío celeste. Cuando Del Cerro Grande decrete el final del Celta-Espanyol, el Vikingo dejará atrás tres años y 108 partidos con la Cruz de Santiago en el pecho.

Progresión

Cuando Krohn-Dehli llegó a Vigo tenía 29 años. Parecía la última oportunidad de triunfar en una gran Liga para un futbolista que desempeñó en Dinamarca la mayor parte de su carrera. El Celta fichó un extremo —ahora pierde un organizador— con experiencia internacional para dar un punto extra de calidad a una plantilla recién ascendida sin demasiado talento al margen del de Iago Aspas. El Vikingo deleitó con perlas de clase, como una asistencia de 30 metros besando la hierba para el propio Aspas. Siempre desde la izquierda hacia el centro, con talento, pero sin continuidad.

El danés encontró la regularidad con Luis Enrique, que lo hizo jugar en una posición más centrada, primero como interior y finalmente como mediocentro defensivo. Su participación se volvió más continua. Ni rastro de desapariciones.

Pero la mejor campaña como celeste de Krohn-Dehli ha sido la última. Sin duda. Desde el primer partido, Berizzo le entregó el bastón de mando y el danés respondió con un torrente de fútbol constante, repleto de intensidad y calidad. Completo. Desde su posición de interior, el capitán del drakkar celeste abarcó una enorme cantidad de campo y dejó un rendimiento altísimo, tanto en la creación como en la recuperación. De hecho, a pesar de ser un futbolista de clara vocación técnica, el de Copenhague está a punto de terminar el curso como el jugador del campeonato que más kilómetros recorre: lleva 378, a razón de más de diez por partido.

¿Quién llenará este vacío?

La marcha de Krohn-Dehli supone un gran problema para el Celta. El rendimiento del resto de centrocampistas de la plantilla que podrían suplirle, como Pablo Hernández, Álex López o Levy Madinda, ha estado muy, pero que muy por debajo del del 23.

Así pues se presenta un reto para la secretaría técnica, que tendrá que abordar el fichaje de un jugador que pueda suplir, o al menos paliar, la ausencia del Vikingo.

Despedida de corazón

El menudo centrocampista rubio afirmó en la sala de prensa que siempre llevará al Celta en el corazón. Por ello, el partido contra el Espanyol será especial. Para él, que dejará la que fue su casa los últimos tres años. Y para el celtismo, que disfrutará por última vez de su dinamismo, su velocidad de balón, su intensidad en la presión. Su enorme calidad. Se avecina una tarde de emociones en Balaídos. La despedida de un grande. Un ejemplo de profesionalidad y compromiso y, probablemente, uno de los mejores jugadores del Celta de la última década.