Borja Oubiña nunca lo tuvo fácil en el Celta. Su recurrente problema con las lesiones, que empezó ya antes de debutar con el primer equipo, se unió con una dinámica que tenía al club en lo más alto, pero sin contar con su base. Por eso el vigués fue pionero. Fue capaz de asomar la cabeza en Balaídos en un tiempo en que ser canterano era un billete seguro a la emigración.

El Celta vivía su mejor momento en la temporada 2002-03. De la mano de Miguel Ángel Lotina el club, asiduo de la Copa de la UEFA desde 1998, estaba a punto de dar un paso más en su evolución natural y llevar a la ciudad a la máxima competición continental. Desde la humildad tan característica del de Meñaka pero, no conviene olvidarlo, con futbolistas millonarios, el equipo acabó cumpliendo el deseo de una afición tan ansiosa como su técnico de escuchar el himno de la Champions en Balaídos.

Tras brillar en el Celta B, fue una lesión la que frenó su progresión. Caprichos del destino

Precisamente esta dinámica era una barrera infranqueable para jugadores prometedores como Borja Oubiña que, desde que solo era un chaval que veía los partidos en la grada de Marcador, soñaba con triunfar en el Celta. Mucho se hablaba entonces, en aquella temporada 2002-03, de la necesidad de ir permitiendo el paso a futbolistas talentosos como Oubiña, que permitiesen la sostenibilidad de un proyecto excesivamente dependiente del talonario. Pero Borja no tuvo la ocasión de debutar esa temporada. Tras brillar en el B, incluso marcando goles, algo por lo que no destacaría en la élite, fue una lesión la que frenó su progresión. Caprichos del destino.

La alternativa

La temporada 2003-04 se presentaba con unas expectativas altísimas, y con una plantilla amplia para luchar por las tres competiciones más importantes. Un planteamiento que dificultaba más que nunca la posible entrada de un canterano como Oubiña, que participó en la victoria inaugural a penaltis en Copa, en Pasarón, pero que ya no volvió a aparecer en un torneo del KO que llevó al Celta hasta los cuartos de final. Pero el desarrollo de los acontecimientos distó mucho de ser el esperado. El Celta acusó el desgaste de luchar en tres frentes, y se fue diluyendo poco a poco, coqueteando con los puestos de descenso.

Borja Oubiña debutaba en Mestalla un 29 de octubre de 2003, sustituyendo a José Ignacio en el minuto 72

Lotina buscaba una reacción y, ya en la novena jornada, decidía dar la alternativa a la mayor promesa de A Madroa. Borja Oubiña debutaba en Mestalla un 29 de octubre de 2003, sustituyendo a José Ignacio en el minuto 72. Una buena noticia para el celtismo dentro de una aciaga temporada. Solo tres días después del debut que, además, se saldó con un empate, Oubiña cumplía su auténtico sueño. Salía de titular en Balaídos contra Racing de Santander en un partido que ya se antojaba decisivo, y que acabó por confirmar la caída libre de los vigueses con una derrota por 0-1. El gol de Benayoun en el primer minuto fue insalvable y Oubiña, que fue cambiado en el minuto 60, solo volvería a vestirse de corto otra vez a las órdenes de Lotina.

El Oasis de la Champions

El exigente calendario deparaba otra oportunidad para enderezar el rumbo solo tres días después, con la visita a Balaídos del Ajax de, por ejemplo, Litmanen, Van der Vaart, Maxwell, Sneijder (que no jugó), o un tal Zlatan Ibrahimovic. Y allí estaba Oubiña, que ya había sido convocado en la previa contra el Slavia de Praga y en los partidos de la fase de grupos contra el Milán y en Amsterdam. Esta vez, el vigués se pudo dar el gustazo de debutar en la máxima competición continental sustituyendo al capitán Mostovoi, aunque fuese en tiempo de descuento, y de ver doblar la rodilla a otro campeón de Europa en Balaídos, por tres a dos.

La Liga de Campeones se convirtió esa temporada en la tabla de salvación, con una histórica clasificación para los octavos de final con victoria en San Siro ante el Milán. Para cuando llegó la eliminatoria, en el mes de febrero, Lotina ya no estaba en el banquillo. Su sustituto, Radomir Antic, llegó a Vigo seducido por jugar la Champions, y dimitió solo dos jornadas después de la eliminación superado por "las bajas y los resultados". Pero sí se ocupó de intentar meter al equipo en cuartos. Tras la derrota de la ida por 2-3, decidió tirar de Oubiña como titular en el partido de vuelta. Fue en el viejo campo de Highbury, donde el Celta volvió a caer, esta vez por 2-0.

Un fijo en la recta final

En sus dos últimas jornadas ligueras como entrenador del Celta, Antic volvió a contar con Oubiña. Transcurría el mes de marzo, y el Celta se encontraba ya inmerso en los puestos de descenso. En el sorprendente empate a cuatro de Santander disputó media hora, y en la derrota contra el Zaragoza que provocó la dimisión del técnico, casi 70 minutos tras sustituir al lesionado Giovanella.

Tras el descenso, Fernando Vázquez sabía que podría iniciar la reconstrucción alrededor de una piedra angular de la casa: Borja Oubiña

La llegada del tándem de hombres de la casa formado por Ramón Carnero y Rafa Sáez significó la decidida apuesta por el canterano, que disputó como titular los ocho partidos de Liga que quedaban, siendo sustituido solo dos veces. Los técnicos no introdujeron mucha más savia nueva: solo apostaron por el asturiano Jandro y el chileno Mauricio Pinilla, pero de manera testimonial.

Tal y como se preveía, la temporada más ilusionante para el celtismo acabó de la peor manera: con el equipo en Segunda después de doce años ininterrumpidos en la élite, los más brillantes de la historia del club. Al menos el nuevo técnico, el gallego Fernando Vázquez, sabía que podría iniciar la reconstrucción alrededor de una piedra angular de la casa: Borja Oubiña.

Borja Oubiña: descender para ascender

Borja Oubiña: plenitud en la inestabilidad

Borja Oubiña: el comienzo de la debacle

Borja Oubiña: de vuelta para ascender