La temporada 2011/12 dejó en Vigo un sabor muy dulce en lo colectivo. El Celta consiguió el ascenso a Primera División cinco años después, con una plantilla repleta de canteranos y haciendo un juego realmente vistoso. Pero en lo individual también fue un año inolvidable para varios jugadores, en especial para Borja Oubiña.

El eterno capitán había acabado de recuperarse de las interminables operaciones de rodilla a las que se había sometido en el pasado, y Paco Herrera tenía la responsabilidad de hacer que volviese a ser el jugador de antaño. La tarea no era nada fácil, ya que las lesiones tan sólo le habían dejado jugar cuatro partidos en las dos últimas temporadas.

Herrera le introdujo poco a poco: "Hay que dosificarle"

Herrera optó por introducirle poco a poco en el equipo. Había que dosificarlo, explicaba el entrenador catalán. La presencia del canterano Álex López junto a Cristian Bustos y el recién fichado Natxo Insa restaba responsabilidad a Oubiña. Durante las primeras semanas de competición, el capitán muestra un nivel bastante pobre entrando en las segundas partes. Los dos partidos como titular tampoco parecían convencer a Herrera, y la afición empezó a perder la esperanza de volver a ver al Oubiña de antes de la lesión.

Pero "el 4" siguió trabajando, y a mediados de octubre ocurrió un hecho excepcional: Oubiña jugó tres partidos consecutivos completos (uno de Copa y dos de Liga), algo que no sucedía desde antes de marcharse a Inglaterra. En el tercero, el Celta goleó al Huesca (4-0) con un Oubiña espectacular. El mediocentro mostró un gran nivel en los tres encuentros, y confirmó lo que todos esperaban: el capitán estaba de vuelta.

El Celta creció al mismo ritmo que Borja Oubiña, y los resultados llegaron en lo individual y en lo colectivo. El capitán se hizo indiscutible en el once de Herrera, y el Celta acabó ascendiendo. Especialmente destacada fue la racha invernal de 13 partidos seguidos sin perder, de los que el Celta ganó 11.

Con el paso de las jornadas, Oubiña se hizo indiscutible

Oubiña se olvidó de sus problemas de rodilla, aunque tuvo algunos contratiempos musculares a lo largo de la temporada. En noviembre sufrió un edema en el muslo y una sobrecarga en los isquiotibiales que le hizo perderse tres partidos. Ya en el mes de marzo, una rotura de fibras en el recto anterior del muslo le tuvo cuatro encuentros alejado del terreno de juego. Exceptuando las citadas lesiones, el capitán lo jugó prácticamente todo hasta el final de la temporada.

Álex López fue su mejor pareja en el pivote

Su compañero de fatigas en el centro del campo fue el canterano Álex López, que vivió una auténtica explosión durante esa temporada. Borja y Álex se compenetraron a la perfección. El capitán aportó equilibrio, evitando que el equipo se partiese, juego al primer toque, construcción y decenas de robos de balón. Mientras, el ferrolano ejerció de centrocampista box-to-box, incansable en el esfuerzo, llegando siempre a zona de peligro (terminó con seis goles), y destapando toda su calidad. La pareja consiguió dominar la mayoría de los partidos, algo que, unido a la calidad que atesoraba el Celta en las últimas líneas, provocó que el equipo de Herrera terminara como el más goleador de la categoría.

En definitiva, un año fantástico para el capitán, en el que Balaídos disfrutó del mejor fútbol de la categoría. Oubiña estaba de vuelta y, de su mano, el Celta volvió a Primera.

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