El 18 de agosto de 2012 el Celta debutaba con derrota tras caer 0-1 ante el Málaga con un gol en los últimos minutos de Fabrice Olinga. El Celta de Paco Herrera comenzaba la temporada del retorno a la máxima categoría del fútbol español con una derrota que presagiaba el sufrimiento que le esperaba al conjunto olívico a lo largo de la temporada. Sin embargo, en el debut de jugadores hoy tan importantes como Augusto Fernández o Gustavo Cabral, el timón en el césped lo llevaba el capitán Borja Oubiña, indiscutible en la anterior campaña en la que los celestes habían logrado el ascenso más goleador de la historia de la segunda división.

Con un juego irregular y sin conseguir enlazar dos victorias consecutivas, el devenir de la temporada puso en la cuerda floja al artífice del ascenso Paco Herrera, que fue cesado tras caer 3-1 en Getafe en una tarde de febrero para el olvido. Completada la jornada 24 el Celta ocupaba puestos de descenso tras haber sumado solamente 20 puntos.

Un gol trascendental

Con la llegada de Abel Resino el juego del Celta perdió todo tipo de brillo convirtiéndose en un constante quiero y no puedo, tocando fondo en la jornada 28 cayendo en el derbi de Riazor por tres tantos a uno. Los celestes tan solo habían sumado tres puntos desde la llegada del técnico manchego y ocupaban la decimonovena posición a tres puntos de la permanencia. La vigesimonovena jornada comenzó en Balaídos con pocas esperanzas, un Celta mermado por la sanción de la únca referencia ofensiva del equipo a lo largo de la temporada, el canterano Iago Aspas, recibía a un imparable Barcelona que aventajaba en 13 puntos al Real Madrid, segundo clasificado.

Foto: LOF.

Si algún pero se le puede poner a Borja Oubiña a lo largo de sus 15 temporadas como profesional es su poco olfato de gol. Sus números lo demuestran, ya que el capitán ha conseguido un total de nueve goles en toda su carrera, cinco de ellos con el primer equipo. El destino es caprichoso, y cuando todo parecía perdido, a dos minutos del final y con 1-2 en el marcador llegó el momento de Oubiña: el capitán celeste cabeceó un balón en el segundo palo que superaba a Pinto y le daba al Celta un valioso punto. Un gol que lo cambió todo y que significó un punto de inflexión en la irregular trayectoria del Celta en lo que quedaba de temporada, en la que los celestes sumaron 13 puntos más para acabar sumando un total de 37, suficientes para mantener la categoría.

El únigo gol del capitán en Liga significó a la postre el punto determinante que separaba a Depor y a Celta del descenso, condenando a los blanquiazules a un año en segunda. Una temporada agónica en la que Oubiña completó un total de 35 partidos, todos ellos como titular en una constante de lucha olívica para conseguir una permanencia que ha permitido afianzar el proyecto celeste en la primera división. Una batalla que define la carrera del ya excapitán celeste. Una carrera marcada por dramáticas lesiones que cortaron la proyección de un gran jugador al que 'la roja' llamaba más que interesada, pero que no empañan una carrera en la que ha defendido el escudo del Celta en un total de 286 ocasiones.  

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