Diez días. Cuatro partidos. Veintinueve jugadores. Dos países. Una concentración de pretemporada con todos los ingredientes para testar el estado del Celta de Berizzo. Un estado razonablemente positivo, aunque con luces y sombras: luces por la vuelta de Aspas, como si nunca se hubiera ido; por la irrupción de Wass; por el olfato de Borja Iglesias; por el momento superlativo de Orellana. Y sombras por la ausencia de futbolistas llamados a tener un rol protagonista: Nolito y Guidetti, aún sin el rodaje necesario, siguen sin debutar. Y sombras también por el desplome final, en el partido contra el Ingolstad, y por las múltiples peleas para nada propias del carácter amigable de los bolos. ¿Hambre de fútbol y competición, o desconcentración y exceso de temperamento? La temporada lo dirá.

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Solo un día después de aterrizar en Alemania, el Celta debutaba en la gira contra el equipo local, que milita en la Bundesliga 2. Un rival a punto de empezar la competición, que puso en apuros a los de Berizzo en la primera media hora. Pero el Celta, con una alineación que combinaba teóricos titulares, suplentes y cuatro jugadores del filial, fue creciendo poco a poco, y acabó destrozando a su rival con un Orellana hiperactivo dirigiendo las operaciones.

Es sintomático que la acción más aplaudida por el celtismo, el trallazo de Wass al larguero, no acabara en gol

Los alemanes se fueron con dos goles de desventaja a la caseta, y regalaron un tercero para hacer más cómodo el debut de Wass y la vuelta de Aspas, que entraron de refuerzo. Con el viento a favor, los vigueses fueron claros dominadores del partido, y los goles cayeron uno tras otro. Pero es sintomático que una de las acciones más aplaudidas por el celtismo no acabara en gol: un trallazo de Wass que se estrelló en el larguero a saque de falta, sin duda una de las especialidades que más atravesadas tiene el equipo. El juego del danés a balón parado es una de sus virtudes más cacareadas. Habrá que ver si la confirma más allá del verano.

Nuremberg va aclarando cosas

Con el refuerzo moral que siempre supone una goleada, el Celta se enfrentó dos días después al Nuremberg, también de la segunda división alemana. Otro conjunto más rodado que el vigués que, con muchos cambios en su once, siguió un guion parecido al del debut, cediendo la iniciativa al rival en los minutos iniciales. Esta vez, el Celta no fue capaz de aguantar las acometidas alemanas y enseguida se vio por detrás en el marcador, aunque eso no sea nada preocupante en un amistoso. Incluso favorece los planes de un equipo construido para llevar el peso de los partidos, como hizo a partir de la media hora de juego con una novedosa sala de máquinas ocupada por Radoja, Borja y Wass.

La segunda parte significó el reencuentro sobre el césped de dos viejos conocidos: Iago Aspas y Fabián Orellana

A Daniel Wass le ha sobrado un puñado de minutos para irrumpir en el glosario celeste. No ha sido un caudal de juego capital en los partidos, la propia dinámica de la pretemporada lo impide. Han sido destellos como el lanzamiento de falta al larguero o la asistencia a Borja Iglesias que empató contra el Nuremberg. Un pase al primer toque con sello danés para dejar solo al canterano que, por cierto, se ganó también un lugar en el recuento de la gira del Celta con sus dos goles.

La segunda parte fue otra historia, con otro equipo y otros protagonistas. En este caso, una secuela con el reencuentro sobre el césped de dos viejos conocidos: Iago Aspas y Fabián Orellana coincidían por primera vez, y demostraron lo que pueden hacer, a pesar de la ausencia del tercer tenor, Nolito, reservado por problemas físicos. El gol de Aspas fue anecdótico pero importante: el primero del moañés en esta nueva etapa. Y el empate final de los alemanes, un viejo defecto propio de épocas estivales, la imposibilidad de cerrar los partidos.

Galatasaray, mejora sin premio

Para Austria quedaba reservado el plato fuerte de la gira, contra un rival de Champions y campeón de su Liga, el Galatasaray. Un bloque de nivel con jugadores de renombre y un fichaje rutilante, Podolski, que fue el alma de la fiesta. Estuvo en todas, incluida la pelea con Cabral.

Dos errores defensivos, tan propios de la pretemporada pero no exclusivos de esta, echaron por tierra todo el trabajo del Celta

Probablemente sin el concurso del alemán el resultado habría sido otro, porque el Celta ofreció la mejor imagen de la pretemporada. Berizzo aparcó las pruebas y situó de inicio a sus mejores once hombres disponibles. Un atisbo de lo que se verá cuando eche a rodar el balón de manera oficial. La tardía incorporación de Nolito y Guidetti mantiene la incógnita en la delantera, la línea más poblada de efectivos y de calidad. Entre los que sí estaban, destacó otra vez Orellana. Combinando de manera endiablada con Aspas y asociándose con el Tucu y Wass, fue un tormento para el rival.

Claro que la defensa dejó las peores sensaciones. Dos errores, tan propios de la pretemporada pero no exclusivos de esta, echaron por tierra todo el trabajo ofensivo del equipo. Fue en dos acciones a balón parado en terreno turco, dos pelotazos que se convirtieron en ocasiones letales. Un penalti y un mano a mano. Dos goles. Una losa imposible de levantar. Y, en medio de todo, Fontàs. Un hombre tan fiable cuando levanta la cabeza como impreciso cuando se trata de ceder el balón atrás. Su incomprensible pifia ante Podolski recordó dolorosamente a la que le costó la expulsión de Sergio en la clausura liguera, o la que costó el partido contra el Almería. Es, sin duda, un aspecto a trabajar del central de Banyoles que, por lo demás, sigue siendo la pieza clave de la defensa.

En el aspecto ofensivo, y más tras encajar los goles, el Celta parecía una máquina bien engrasada, con Orellana y Aspas cruzando sus caminos constantemente. Pudo marcar el chileno en varias ocasiones, pero sigue teniendo pendiente una mayor efectividad en el remate. No así Iago Aspas, que enchufó la suya sin esfuerzo, asistido por Orellana. Todo según el plan que, en todo caso, no pudo impedir la derrota.

La batalla de Ingolstadt

Un amistoso más recordado por las patadas, las lesiones y las peleas (con permiso del golazo alemán), y suspendido varios minutos antes de cumplirse el tiempo en medio de una monumental tángana, no puede dar lugar a lecturas muy profundas. Sin embargo, sí deja algunos aspectos a destacar.

Los de Berizzo no tuvieron su mejor día, y se fueron descomponiendo con la caída de los minutos y las patadas

Una vez más, el Celta tardó en entrar en el partido, y esto le costó un gol, un golazo que sería definitivo. Solo iba un cuarto de hora y, con el viento a favor, los alemanes se afanaron en impedir que el equipo vigués enseñase sus cartas. Si a esto se le suma que los de Berizzo, con algunos cambios en el equipo pero un once competitivo, no tuvieron su mejor día, y que se fueron descomponiendo con la caída de los minutos y las patadas, el resultado es el que fue. La frustración asomó en el minuto 84, con el rebote de Jonny que le llevó a la caseta y, acto seguido, a todos los demás. La bronca final es una consecuencia de esta suma de factores negativos del partido, con especial mención a la lesión de Mallo que, afortunadamente, no reviste mucha gravedad. Entre lo negativo de la gira se puede citar también la imposibilidad de ver a hombres como Nolito, Guidetti o Madinda, por culpa de su tardía incorporación. La escasa participación de Yelko Pino, uno de los jugadores más talentosos de A Madroa, que solo jugó unos minutos en el partido inaugural. O las lagunas defensivas, causantes de gran parte de los goles encajados.

Entre los aspectos de la gira a destacar están el rápido acoplamiento de Wass o Aspas, impecables. La efectividad de un Borja Iglesias que sigue creciendo. El debut de Pape Cheikh, flamante campeón de Europa Sub-19. Y, sobre todo, la seria imagen ofrecida contra el Galatasaray en Austria, momento cumbre de los de Berizzo.

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Sobre el autor
Miguel Gallego
Periodista. Más de tres lustros de aventuras. Las cosas que pasan no siempre nos gustan, pero alguien tiene que contarlas...