Tras la primera experiencia europea a lo largo de toda su historia, los de Balaídos se encontraban con la difícil tarea de estabilizarse en la máxima categoría. Las décadas de 1970 y 1980 constataron la enorme dificultad del objetivo para un club que ya conocía suficientemente el amargo sabor de la División de Plata.

Los 70 vinieron marcados por un grupo de futbolistas que llevaban el celeste grabado a fuego en su piel. Los Rivas, Hidalgo, Villar, Manolo, Juan Fernández, Lezcano, Santiago Castro, Manolo Jiménez o Rodilla se mantuvieron fieles al escudo céltico durante no menos de seis años. El caso extremo lo representa Manolo Rodríguez, quien permaneció en el Celta durante 15 temporadas, toda una carrera en la que comenzó sufriendo en sus carnes los malos momentos de los 60 para finalizar saboreando el ascenso de 1982. Eran tiempos en los que no resultaba extraño que un futbolista se mantuviese en el equipo titular durante varios trienios.

Años de transición

Juan Arza, el técnico que logró llevar al Celta a Europa, encadenaba en 1971 su tercera campaña al frente del club y, tras la derrota frente al Aberdeen, se encontró muy pronto con el fantasma del descenso encima. El equipo se situó como colista en octubre de 1971, entre las jornadas 6 y 8, y nunca logró perder de vista la zona peligrosa de la tabla. Fue una temporada en la que costó hacer goles, acabando como máximo anotador un extremo como Manolo Jiménez, con apenas siete tantos. La décima plaza final terminó sabiendo a gloria tras un año complicado pero la salida de Juan Arza estaba cantada.

Pedro Dellacha no terminó la temporada 1972-73 al frente del Celta (Foto: halacelta.com)

Llegaba en el verano de 1972 Pedro Dellacha, ilustre técnico argentino que acababa de clasificar a Independiente para la final de la Copa Intercontinental. Aparentemente su fichaje suponía toda una inyección de adrenalina para el celtismo. Sin embargo, los refuerzos brillaron por su ausencia y se mantuvo la base con la que en la temporada anterior ya se había sufrido. Paco Doblas y Fernández Amado ganaron peso en el equipo en detrimento de Rodilla y Cesáreo Rivera pero los problemas de cara al gol no se solventaron, repitiendo Jiménez como 'Pichichi' del equipo con siete tantos. El Celta necesitó de una postrera victoria sobre el Real Madrid totalizar un punto más que el Betis y salvar los muebles . Eso sí, Dellacha sucumbió a la presión varias semanas antes y cedió su puesto a Aretio, quien poco antes de fallecer se encargó de sacar al equipo del barro.

Así lucía Balaídos en los años 70 (Foto: novobalaidos.blogspot.com)

La segunda etapa de Arza al frente del equipo resultó menos brillante que la primera si bien al menos no se sufrió para lograr la permanencia. De los fichajes de 1973 solamente cuajó el guardameta uruguayo Luis Alberto Aguerre, mientras que la estructura del equipo no sufrió modificaciones. Manolo Jiménez volvía a destacar en el plano goleador con nueve tantos, si bien en esta ocasión no estuvo mal secundado por Castro, Juan y Doblas, quienes aportaron 21 más. La zona templada de la tabla acogió al equipo olívico durante la mayor parte del curso , aunque la relajación del tramo final acabó por situarlo duodécimo. Arza dejaba nuevamente Vigo, ocupando su puesto en el banquillo Mariano Moreno, quien no lograría prolongar el idilio céltico con la máxima categoría.

Entre el cielo y el suelo

Y es que la temporada 1974-75 supuso el fin de la estabilidad en Primera y la puesta en marcha de un ascensor que no dejaría de funcionar hasta 1992. Jiménez y Lezcano participaron muy poco aquel año y el equipo se resintió enormemente. Félix Carnero y Ramón Búa no consiguieron mantener el nivel y el Celta inició la temporada metido de lleno en los puestos de descenso. Con todo, el equipo reaccionó bien y solo una pésima racha final con dos puntos sumados en los últimos cinco encuentros envió al equipo a Segunda. El recuerdo de los años 60 azotaba Balaídos pero bastó un año para volver a Primera, con Carmelo Cedrún como técnico encargado de consumar el rápido retorno.

Once que empató en el Bernabeu el 13/03/1977: Santomé, Villar, Manolo, Búa, Juan, Fenoy; Sanromán, Igartua, Mori, Castro y Suárez (Foto: abc.es)

En 1976 abandonaban el equipo varios de los históricos como Rivas, Lezcano, Hidalgo o Rodilla. Manolo Jiménez ya lo había hecho un año antes. El nuevo Celta presentaba nombres como Fenoy, Mori o Del Cura junto con los más clásicos Villar, Manolo, Castro o Juan. Los problemas económicos —una vez más presentes en la historia del club de Balaídos— impidieron reforzar al equipo adecuadamente, saliendo a competir a Primera con la base del año anterior. Las 19 jornadas que los de celeste se habían mantenido invictos con Cedrún como técnico no tuvieron continuidad en la campaña 1976-77 y, pese a lograr un empate sin goles en el Bernabeu, el Celta finalizaba penúltimo tras caer en La Romareda en la última fecha. De nuevo tocaba visitar el pozo, del que se escaparía nuevamente a la primera, con José María Maguregui al frente. El técnico vasco no iba a llegar a un acuerdo para renovar su contrato pero dejaba a los de Balaídos otra vez en Primera.

Desde 1987 hasta 1989 el Celta se movió con una inusitada alegría por la máxima categoría

Laureano Ruiz se incorporaba al banquillo celeste en 1978 y su paso no reportó alegrías al club. Un Celta con un 80% de futbolistas gallegos en nómina acusó múltiples problemas físicos, situándose en alguna de las dos últimas plazas durante 25 de las 34 jornadas del campeonato. Sin embargo, una única derrota en las últimas ocho fechas llevó al equipo a afrontar la última jornada fuera de los puestos de descenso. El dramático empate cosechado en Balaídos ante el Atlético de Madrid no fue botín suficiente para consumar el milagro y el celtismo se resignaba una vez más a quedarse sin fútbol de primera por un año. Por desgracia el ascensor no se detuvo en la planta baja y continuó su camino hasta el sótano de la Segunda División B. Fue una debacle totalmente inesperada para un equipo habituado a pelear por objetivos superiores. Afortunadamente la llegada de Milorad Pavić insufló nuevos ánimos al club, regresando a Primera con dos primeros puestos logrados consecutivamente en 1981 y 1982.

La irregularidad de los 80

De nuevo junto a los grandes, la temporada 1982-83 presentaba nombres como los de Maté, Atilano, Gelo, Mori, Del Cura o Pichi Lucas. Se cumplía la tercera temporada del técnico yugoslavo al frente del club y renacían las esperanzas de que por fin se pudiese lograr una continuidad . Sin embargo la temporada no fue buena, pese a que también se logró arañar un punto en el Camp Nou. El equipo se metió en problemas desde el principio y siempre rondó la zona de descenso. Con todo, cuatro victorias consecutivas sirvieron para enlazar el final de la primera vuelta con el inicio de la segunda, momento en que se alcanzó la undécima plaza. Parecía el inicio del despegue pero se quedó en un dulce espejismo celeste. La escasa solidez mostrada en Balaídos, pese a dos victorias postreras ante Las Palmas y Valencia, llevó al club olívico a una situación límite en la última jornada. A orillas del Pisuerga, un Celta tremendamente gris consumaba un nuevo descenso al caer tristemente por 3-1 ante un Real Valladolid que no se jugaba nada. Era el final de la 'era Pavić' y el comienzo de un nuevo peregrinaje por la División de Plata que, en esta ocasión, iba a prolongarse por dos años.

Once que igualó en el Camp Nou el 21/11/1982: Maté, Atilano, Mina, Gelo, Suárez, Canosa; Gómez, Mercader, Lucas, Andrés y Del Cura (Foto: celtahistoria.blogspot.com)

Félix Carnero, un hombre de la casa, se iba a encargar de llevar de nuevo el azul cielo a la máxima categoría, con una tercera posición final en mayo de 1985, suficiente para pulsar de nuevo el botón del ascensor que permitía subir un piso.

Lo que debería haber sido una fiesta duró menos que un caramelo a la puerta de un colegio . El ejercicio 1985-86 fue de los más convulsos de la década, con un equipo que simplemente no funcionó. Los Maraver, Alvelo, Vicente o Camilo se convirtieron en habituales en un bloque cuyo fichaje estrella, Baltazar María de Morais Junior, apenas pudo convertir seis tantos. Félix Carnero abandonó la dirección técnica del equipo tras la jornada 13, cediendo el testigo a José Luis García Traid, quien apenas aguantó 15 partidos en el cargo. Con todo perdido llegó Pepe Villar para cerrar una temporada sonrojante, en la que apenas se sumaron 14 puntos y el Celta fue colista de manera ininterrumpida desde la jornada 11 hasta la conclusión del campeonato. Acusaciones de falta de profesionalidad hacia la plantilla terminaron de enturbiar una campaña que no merece más comentario.

Rozando Europa

Con todo, el verano de 1986 marcó un pequeño cambio de tendencia. El desastroso desempeño de Baltazar invitaba a prescindir de sus servicios pero en la División de Plata sus prestaciones iban a mejorar sustancialmente. En efecto, la temporada de los 'play-off' devolvió al Celta a Primera, con 34 tantos del brasileño que justificaban los 13 millones de pesetas invertidos en su fichaje. Vigo volvía a ser de Primera y, en esta ocasión, iba a disfrutar de dos excelentes temporadas sin la 'espada de Damocles' que suponía la cercanía a los puestos de descenso.

Baltazar, estrella en la segunda mitad de los 80 (Foto: marca.com)

Y es que desde 1987 hasta 1989 el Celta se movió con una inusitada alegría por la máxima categoría, rozando los puestos que permitían el acceso a Europa y elevando el caché de futbolistas que vivían un momento dulce de juego. Fue el caso de Julio Prieto, quien supo suplir durante la campaña 1987-88 en el apartado realizador a Baltazar, lesionado durante muchas semanas. O de Amarildo, quien con sus 16 tantos en la 1988-89 llevó al equipo a lograr una sonada victoria sobre el Real Madrid de la Quinta del Buitre y a soñar con Europa. También quedaron en el recuerdo el porte y la elegancia de Jimmy Hagan, aquel líbero norirlandés que apuntaló la zaga celeste. Y, por supuesto, las primeras galopadas por banda de Jorge Otero, quien comenzaba una larga y exitosa carrera que alcanzaría su cénit a mediados de los 90. Fueron aquellos unos años excelentes en lo deportivo, solo sacudidos por las tragedias protagonizadas por Alvelo y Quinocho, dos figuras inevitablemente ligadas al Celta. José María Maguregui —sustituido por Pepe Villar— y José Manuel Díaz Novoa se sentaron en el banquillo de Balaídos durante el único período que se puede considerar estable dentro de la década de los 80.

Un último viaje en ascensor

Cierto es que ambos también lo hicieron durante la campaña que cerraba la década, la 1989-90. En esta ocasión se iba a recuperar la dinámica errática e inestable tan característica de aquellos años. Y es que tras la venta de Amarildo no se acertó con los recambios. El Celta que afrontó aquella temporada contó con José Luis Mosquera —6 goles— como principal artillero, junto con los brasileños Nilson Esidio y Mauricio como grandes decepciones. Solamente se lograron cinco victorias, absolutamente insuficientes para mantener al equipo entre los grandes.

Txetxu Rojo fue el encargado de acabar con el 'Celta ascensor' (Foto: yoentrenealcelta.blogspot.com)

La década de los 90 se iba a iniciar en la División de Plata , a la espera de la llegada de un vasco que iba a sentar las nuevas bases para que por fin el equipo retornase a Primera. Y esta vez, con fundamento. Txetxu Rojo iba a lograr devolver al Celta a la máxima categoría en 1992. Pero el técnico de Begoña conseguiría además desactivar ese ascensor que no había parado de funcionar desde mediados de los 70. Hasta el año 2004 el Celta no iba a volver a Segunda. Balaídos se preparaba para vivir días de vino y rosas.