A finales de la década de los 90 y a comienzos del nuevo siglo, la presencia del Celta en la Copa de la UEFA era ya una constante. El equipo entrenado por Víctor Fernández exhibía una sorprendente regularidad, que lo llevaba año tras año a terminar en puestos europeos (ayudado en ocasiones por la Copa Intertoto), pero sin atreverse a asaltar la zona vedada de acceso a la Liga de Campeones. La máxima competición continental era esa tierra prometida que siempre se veía en el horizonte, pero que resultaba, sencillamente, inalcanzable. Hubo dos ocasiones en que estuvo al alcance de la mano. En 1999, a un puñado de minutos. Pero, finalmente, se escurrió tras la derrota en Balaídos contra el Atlético de Madrid. En 2002, otra vez se esfumó la posibilidad, tras perder los dos últimos partidos contra el Sevilla y el Rayo.

La Champions era esa tierra prometida que se veía en el horizonte, pero que resultaba sencillamente inalcanzable

Puede que estas decepciones influyesen en el fin de ciclo de Víctor Fernández, que fue sustituido en 2002 por Miguel Ángel Lotina. Un técnico que no pudo entrar en Balaídos con mejor pie. En su primera campaña en el banquillo, y siempre con la humildad por bandera, consiguió alcanzar el techo del equipo, la ansiada clasificación para la máxima competición continental. La tarea empezó casi como un juego, pero fue tomando cuerpo tras un gran arranque con tres victorias seguidas que llevaron al Celta a liderar la competición. El club solo volvería a lo alto de la tabla en la jornada cinco, pero se mantuvo toda la campaña coqueteando con el cuarto puesto, al que accedió definitivamente en la jornada 35, tras golear al Deportivo en Balaídos. El billete europeo se consiguió en la penúltima jornada, con una histórica victoria ante la Real Sociedad, que se jugaba el título acompañada de una legión de seguidores. Fue el partido que encumbró a Ahmed Hossam, Mido. El egipcio llegó tarde, y solo disputó ocho partidos, en los que marcó cuatro goles. Pero será recordado para siempre junto a los Mostovoi, Gustavo López, Jesuli, Edú o Catanha, artífices de aquella histórica clasificación. Contra la Real, el gol de Mido sirvió, junto a los de Edú y Mostovoi, para doblegar al equipo de Denoueix, el equipo de Valery Karpin, sensación de la temporada.

Inicio con susto

No podría ser de otra manera. El debut del Celta en Liga de Campeones estuvo a punto de no llegar a producirse. La ronda previa, que por aquel entonces no formaba parte del calendario de la competición, cuyo logo no adornaba las mangas de los futbolistas, emparejó al Celta con el Slavia de Praga. El partido de ida fue una balsa de aceite, resuelto por 3-0 con goles de Mostovoi, Jesuli y Edú.

El debut del Celta en Liga de Campeones estuvo a punto de no llegar a producirse

Pero la vuelta, en Praga, resultó ser un tormento para un equipo que tenía demasiadas ganas de estar en la fase de grupos, hasta el punto de saltarse el trámite. Así que los checos se afanaron en buscar la remontada, y estuvieron a punto de conseguirlo. A la media hora, el resultado era ya de dos a cero. Solo la capacidad de sufrimiento de los de Lotina impidió un ridículo histórico, con Mostovoi expulsado y el equipo pidiendo la hora. El Celta, ahora sí, estaba en la fase de grupos.

Más campeones de Europa

El ansiado sorteo emparejó al Celta con tres equipos históricos. Dos campeones de Europa, el Ajax y el Milán que, además, era el vigente ganador. Y el Brujas, un equipo con solera en el fútbol belga y en el continental. Un reto a la altura de un equipo que se había hecho famoso por derribar campeones en la Copa de la Uefa y que, además, atravesaba uno de sus momentos más efectivos.

El debut se produjo en el Jan Breydel de Brujas, con un once que pasó a la historia: Pinto, Berizzo, Sergio, Contreras, Ángel, Juanfran, Vagner, José Ignacio, Jesuli, Gustavo López y Milosevic. A pesar de jugar contra un rival en inferioridad toda la segunda mitad, y de adelantarse en el marcador por medio de Juanfran, el Celta no fue capaz de conseguir la victoria. El propio lateral valenciano empataba con un autogol en el tramo final, dejando al celtismo con la miel en los labios.

El grupo era un reto a la altura de un equipo que se había hecho famoso por derribar campeones en la Copa de la Uefa

Sin duda, uno de los momentos memorables de aquella temporada fue el debut en Balaídos contra el vigente campeón, el todopoderoso Milán de Ancelotti, que desplegó toda su constelación de estrellas: Cafú, Maldini, Rui Costa, Pirlo, Shevchenko o una promesa que llegaba a Europa: Kaká. Desgraciadamente, el encuentro no obedeció a las expectativas ni en la grada, que no mostró su mejor aspecto, ni en el juego, que se saldó sin goles.

Llegan las dudas...

Tras dos empates, el Celta seguía vivo, pero viajaba a Amsterdam necesitado de puntos. Y en esa tarea, el Ajax de Koeman no era el rival idóneo. Un equipo cargado de promesas como Maxwell, Van der Vaart, Sneijder o su particular joya de la corona, un sueco de apellido Ibrahimovic que resolvió el choque a los cincuenta minutos. El Celta empezaba a descolgarse en el grupo, lastrado por unos problemas que también evidenciaba en Liga: la dificultad para conseguir goles y la facilidad para encajarlos.

...y, por fin, la victoria

En esta tesitura se presentó el Ajax en Vigo. Un equipo que ya podía pensar en nadar y guardar la ropa, y al que podía valerle un empate. No así al Celta, que afrontaba su primera bola de partido con solo dos puntos. Los de Lotina salieron a por el partido, y consiguieron una renta de dos goles gracias a Luccin y Milosevic. Sonck acortó diferencias, pero Vagner firmó el tercero, que hizo inútil el postrero tanto de Van der Vaart y aseguró la histórica victoria.

Con cinco puntos en el casillero, la situación se veía más favorable ante la visita del Brujas. Pero nada estaba conseguido aún. Los vigueses necesitaban otra victoria que despejase el camino a los octavos de final. Mostovoi consiguió adelantar al Celta en el tramo final pero no fue suficiente. Lange empataba sobre la bocina para dejar tocados, pero aún con opciones, a los vigueses.

En San Siro, la gloria

Todas las posibilidades estaban abiertas de cara a la última jornada. El Celta podía ser segundo, conformarse con la tercera plaza para jugar la Copa de la UEFA, o quedar eliminado. Y, en un grupo tan igualado, Lotina apeló a su experiencia en fases de ascenso a Segunda para reivindicar las opciones de su equipo, consciente de que tampoco a los rivales les sería fácil asegurar el pase.

Transcurría el minuto 70 en San Siro y José Ignacio cazó un balón en el área...

Y así llegó el partido de San Siro, uno de los más trascendentes de la historia del club. En un escenario mítico, ante un rival que ya nada se jugaba, y que reservó a gran parte de sus titulares, el Celta consiguió dar la campanada. A pesar de empezar perdiendo con un gol de Kaka, el equipo se recompuso. Jesuli empató poco después con un gran gol, un disparo lejano que sorprendió a Abbiati. Sin embargo, no sería ese el gol que quedaría para la historia. Transcurría el minuto 70 y José Ignacio cazó un balón en el área. Sin embargo, erró en el remate, en una pifia que dejó el balón muerto y al riojano girando sobre sí mismo. Aún así, se las apañó para rematar de nuevo y conseguir el 1-2. Un gol que no fue bonito, pero sí importante. Clasificaba al Celta para los octavos de final de la Champions por única vez en su historia.

La Liga lo estropeó todo

El Celta tocaba la gloria en su temporada más difícil. La acumulación de partidos pasó factura al equipo, que coqueteó con los puestos de descenso desde el principio de la temporada, cayendo en los mismos tras la humillante derrota en el derbi por 0-5. El mismo partido que, un año antes, había metido a los vigueses en puestos de Champions. La errática marcha liguera le acabó costando el puesto a Miguel Ángel Lotina, el artífice de todo lo conseguido.

La temporada más ilusionante acabó de la peor manera posible: con el descenso a Segunda doce años después

Su sustituto, Radomir Antic, llegó seducido por la posibilidad de jugar los octavos de Champions, en una eliminatoria ante el Arsenal que se torció desde el principio. Evidentemente, el Celta no la afrontaba en las condiciones idóneas. El brasileño Edu, el del Arsenal, la resolvió con dos goles en Balaídos, en un encuentro que finalizó 2-3, y en el que también marcó Pires. Por el Celta anotaron Edu y José Ignacio, que no pudieron evitar que el partido de vuelta fuese ya poco menos que un trámite. Henry marcó dos goles en la primera parte en el viejo Highbury, con el Celta pensando más en su desesperada situación liguera.

Poco después de la eliminatoria, Antic dejó su puesto alegando haber sido superado por "las bajas y los resultados". Sus sustitutos, Ramón Carnero y Rafa Sáez, no pudieron evitar que la temporada más ilusionante acabase de la peor manera posible. Con el descenso a Segunda doce años después.