Otro día en la oficina. Por segunda semana consecutiva, el Celta afrontó un partido en superioridad numérica, esta vez, además, con ventaja en el marcador desde el minuto 11 ante un Rayo Vallecano que no ha sido concebido para sufrir en defensa. Todos los condicionantes para conseguir una victoria cómoda y seguir en la lucha por el liderato.

Sin estridencias

Pero algo ha cambiado en este Celta. A pesar de la vocación firmemente ofensiva del equipo, y del grado de fantasía y de imprevisibilidad de sus delanteros, es un bloque con los pies en el suelo, que no se dejará llevar por la euforia aunque el viento sople decididamente a favor. Quizá anteriores experiencias desagradables han hecho madurar a los jugadores. O quizá el simple paso del tiempo, la experiencia y la propia confianza en sí mismos les ha dado ese poso necesario para manejar los encuentros despacio y con buena letra.

El Celta ya no es un conjunto estridente, que toca y toca pero al que le cuesta un mundo llegar con peligro

El caso es que la victoria no pareció peligrar en ningún momento del partido. Y todo a pesar de que a Iago Aspas se le vió excesivamente ansioso por marcar delante de los suyos, y que a sus socios de delantera les costó ajustar el punto de mira, siempre algo oxidado en el mes de agosto. Pero este es un equipo con dinamita arriba, y eso sí que es innegable. Ya no es un conjunto estridente, que toca y toca pero al que le cuesta un mundo llegar con peligro. Ahora es una máquina letal, que a la menor ocasión hace daño al rival.

Otra vez contra diez

La expulsión condicionó el choque. Eso es evidente. Esta vez, además, el Celta jugaba como local, y fue un empujón decisivo para que el equipo se hiciera con el timón del partido, y pudiera jugar con esa calma de la que nace el peligro.

Pero, al contrario de lo que había sucedido una semana antes en Valencia, fue una expulsión provocada por un ataque fulgurante que desembocó en una ocasión manifiesta de gol. Dicho de otro modo: si Toño no hubiera derribado a Wass, el Celta se habría adelantado igualmente, y solo se habían disputado diez minutos. Es una prueba del peligro que desencadena este Celta, al que le bastan unos instantes de tanteo para desarticular el entramado defensivo rival. Por lo tanto, el equipo vigués volvió a jugar contra diez, pero fue algo totalmente merecido.

Bendito problema

Se suele decir que, cuando se acumula el talento en un equipo, esto constituye un problema para el entrenador. En ocasiones, los propios técnicos prefieren plantillas cortas, con el pretexto de tirar de la cantera pero, en ocasiones, con el motivo oculto de no tener que hacer una criba previa a cada partido, dejando a algún teórico titular en el banquillo lo que, en ocasiones, desemboca en un mal ambiente y en algún episodio desagradable. Estas plantillas cortas tienen el inconveniente de que no permiten al club competir en igualdad de condiciones en todos los frentes. Véase, por ejemplo, el papel del Celta en Copa hace ahora un año. O aquel famoso encuentro contra el Sevilla, con solo 14 profesionales disponibles, que acabó echando por tierra las aspiraciones de entrar en Europa.

Wass está siendo una de las sensaciones del inicio liguero, junto a un Orellana que se sube, literalmente, por las paredes

Este año no parece que todo ello vaya a suponer un problema. El Celta se ha reforzado poco pero bien, con jugadores talentosos pero jóvenes, que lo tienen todo por demostrar. Además, parece que tampoco se ha equivocado con la parte humana de los nuevos futbolistas, que asumen su rol sin problemas. Muchos aficionados soñaban con una delantera formada por Iago Aspas y Guidetti, pero el sueco aceptó abiertamente el papel de suplente que le ha tocado en este inicio liguero. Seguro que tendrá sus oportunidades, y los minutos que está disputando así lo demuestran, mientras la afición se come las uñas por verlo en el campo.

La situación de Drazic y de Bongonda, llegado en enero, es similar. Con la continuidad de un Nolito al que ya se vio mucho más centrado contra el Rayo, tras un verano subido en una montaña rusa mediática, ofreció una versión mucho más parecida a la que debe dar. Con el gaditano enchufado, y enchufando goles de dos en dos, a sus talentosos rivales de banda les tocará esperar.

Parece que donde a Berizzo le ha tocado la lotería es en el centro del campo. Ahí también tiene un pequeño “problema”. Su decidida apuesta por Pedro Pablo Hernández en la mediapunta está empezando a dar sus frutos. Tras un difícil año de adaptación, el Tucu está empezando a rendir como se espera de él, funcionando como un ancla, una referencia para sus anárquicos compañeros de ataque, y ayudando mucho en defensa. Esto deja a Wass un hueco en el mediocentro. A pesar de que el danés siempre ha sido un hombre de banda, Berizzo confía en él para acompañar a un excelso Augusto Fernández. Y, desde luego, por el momento parece que no se equivoca. Wass está siendo una de las sensaciones del inicio liguero, junto a un Orellana que se sube, literalmente, por las paredes. Incluso queda tiempo para ensayar otras combinaciones. Por momentos, Wass intercambió su posición con el Tucu, e incluso ocupó la banda en algún momento. Todo un repertorio de recursos para delirio de la dirección deportiva viguesa.

El sambenito del líder

Llegó el parón liguero, y el Celta es el líder de la Liga, con quince días por delante para recapacitar. Debe hacer un ejercicio de memoria y recordar lo que le sucedía cuando se producía esta circunstancia. Hay que remontarse muchos años para ello. La última vez que el equipo comandó la tabla fue en el año 2005. Pero tampoco entonces pudo evitar sucumbir ante su peculiar maldición: tras asaltar el Bernabéu, perdió en casa contra el Racing. Y, después de derrotar a Villarreal y Sevilla, empató con el Cádiz para dejar hasta ahora el puesto de líder.

Es verse en lo más alto, y el Celta empieza a sentir un vértigo inexplicable que desemboca en un mal resultado

Esta peculiar relación de amor-odio del Celta con el liderato empezó a escribir su historia reciente en 1998: también entonces el Celta fue primero tras asaltar el Bernabéu, para caer justo después en Mendizorroza contra un recién ascendido. Circunstancias que se repitieron tras ganar al Mallorca y sucumbir después en el Calderón.

La situación más parecida a la actual se vivió en el año 2000, cuando el Celta ganó en las tres primeras jornadas, también con dos encuentros consecutivos en casa, contra la Real y el Espanyol. Después llegó el Rayo para despertar a los vigueses con un 3-0. Un nuevo inicio triunfal la temporada siguiente, con tres jornadas como líder hasta el empate en el clásico, y dos aventuras en las alturas en 2002, que también se acabaron con una derrota ante el Rayo cierran el idilio del Celta con el primer puesto liguero.

La lectura de tanto número es sencilla: al Celta, al menos el de la época más gloriosa del club, se le atraganta el liderato. Es verse en lo más alto y empezar a sentir un vértigo inexplicable que desemboca en un mal resultado. Otro espejo en el que el Celta de Berizzo no debe mirarse, si no quiere verse dolorosamente reflejado en un inicio de campaña tan ilusionante. El próximo partido, contra Las Palmas en Balaídos, sacará de dudas al celtismo.