15 de mayo de 2013. Estadio José Zorrilla, Valladolid. Javi Varas saluda a la parroquia celeste desplazada a Pucela tras la victoria cosechada por el Celta ante el equipo local (0-2), con goles de Cabral y Aspas. Hasta ahí todo normal. La postal cambia cuando se vislumbran las lágrimas en los ojos del andaluz, su brazo izquierdo cuidadosamente colocado en cabestrillo y las emociones a flor de piel en todos sus compañeros, empezando por un jovencísimo Rubén Blanco, que sustituyó en el minuto 40 a Javito, obligado a abandonar el choque con una luxación en el codo, producida por una mala caída.

“Me gustaría que se me recordase como una buena persona y un buen profesional”. Misión cumplida.

El portero de Mos se convirtió en protagonista improvisado de un partido que marcó la historia reciente del Celta: sin esa victoria en la capital castellana y la posterior, una semana después, contra el Espanyol en Balaídos, acompañadas de varios resultados en otros campos, no habría habido Luis Enrique, ni Rafinha, ni Nolito, ni victorias ante el Madrid, el Atlético o el FC Barcelona, ni quedarse a las puertas de Europa. Antes del partido de Zorrilla, los celestes contaban con tan solo un 4% de posibilidades de salvarse.

“Lloro porque me duele despedirme así. Me voy como un celtista más, enamorado de la ciudad, del club y de su gente”. Con ese sentimiento se despedía Javi Varas en la zona mixta de Zorrilla, sabedor de que aquellos cuarenta minutos eran los últimos que jugaba con la camiseta del Celta.

Bellvís y Madinda consuelan a un emocionado Varas. (Foto: LFP).

Toda esa emoción, ese cariño desatado, venía de un futbolista cedido. Sí. Un jugador con fechas de llegada y de salida marcadas en el calendario. Un jugador al que poco o nada tendría que importarle el Celta más allá de 30 de junio de 2013; si en Primera, si en Segunda. Ya no sería su problema. Un jugador que podría seguir ejemplos muy cercanos, en el mismo vestuario, como los de Park Chu-Young o Daniel Pranjic, que disfrutaron de unas vacaciones muy bien pagadas en Vigo. Para Varas no fue así. Y eso que su situación contaba con la dificultad añadida de ser la primera vez que abandonaba su casa. Toda una vida unida al Sevilla FC, a su familia, a sus amigos del barrio, que conocía a los 29 años lo que otros futbolistas experimentaban diez años antes. Nueva ciudad, nuevo equipo, nueva afición.

Puntal deportivo; puntal emocional

Pronto, muy pronto, empezó a comprobarse que la dirección deportiva había acertado con el elegido para el regreso del equipo celeste a Primera División tras cinco años de exilio en Segunda. Varas dejaba cuatro o cinco intervenciones de mérito por partido. Intervenciones que, en otras situaciones, canjearían puntos, pero en aquel Celta, inofensivo en ambas áreas, pocas veces dejaban réditos tangibles. El punto de La Rosaleda o los tres de La Romareda, llevaron su sello. También victorias clave, como las del Granada o el Zaragoza en Balaídos, en las que el sevillano fue decisivo. En otras ocasiones no pudo ayudar a la victoria, pero sí a evitar humillantes goleadas, como en Riazor o contra el Madrid en el Municipal vigués.

Pero además de como un buen portero, se destapó como un líder del vestuario. Como si de un jugador de la casa o uno con muchos años en el club se tratase, el andaluz asumió el papel de referente, de voz autorizada. Borja Oubiña, Mario Bermejo y Javi Varas. Las tres columnas que sostuvieron a un equipo lleno de jóvenes sin experiencia en la categoría que encontraron en el trío de veteranos, un soporte imprescindible para aguantar la presión de una segunda vuelta tumultuosa. Javito se convirtió en un fijo en la sala de prensa de A Madroa cada semana, igual que en las zonas mixtas tras los partidos, sobre todo en los que había que dar la cara tras una derrota. Caso de Riazor.

Vuelta a casa

A veces no hace falta estar toda una vida en un lugar para sentirlo tu hogar. Igual que, en muchas ocasiones, tu familia no lleva tu sangre. Es muy posible que Javi Varas tenga un recibimiento mucho más caluroso en Balaídos que en el Pizjuán, a pesar de la diferencia de años de estancia y de lazos de tierra.

“Allí donde piensan en ti, allí está tu hogar”. Nadie ha olvidado a Javito en Vigo. Regresa a Balaídos tras un año casi en blanco en Sevillauno de los pocos partidos que jugó fue precisamente en Balaídos— y otro fantástico, precisamente en Valladolid, en donde se erigió como el mejor portero de la Liga Adelante. Ahora, de nuevo en un recién ascendido y de nuevo a las órdenes de Paco Herreraotro que sabe bien que el cariño no se compra ni se vende— vuelve a la que fue su casa deportiva un año, pero que siempre lo será en lo emocional. “Más allá de como buen o mal portero, me gustaría que se me recordase en Vigo como una buena persona y un buen profesional”. Más de dos años después, Javi Varas comprobará como su deseo se hace realidad, cuando cruce la Puerta del Atlántico, cuando se reencuentre con su gente, cuando vuelva a pisar la hierba que le hizo inmortal en el corazón del celtismo.