Sacar una matrícula de honor es el broche de oro a un examen bien trabajado y estudiado. No se puede conseguir sin mucho esfuerzo, dedicación y, tal vez, una pizca de suerte para que la inspiración llegue a borbotones. Conseguir dos, y más ante una de las asignaturas más complicadas del curso, es algo que solo unos pocos elegidos pueden conseguir.

Sergio Álvarez reunió todas esas cualidades en el Camp Nou la temporada pasada. Paradas de escándalo, de todos los colores, consiguieron llevar al Celta de Vigo a conseguir una sorprendente victoria, con gol de Larrivey. Fue capaz de desquiciar al mejor jugador del mundo aquella noche, con la fortuna de su lado, tras varios postes del equipo blaugrana. Sergio estaba pletórico y la suerte le acompañaba.

Y llegó el día del segundo examen. Los nervios no corrían por el cuerpo del portero celeste; ya lo había hecho antes. La primera ocasión a cargo de Neymar, la solventó sin dudas. Messi siguió sin poder batir al cancerbero de Catoira, algo extraño en el astro argentino, y Luis Suarez ni siquiera lo intentaba, concienciado de que el gol estaba muy caro en Balaídos.

Al final del partido, la nota estaba clara: un diez. A pesar del gol de Neymar en los compases finales del partido en el cual el guardameta gallego poco pudo hacer, la calificación es más que merecida. Con ello disipa las dudas de su inicio de campaña y del final de la anterior temporada y se consagra, con 29 años, como portero de garantías del conjunto olívico, siendo, por segunda vez, verdugo del Fútbol Club Barcelona.

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