Al lado de lo que pasó en Balaídos, la tarde noche del 23 de septiembre de 2015, 50 sombras de Grey no es más que cualquier comedia romántica de estas que ponen los fines de semana después de comer. Una tierna historia de enamorados, repleta de cariño, en la que la pareja protagonista acaba haciendo el amor sobre una cama con pétalos de rosa, entre velas y con una romántica canción sonando de fondo. No hubo nada de eso en el césped del Municipal vigués. El Celta sodomizó al FC Barcelona campeón de Liga, campeón de Copa y campeón de Europa. Sin respeto. Una sesión de sexo salvaje televisada en horario infantil y entre semana, a la que solo le faltó The four horsemen de Metallica atronando por la megafonía.

El inicio de la cita fue como todo en ella: frenético. Los culés esperaban una cena, quizá un cine, y después un tierno paseo por la playa. El Celta no quería nada de eso. Fútbol explosivo, agresivo, intenso. Aquí te pillo y aquí te mato. Los de Berizzo se dejaron de preámbulos y fueron a por todas desde el primer momento. Hardcore. El 105x69 de Balaídos se convirtió en una enorme cancha de la NBA en la que los locales establecieron duelos individuales por toda la extensión verde. Y casi siempre los ganaron. Augusto Fernández borró del mapa a Iniesta, Radoja dejó en anécdota la titularidad de Sergi Roberto y Wass sobrepasó a Busquets. En el otro lado, Sergi Gómez y Cabral se turnaban en secar a Suárez mientras el otro libraba, y Jonny y Hugo Mallo se emparejaron con Messi y Neymar como si se enfrentasen a dos juveniles. Arriesgado, sí. Pero quien no arriesga no gana.

Delante, Aspas, Orellana y Nolito ejecutaron. Como en un baño sucio de cualquier garito a las tantas de la mañana. Rápido y violento. Igual que este texto. Dos arrebatos pasionales bastaron para irse al descanso con 2-0. En la segunda parte, cuando el Barcelona pidió el desayuno a la cama para intentar recuperar sensaciones, un nuevo fogonazo del moañés hizo saltar por los aires zumo, café, tostadas y flor.

En el tramo final de la faena, Neymar se puso rebelde. Un gol que, con trece minutos por delante y el Barça en el campo, hacía posible cualquier cosa. No ese día. Guidetti fue el encargado de volver a zarandear a los culés contra la pared y hacer el cuarto gol. El primer martillazo de Thor en la Liga española en la noche de los excesos. La noche en que el campeón de todo se volvió a casa mirando al suelo con los zapatos en la mano.