A orillas del Atlántico, las tardes de otoño suelen seguir siempre el mismo patrón. Cielos grises y atmósferas cargadas de rocío cubren la ciudad de Vigo desde el mes de octubre hasta bien entrada la primavera, momento en el que el sol comienza a aparecer tímidamente entre las nubes. Siguiendo a la lógica, la tarde del sábado 24 de octubre se presentaba apagada en Balaídos, donde el césped resplandecía víctima de la humedad que cargaba el ambiente. Pese a todo, el estadio vigués estaba a punto de ser espectador de un acontecimiento único para el Celta de Vigo.

Después de cosechar una importantísima victoria en El Madrigal, los celtistas recibían al Real Madrid de Rafa Benítez en un duelo directo por el liderato. Una circunstancia insospechada para los de Berizzo, quienes, sin embargo, habían completado la gesta de llegar invictos y con la moral por las nubes a la novena jornada de la competición. Los únicos que también lo habían logrado se encontrarían, curiosamente, al otro lado de la línea divisoria. Un empate mantendría a ambos equipos invictos. Pero nadie quería un empate.

El planteamiento de Eduardo Berizzo fue atrevido y valiente. En lugar de introducir a Radoja en el trivote, como hiciera ante el Barcelona, el entrenador argentino apostaba por Pablo Hernández como acompañante de Wass y Augusto, premiando en cierta medida el buen momento de forma del centrocampista chileno. El objetivo era claro: sobrepasar a Casemiro con combinaciones eléctricas en tres cuartos de campo y generar así el mayor peligro posible sobre el área de Keylor Navas. Un Keylor que, ya de antemano, se erigía como la gran muralla a sobrepasar por los vigueses.

Por su parte, Benítez apostaba por un bloque más conservador, dejando en el banquillo a Isco y Kovacic y colocando un sólido trivote formado por Casemiro, Kroos y Modric que permitiese contener el torrente ofensivo celeste. Arriba, ante las ausencias de Karim Benzema y Gareth Bale, dos jóvenes futbolistas como Jesé Rodríguez y Lucas Vázquez se convertían en los compañeros de ataque de un Cristiano Ronaldo que se desempeñaría como único punta, es decir, como la gran referencia ofensiva del equipo.

¡Abran fuego!

Con el sol oculto tras las nubes y sin intención aparente de realizar su aparición sobre el cielo de Balaídos, los guerreros de ambos equipos se dispusieron sobre el césped. Propietarios de un arsenal de primer nivel, los madridistas, ataviados con su vestimenta oscura, arrancaron el encuentro como un auténtico vendaval futbolístico. Un golpeo lejano de Danilo, titular en el flanco derecho de la zaga, era el primer aviso de lo que se avecinaba. Los minutos iniciales del partido eran un auténtico repaso de los hombres de Benítez. El Celta, confuso, trataba de domar el partido pero perdía la pelota con demasiada rapidez.

Como consecuencia de la velocidad superior que el Real Madrid imprimía al encuentro llegaría una internada por banda izquierda de Lucas Vázquez, quien sorprendía a toda la zaga conectando un pase atrás en lugar de buscar el pase de la muerte. Cristiano entendía la intención de su compañero y aprovechaba la pasada de frenada de Jonny para alcanzar el esférico y batir en semicaída a un Sergio que no podía hacer nada mientras éste se colaba en su portería tras golpear en el poste derecho. El Real Madrid se adelantaba con apenas ocho minutos jugados y la mala suerte celeste no había hecho más que empezar.

Cristiano colocó el 0-1 para los suyos (Foto: Mundo Deportivo).

A partir del primer tanto de los blancos, el Celta reaccionó. Primero tímidamente, con una pared entre Nolito y Pablo Hernández que terminaba diluyéndose en el pico del área. A continuación, con una combinación en banda izquierda que ni Orellana ni Aspas lograban rematar de forma conveniente. Mientras, Casemiro se multiplicaba para cubrir todas las posibles opciones de paso que planteaban los de Berizzo. El futbolista brasileño estaba en todas partes, convirtiéndose en una mezcla perfecta entre La Roca y Flash. Se movía con inteligencia y era implacable al corte.

La primera llegada de verdadero peligro del Celta tendría lugar a través de la banda derecha. El chileno Fabián Orellana se internaba, aprovechaba el bote de la pelota y conectaba un disparo con una rosca cerrada endiablada. Bajo palos, Keylor cogía impulso, se abalanzaba sobre el esférico y lo despejaba con maestría cuando parecía que éste estaba dispuesto a colarse a través de la cepa del poste. Fruto de la congelación del césped y de la tensión que se vivía sobre él, los futbolistas no dejaban de resbalar, como si de una pista de patinaje se tratase.

Es un gigante, tiene que serlo

Cuando parecía que el Celta vivía su mejor momento en el partido, una mortífera contra ejecutada por el Real Madrid terminaba con Danilo llegando completamente por un costado derecho liberado por su compañero Lucas Vázquez. El lateral brasileño aprovechaba su extraordinaria zancada y recibía un balón entre líneas de Jesé. Un balón que, sin miramientos, colocaba a la derecha de Sergio Álvarez para convertir el segundo tanto de su equipo en el encuentro. Un segundo golpe de moral madridista al encuentro. Un segundo golpe trágico de azar para los vigueses.

Pese a las circunstancias, los hombres de Berizzo apenas pensaron por un momento en rendirse. En lugar de ello, inmediatamente salieron de nuevo al ataque. Un disparo lejano de Jonny despejado a mano cambiada por Navas y otro golpeo lejano de Wass también detenido por el meta costarricense eran los tímidos intentos de los vigueses para batir la portería madridista, liderados siempre por un activo y combinativo Fabián Orellana. Mientras, Nolito permanecía oculto en su banda izquierda, amedrentado por el extraordinario nivel de Danilo da Silva.

Keylor Navas fue un titán bajo palos (Foto: Mundo Deportivo).

La primera aparición seria del extremo de Sanlúcar de Barrameda se producía alrededor del minuto 40, cuando se deshacía de hasta tres jugadores ejecutando su baile habitual con la pelota, encontrando a un Iago Aspas en el punto de penalti cuyo disparo era repelido, reflejos felinos mediante, por el incombustible Keylor Navas. Sin embargo, el momento álgido del meta madridista todavía estaba por llegar. Apenas tres minutos más tarde, después de que Nolito colgase al área un libre directo desde el lateral, Pablo Hernández superaba a los centrales y conectaba un cabezazo muy colocado al palo contrario. Como si de un dibujo animado se tratase, el meta centroamericano se elevaba del suelo y, cuando la pelota estaba a punto de atravesar la línea de gol, la despejaba con su manopla izquierda, completando así una primera mitad de ensueño y enviando el partido al descanso.

El Celta se mordía las uñas, y con razón. Sin embargo, a los guerreros de Berizzo todavía les quedaba mucho por decir. El partido se reanudaba sin cambios en ninguno de los equipos, y Orellana era de nuevo el primero en intentarlo con un disparo desde el lado izquierdo que buscaba la escuadra derecha de Navas y se escapaba por centímetros. Con el Celta volcado completamente sobre el área madridista, a los de Benítez no les costaba nada encontrar espacios a la contra. En una de ellas, Lucas Vázquez no era capaz de batir a un Sergio que aguantaba con consistencia su intento flojo de vaselina.

Visos de eternidad

En la otra área, Nolito comenzaba a hacer daño de verdad a un cada vez más cansado Danilo. El gaditano se escurría a sus espaldas y encontraba completamente sólo en el punto de penalti a Orellana, quien sin embargo no era quien de conectar un disparo certero y enviaba el esférico a las nubes. Inmediatamente después del saque de puerta de Keylor Navas llegaría una acción que marcaría el devenir del partido. Un simple agarrón de Pablo Hernández a Sergio Ramos conllevaba la amonestación del chileno y, a efectos inmediatos, la protesta enfurecida de Gustavo Cabral. El central argentino, apercibido ya en la primera mitad, recibía su segunda tarjeta merced a sus quejas y era expulsado. El Celta tendría que disputar los últimos 35 minutos del encuentro con uno menos y con dos goles de desventaja en el marcador.

Los locales tardaron en recuperarse del mazazo. Durante quince minutos, el encuentro estuvo completamente dormido por los de Benítez. Durante este tiempo comenzaron también a producirse los cambios. El entrenador madrileño daba entrada a Isco, Cheryshev y Nacho Fernández, mientras que Berizzo introducía en el campo a Guidetti, Radoja y Carles Planas. Antes de la última sacudida celeste al partido, el Real Madrid todavía tendría una nueva oportunidad para matarlo definitivamente. Isco encaraba el área y conectaba un zapatazo que Sergio desviaba lo suficiente para que se estrellase en la escuadra.

Cuando todo parecía perdido, el Celta despertaba como un muerto levantándose de su tumba. Nolito driblaba, driblaba y driblaba por la izquierda, buscando constantemente la oportunidad de disparo. Sobre el minuto 70 iba a encontrarla tras un triple recorte hacia el centro y, por primera vez, lograría superar la muralla creada por Keylor Navas. Sin embargo, en este caso sería Marcelo el encargado de repelir el esférico cuando este se disponía a atravesar la línea de cal que distingue el éxito del fracaso.

Nolito logró batir a Keylor pero su heroicidad no fue suficiente (Foto: LFP).

A partir de ahí, el asedio de un Celta en inferioridad fue abrumador. Nolito tomó la batuta del partido y comenzó a dirigir a los suyos de forma incontestable. Sin embargo, sobrepasar la muralla defensiva planteada por Benítez continuaba siendo una auténtica quimera. Sólo un arranque de genialidad podría lograr que la red de Keylor Navas acabase siendo perforada. Y para eso estaba allí Nolito. El extremo celeste encaró una vez más a Danilo, tiró hacia el centro con el exterior y, levantando levemente la cabeza, se sacó un trallazo desde el borde del área que limpió por completo las telarañas de la escuadra izquierda madridista. El Celta recortaba distancias con un extraordinario tanto de su futbolista estrella. Lo malo era que, pese a ello, a los vigueses sólo les quedaban cinco minutos para intentar empatar.

La heroica viguesa estuvo a punto de completarse un minuto después, cuando tras recuperar una pelota en tres cuartos de campo, Augusto entregaba el esférico a un Guidetti que no era capaz de conectar un disparo entre los tres palos. Aquella sería a última ocasión clara para los hombres de Eduardo Berizzo, quienes, pese a todo, no dejarían de intentarlo hasta que Clos Gómez señalase el pitido final del encuentro. Durante los últimos diez minutos del partido, el Celta se dejó la sangre para intentar reestablecer las tablas en el marcador.

Sin embargo, con el tiempo de descuento ya casi cumplido, sería el Real Madrid quien lograría cerrar el partido de forma totalmente definitiva. Una pelota de Cheryshev llegaba a los pies de Marcelo, quien despistaba a Sergio Álvarez con un amago y definía casi a puerta vacía. Inmediatamente después de conceder el gol, el colegiado señalaba el final del partido. Con aquella última flecha, el equipo de Benítez derribaba definitivamente a los vigueses. Una flecha que sólo suponía el broche final, como si estuviese dirigida al tendón del héroe Aquiles. Un Celta herido, exhausto y frustrado recibía esa última flecha y se desplomaba, definitivamente, sobre el empapado césped de Balaídos. Ya se sabe lo grises que son las tardes de otoño a orillas del Atlántico.