El paralelismo con lo vivido hace ahora un año es sobrecogedor. Un Celta que empezaba la Liga lanzado se ha ido desdibujando sobre los campos, hasta el punto de resultar casi irreconocible. Afortunadamente, hay una pequeña diferencia. La temporada pasada, este cambio de actitud se tradujo en una sequía goleadora brutal y en diez jornadas sin ganar un partido, lo que puso a Berizzo contra las cuerdas. Este año el gol no se ha resentido especialmente. A pesar de sufrir en defensa, el Celta sigue marcando, y ha conseguido dos victorias importantísimas, en Anoeta y contra el Sporting, que lo mantienen entre los cuatro primeros a pesar de sembrar dudas en el juego. Y eso no es poco decir.

Primos hermanos

Nada como la visita de un familiar para superar una crisis existencial. A pesar del enrarecido ambiente que rodeó a la mareona en su visita a Vigo por culpa del reparto de entradas, el partido contra el Sporting era una fiesta en la grada. No así en el vestuario, donde los celestes sabían lo mucho que había en juego, lo mucho que necesitaban distanciarse de la ya famosa crisis del ejercicio pasado. Tanto era así, que Berizzo decidió abrir por fin la espita de las rotaciones.

Berizzo decidió abrir por fin la espita de las rotaciones

Los elegidos, en ausencia del lesionado Radoja, fueron sus dos únicos hombres de confianza en el banquillo: Guidetti y Bongonda entraron en el once, junto al recuperado Cabral, en lugar de Iago Aspas y Daniel Wass, que pedían a gritos un paréntesis, un reseteo para cargar las pilas y mejorar su rendimiento. La idea no era mala y, con ella, Berizzo sacaba también del armario su traje de gala con cuatro delanteros, el esquema que tantas alegrías dio en la recta final de la temporada pasada, y que hizo olvidar definitivamente el bache vivido por estas fechas.

Revulsivos sin ritmo

En toda esta declaración de intenciones hay una pega que quedó al descubierto ya en los primeros minutos. Las rotaciones tienden a beneficiar al grupo cuando tienen una frecuencia. Es entonces cuando el jugador titular lo da todo porque sabe que no tiene el puesto asegurado, y porque en el momento que esté desfondado alguien entrará en el equipo en su lugar. Y los jugadores del banquillo mantienen un ritmo de competición que les ayuda a aportar cosas cuando tienen oportunidades. Este sistema alcanzó su máxima expresión con Luis Enrique, cuando el equipo superó un mal comienzo y acabó teniendo una gran cantidad de recursos.

El Celta, que empezó la Liga lanzado, se ha ido desdibujando sobre los campos, hasta el punto de resultar casi irreconocible

En el Celta de Berizzo tanto el once como el sistema son muchísimo más rígidos. Cuando las estrellas están bien, el equipo es prácticamente imparable. Pero cuando muestran debilidades, las soluciones escasean. Ante el Sporting fue el momento de Bongonda y Guidetti. Son buenos futbolistas, pero la falta de minutos pesó mucho en su juego, especialmente en el caso del delantero sueco. El belga apareció para ayudar a inaugurar el marcador, pero su intermitencia lo delató: necesita más minutos para ser determinante.

Los de siempre

Con el cambio de piezas importantes e incluso de dibujo, el Celta no se pareció casi en nada al que el celtismo está acostumbrado a ver. Su fútbol no fluía, sus figuras ofrecieron muy poquito, y fue el Tucu Hernández quien, durante muchos minutos, se echó al equipo a la espalda para que el Sporting no siguiese creciendo. Para colmo de males, Sergio Álvarez confirmó que no atraviesa un buen momento con un error de los que pueden marcar a un portero, pero que quedará en anécdota gracias al resultado final.

El afortunado gol de Nolito contrasta con la calamitosa racha del año pasado en la que la pelota no entraba ni de penalti

Ya se ha comentado que las rotaciones tienen como efecto la mejora del banquillo. En este caso, Berizzo contaba con dos de sus piezas clave para voltear el partido. Con la entrada de Wass y, sobre todo, de Iago Aspas, el Celta se empezó a parecer un poquito más a sí mismo. Y de esto se benefició Nolito, del que no había habido noticias en todo el partido, y que apareció para resolver el partido a pase del moañés. Fue un gol afortunado, un contraste más con la calamitosa racha del año pasado en la que la pelota no entraba ni de penalti. Un tanto terapéutico que, sin embargo, hizo estallar a Nolito contra una grada que había demostrado nerviosismo, pero que no había dejado de animar, ni había pitado como sí hizo en otras ocasiones. Un desencuentro tan extraño como lo que fue el partido en sí.

La Copa como terapia

Y, en medio de este atípico (o habitual, según se mire) otoño que está viviendo el Celta, aparece la Copa en el horizonte. Un torneo que, tomando una vez más como ejemplo la temporada pasada, le creó aún más problemas a Berizzo, cuyas rotaciones costaron la eliminación y alguna que otra crítica. Sin embargo, y como mayor consecuencia, trajo la integración de Santi Mina a su proyecto. El vigués, en el ostracismo hasta entonces, aprovechó el torneo del KO para reivindicarse y convertirse en un fijo durante el tramo final de la temporada.

En medio de este atípico (o habitual, según se mire) otoño que está viviendo el Celta, aparece la Copa en el horizonte

La Copa vuelve a convertirse, especialmente en esta primera eliminatoria contra el Almería, en una oportunidad para los menos habituales. Hombres como Señé (que debutó ante el Sporting, aunque fuese en el descuento), Drazic, Madinda o Borja Fernández deben dar un paso al frente y demostrar que son una alternativa para el técnico. Como ya ha quedado dicho, a Bongonda y Guidetti les vendrán de maravilla más minutos para seguir progresando y entrando en la dinámica de manera más habitual. Lamentablemente, los escasos defensas disponibles seguirán acumulando minutos, ya que las bajas en la línea menos numerosa de la plantilla no permitirán muchas rotaciones. Todo ello sin olvidar que el objetivo principal será pasar la eliminatoria, para que la Copa les siga dando oportunidades a todos estos jugadores.