Nacido en 1946 en el distrito paraguayo de Coronel Martínez, Lezcano llegó al Celta con 21 años. Su valedor fue Arturo Bogosian, un representante de la época que más se podía considerar un embajador de su país en España, dada la cantidad de futbolistas de aquella nacionalidad que conseguía colocar al otro lado del Atlántico. El joven extremo que por entonces ofreció al club olívico poseía una gran capacidad de asistir a sus compañeros no exenta de un cierto instinto goleador. Aparentemente se trataba de un fichaje muy interesante aunque la juventud de Gabriel Lezcano sembraba ciertas dudas acerca de su rendimiento en un equipo que quería ascender a toda costa.

Luces y sombras en los 60

Durante el curso 1967/68, bajo la dirección de Iñaki Eizaguirre, Lezcano disfrutó de un total de 17 titularidades ligueras y anotó un gol. Fue aquella la temporada en la que se alcanzaron las semifinales de la Copa del Generalísimo, competición en la que el paraguayo participó en nueve encuentros más. Además anotó uno de los goles que recibió el Real Madrid en Balaídos, en partido correspondiente al choque de ida de las semifinales que los de celeste ganarían por 3-2.

Lezcano, segundo por la izquierda en la fila inferior, en un Celta de 1968 (Foto: halacelta.com)
Lezcano, segundo por la izquierda en la fila inferior, en un Celta de 1968 (Foto: halacelta.com)

Las cosas iban a ir muy bien en el plano colectivo al año siguiente, en el que con Iñaki Eizaguirre se logró por fin el ansiado ascenso. Sin embargo no lo fue tanto en el aspecto individual para Gabriel Lezcano, quien no disputó un solo minuto entre la quinta y la decimonovena jornadas de liga. Después consiguió recuperar la confianza del técnico vasco y se hizo con la titularidad en el tramo final de liga. Finalmente fueron 14 los encuentros en los que participó y un gol el que anotó en aquel inolvidable curso que permitió situar de nuevo al equipo entre los grandes.

Explosión en Primera

Y lo cierto es que el panorama no mejoró para el extremo guaraní una vez que el club olívico aterrizó, diez años después, en la máxima categoría. Con Roque Olsen al mando le costó nada menos que ocho partidos hacerse un hueco en el equipo. Sin embargo, cuando en la novena jornada debutó ante el Real Zaragoza, Lezcano ya no volvió a ceder su puesto en el once. Dos goles, uno en Balaídos ante el Elche y otro en Pasarón ante el Pontevedra, le sirvieron como bautizo de fuego en la Primera División. Fue el preludio de su verdadera explosión como futbolista, que llegó en la campaña 1970/71. Con Juan Arza en el banquillo el atacante sudamericano se convirtió en una de las piedras angulares del equipo y superó los 2.300 minutos de juego. Además totalizó seis goles —tan solo superado aquel año por Juan Fernández Vilela y Manolo Jiménez— que resultaron vitales para que el equipo se clasificase para disputar una competición europea por primera vez en su historia. Para el recuerdo queda un tanto que logró en febrero de 1971 frente al Real Zaragoza, registrado como el gol número 1.000 en la historia del club vigués en la máxima categoría. El paraguayo disputó también los 180 minutos de la eliminatoria disputada en septiembre de 1971 contra el Aberdeen aunque no pudo evitar la prematura eliminación de los de celeste.

Lezcano disputa un balón durante un Pontevedra-Celta (Foto: fameceleste.blogspot.com)
Lezcano disputa un balón durante un Pontevedra-Celta (Foto: fameceleste.blogspot.com)

En la competición doméstica la tónica para Lezcano se mantuvo durante el ejercicio 1971/72. Continuó como pieza fundamental en el esquema de Arza y apenas se perdió tres encuentros. Su perfil de futbolista comprometido y trabajador encajaba perfectamente con el de sus compañeros de aquella época. Aquel bloque no se recuerda por la brillantez de su fútbol sino más bien por la honestidad de sus integrantes y su capacidad de dejar en el campo hasta la última gota de sudor.

Goleada con sabor guaraní

El 21 de noviembre de 1971 llegaba a Balaídos un Sevilla crecido tras un inicio de liga arrollador. Los hispalenses, dirigidos por el griego Dan Georgiadis, totalizaban 13 puntos sobre 18 posibles y presumían de jugar un fútbol más técnico que antaño. Por su parte el Celta había pagado el precio por su debut europeo y se encontraba en la antepenúltima posición, con apenas seis unidades en su casillero.

Alineación Celta-Sevilla (21/11/1971)
Alineación Celta-Sevilla (21/11/1971)

Con todo, desde el principio se vio que los visitantes no se iban a encontrar cómodos en Balaídos. Los de Arza imprimieron a todas sus acciones una intensidad superior a la de sus rivales y cortocircuitaron el fútbol del equipo andaluz. A los doce minutos la superioridad local se plasmó en el marcador con un gol de Juan, tras pase de Rodilla. Apenas unos minutos más tarde llegaba un saque de esquina que botó Manolo Jiménez hacia la cabeza de Santiago Castro. El centrocampista mugardés tocó el esférico, que llegó rebotado a Lezcano, quien remató para colocar el 2-0 en el marcador. No iba a terminar ahí la aportación goleadora del extremo paraguayo ya que al filo del descanso conseguía el tercero de los de azul cielo. Fue tras un saque de portería defectuoso del cancerbero Carmelo, que el atacante guaraní devolvió en forma de vaselina. Un bonito gol que abortaba cualquier intento de reacción de los andaluces, que se iban al vestuario ampliamente superados en el juego y en el marcador.

Una última experiencia en las filas del Atlético Baleares puso el punto final a su carrera vestido de corto

En la segunda mitad el Celta se mantuvo como dominador y consiguió rápidamente el cuarto tanto, gracias a una combinación entre Manolo Jiménez y Rodilla, que el delantero convirtió tras servicio del extremo. El Sevilla lograría el gol del honor tras un lanzamiento a pelota parada, que cabeceó el zaguero argentino Emilio Pazos a la red. Al final se registró un 4-1 sorprendente a tenor de lo visto en las primeras jornadas de liga pero completamente justo de acuerdo con los méritos acumulados a lo largo de los 90 minutos de juego. El Celta tomaba oxígeno en la tabla aunque al final de la temporada no iba a pasar de una discreta décima plaza. Más extraño resultó lo del Sevilla, que en las últimas 24 jornadas de liga tan solo pudo sumar cuatro victorias, insuficientes para mantener la categoría. La caída libre del cuadro andaluz resultó espeluznante, con cambio de técnico incluido en la jornada 24 que, como tantas otras veces, no solucionó unos problemas que desembocaron en un desenlace completamente imprevisto.

Despedidas agridulces

Para Gabriel Lezcano la temporada fue muy buena a nivel personal, con 31 encuentros de liga disputados y seis goles más en su cuenta goleadora. Un nivel que no iba a poder mantener en las dos siguientes campañas, pese a que todavía mantuvo la confianza de sus técnicos. Con Dellacha y Aretio en el banquillo, el paraguayo intervino en 20 partidos del ejercicio 1972/73 y anotó un gol. Al año siguiente, de nuevo con Arza como técnico, contó con cerca de 1.700 minutos de juego y convirtió dos dianas. En ambas temporadas el equipo se mantuvo más cerca de la zona de peligro que de los puestos de honor pero logró mantenerse entre los grandes.

Foto: halacelta.com
Foto: halacelta.com

Lo cierto es que, de tanto caminar en el alambre, el Celta terminó cayendo de nuevo a la División de Plata a finales del curso 1974/75. Una pésima racha final, en la que se sumaron únicamente dos puntos sobre diez posibles, resultó clave en una temporada en la que Lezcano tan solo pudo disputar cuatro encuentros. El único gol que convirtió llegó en la última jornada liguera, en una derrota por 3-1 en el estadio Insular de Las Palmas, que confirmó los peores augurios.

Con Juan Arza en el banquillo el atacante sudamericano se convirtió en una de las piedras angulares del equipo

De nuevo en Segunda y una vez entrado en la treintena, el extremo guaraní vivió su epílogo como jugador del Celta. Comprometido hasta el final, participó en 20 encuentros de liga, si bien solo en ocho de ellos salió al terreno de juego desde el inicio. El equipo, entonces dirigido por Carmelo Cedrún, logró recuperar su sitio en la máxima categoría. Comenzaban las peripecias del ‘Celta ascensor’, que se prolongarían durante más de una década. Para Lezcano la despedida resultó agridulce ya que no llegó a un acuerdo con la directiva céltica acerca de su renovación. Aceptó, con todo el dolor de su corazón, una oferta del Córdoba, por entonces dirigido por Iñaki Eizaguirre, el que fuera su primer técnico en Casa Celta. Una última experiencia en las filas del Atlético Baleares puso el punto final a su carrera vestido de corto.

Gabriel Lezcano, en una foto reciente (Foto: fameceleste.blogspot.com)
Gabriel Lezcano, en una foto reciente (Foto: fameceleste.blogspot.com)

Tras finalizar su carrera como futbolista estableció su domicilio en Vigo, donde trabajó durante muchos años en A Madroa para las categorías inferiores del Celta. En 2008 el club dejó de contar con sus servicios, algo que al paraguayo dolió seguramente tanto como la frustrada renovación de 1976. Lo que parece claro es que un rendimiento y un nivel de compromiso como el que ofreció al público de Balaídos Gabriel Lezcano Rivarola durante nueve temporadas merece algún tipo de detalle por parte del club. Los históricos Manolo, Juan, Castro y compañía también tenían un referente con peso en la banda derecha.