Derrota que sabe a victoria, pero que en realidad fueron tablas. El Sevilla es el segundo finalista de la Copa del Rey pero sufrió la intensidad celeste en todo su esplendor, a pesar de partir de Sevilla con una clara ventaja de cuatro goles. Ambos conjuntos salieron con todo, pero el Celta debía llevar la iniciativa y así fue durante casi todo el partido. Los sevillistas buscaron especular con el marcador que pudo volverse en su contra de no ser por un postrero tanto de Banega que cerraba la eliminatoria y abatía al conjunto vigués. Fue un disparo seco, sin dolor y a quemarropa, un mazazo que dilapidaba toda opción de remontada, pero este Celta sabe morir con las botas de faena y siempre fiel a su estilo.

El partido comenzó como cualquier aficionado al fútbol hubiese imaginado. El equipo local, dominador de la pelota pero sin precipitaciones; el visitante, ordenado y cauto en la salida hacia portería. Los minutos pasaban y las ocasiones no llegaban, fruto del buen entramado defensivo de los de Unai Emery. Marcelo Díaz y Tucu Hernández manejaban el esférico, pero sin profundidad. Bongonda y Wass lo intentaban por las bandas, pero por cada balón colgado de estos, siete defensores sevillistas esperaban impacientes despejar el balón de su área. Hasta que llegó la jugada brillante de dos jugadores que están predestinados a entenderse. En el minuto 35,un balón largo de Aspas cara a Orellana, y el chileno que se inventa un maravilloso pase entre líneas para que el moañés entre desde atrás y abra la lata ante la mirada de Guidetti, Sergio Rico y los defensores del Sevilla. Un peldaño menos que escalar. Pudo irse todo al traste en una salida en falso de Rubén Blanco pero Carriço no acierta a rematar y el balón da en el poste.

La lluvia en Vigo no es una maravilla

Tras el descanso, el aguacero se empieza a intensificar, dejando el terreno de juego de Balaídos prácticamente inutilizable. Comenzaba a ser imposible jugar a ras de suelo y eso perjudicaba al Celta en su lucha por la remontada, asemejándose más el espectáculo a waterpolo que a fútbol. Pero este Celta nunca se rinde y Aspas conseguía su doblete ante su ex equipo aprovechando un rechazo de Sergio a tiro de Wass. Los jugadores creían, la afición animaba, pero poco duró la fiesta. Dos minutos después, Banega se planta en la frontal y cruza el balón al fondo de la portería para dejar sentenciada la eliminatoria, todo esto ante un torrente de agua que no cesaba de caer en Vigo. Con la tarea de anotar cuatro goles más y poco más de media hora por delante, el Celta no bajó los brazos, pero el gol y la lluvia fueron más fuertes que su ilusión.

Asomó un atisbo de esperanza en el minuto 60, cuando Sergio Rico derribó a John Guidetti en el área y fue señalada la pena máxima. Penalty que se encargó de ejecutarlo el propio jugador sueco pero su disparo se fue al poste, y con ello se fueron las esperanzas de la final de Copa. Continuó plantando batalla, pero el nuevo césped lo impedía. Al filo del final, una buena jugada de Vitolo fue culminada por Konoplyanka, que ponía el empate a dos definitivo. Superlativo partido del Celta de Vigo en esfuerzo y entrega que no obtuvo su más que probable merecido premio pero, como dice el dicho, a mal tiempo, buena cara.