No es la primera vez que el Celta experimenta un apagón total de juego, e incluso de voluntad, durante la presente temporada. El problema es que estas desconexiones se están produciendo en los escenarios más peligrosos, lo que se traduce en dolorosas goleadas. Se ha visto en el Camp Nou o en el Santiago Bernabéu. Cuando a los vigueses no les salen las cosas, y se ven por detrás en el marcador, llega un momento en el que bajan los brazos. Perdida la esperanza en las propias posibilidades, el equipo deambula sin personalidad, sin el suficiente amor propio para frenar la sangría a la que se está viendo sometido. Una situación similar se produjo también en la ida de las semifinales de Copa, en uno de los partidos más importantes de los últimos años. Los goles del Sevilla cayeron como losas, acentuando la diferencia entre dos equipos que habían comenzado la eliminatoria emparejados, con todas las opciones de clasificación. Esta dinámica ha llevado al Celta a ser el quinto equipo que más goles ha encajado, algo que dificulta en exceso la tarea de asomarse a Europa.

A Madrid, con el tridente

Lo más sorprendente de estas malas actuaciones es que nada las hace presagiar. Tampoco en el Santiago Bernabéu, donde se presentaba un equipo en forma, que había dejado su portería a cero en dos jornadas consecutivas, y que por fin podía alinear juntos a sus tres tenores, una delantera formada por Nolito, Aspas y Orellana. Esta vez John Guidetti se quedaba en el banquillo para equilibrar un poco el equipo.

Cuando al Celta no le salen las cosas, y se ve por detrás en el marcador, llega un momento en el que baja los brazos

Donde Berizzo se encontraba más problemas era en la parcela defensiva, con la ausencia de Gustavo Cabral por acumulación de amonestaciones, sustituido por Hugo Mallo. Una defensa de tres laterales para arropar a Rubén, al que Berizzo devolvía al once demostrando una predilección especial por el de Mos. Un contratiempo en defensa, al fin y al cabo, que tampoco era sospechoso, habida cuenta de que no era la primera vez que se producía, ni mucho menos.

La apuesta funcionó durante la primera media hora. Consciente de que es un equipo hecho para atacar, y no para defender, el Celta se estiró en busca del gol que le permitiese dar la sorpresa y, a la vez, poner más nerviosa a la parroquia local, que no parecía estar dispuesta a dejar pasar ni una. Era un escenario idóneo, como estuvo a punto de demostrar Iago Aspas en una acción que no acabó en gol por pura mala suerte.

Un paso atrás sin el Tucu

En la goleada que siguió al descanso, y que abrió Pepe a balón parado al final de la primera mitad, tiene más importancia de la que parece la lesión del Tucu Hernández. Ya se ha explicado en más de una ocasión la importancia del internacional chileno en el esquema de Berizzo. Su capacidad para canalizar el juego de ataque, de llevar el balón hacia adelante, y de recibir una buena cantidad de faltas por partido. Y también su incansable trabajo defensivo, que le ha acarreado un buen número de tarjetas, y sus ayudas en el juego aéreo. Precisamente ahí fue donde más se notó su ausencia en el Bernabéu.

Sin el Tucu y su raza, pero también sin Cabral, el sheriff de la defensa, el Celta se vio desbordado por las circunstancias

Sin el Tucu y su raza, pero también sin Cabral, el sheriff de la defensa, el Celta se vio desbordado por las circunstancias. Los futbolistas del Real Madrid, necesitados de un golpe de autoridad tras las críticas de su afición, camparon a sus anchas sin que nadie fuese capaz de detenerlos, aunque fuese en falta. Así fue como el Celta se fue apagando, mientras los minutos se hacían eternos, y los goles seguían cayendo. Una pésima imagen que fue necesario explicar tras el encuentro.

¿Solo un accidente más?

Justo cuando empieza la recta final de la lucha por entrar en Europa, y más allá de que caer goleado en el Bernabéu entra dentro de lo posible, el 7-1 debe servir de escarmiento, como antes el 6-1 del Camp Nou o el 4-0 del Pizjuán, pero también se debe tomar como lo que es, un hecho aislado (aunque no tanto), y no darle muchas más vueltas, con otro partido fundamental en el horizonte como es la visita de la Real Sociedad a Vigo.

El 7-1 debe servir de escarmiento, pero también se debe tomar como lo que es, un hecho aislado (aunque no tanto)

Habrá que ver cómo se recupera el equipo vigués del mazazo, que además ha traído como secuelas la sanción a Orellana y la lesión del Tucu Hernández, que podría tener un problema grave en la rodilla. También habrá que mirar con lupa el rendimiento del resto de delanteros en ausencia del Histórico, que no estaba ofreciendo su mejor versión en los últimos encuentros. Tampoco Nolito, al que está costando bastante recuperar la explosividad que lo hace imparable en el vértice del área, algo normal en un jugador de sus características. En Madrid, una de esas plazas que le gustan, lo intentó en todo momento, pero sin hacer daño. Iago Aspas volvió al centro de la delantera, y demostró que no ha perdido su olfato. Dispuso de dos ocasiones claras: una la estrelló en la cruceta, y la otra la convirtió en un golazo que, lamentablemente, no sirvió de gran cosa. Es de suponer que, contra la Real, volverá a flanquear a Guidetti, formando una sociedad que sigue buscando darle alegrías al Celta. En defensa, Berizzo volverá a contar con todos sus efectivos tras la vuelta de Cabral, lo cual no es poco decir, ya que le permite ubicar a sus cuatro defensores en su posición natural. Lo que está claro es que el Celta no tiene motivos para venirse abajo, a pesar del duro momento vivido, y sí para seguir ilusionado ante una realidad que le permite luchar por un objetivo que hace solo un par de años parecía inalcanzable.