Al partido de Mestalla llegaban dos equipos inmersos en dinámicas muy diferentes: el Celta, en su lucha por entrar en Europa, asentado en la séptima plaza, sin urgencias, y con toda la ilusión del mundo; el Valencia, en medio de una temporada que se ha ido complicando poco a poco, con movimientos en el banquillo y una tormenta institucional constante, y eliminado de su último foco de ilusión, la Europa League. Con este panorama, y a pesar del abultado resultado de la primera vuelta en Balaídos y de la tradicional mala racha de los vigueses a orillas del Turia, los de Berizzo se presentaban con la cabeza bien alta y muchas posibilidades de dar la campanada.

Con lo justo

A pesar de ello, y como ya es costumbre esta temporada, las armas del técnico estaban muy limitadas por las bajas. Hombres importantes como Aspas, Tucu Hernández o Radoja no estaban disponibles. Afortunadamente para los celestes, ese tipo de contratiempos se han acabado convirtiendo en una cuestión menor.

Con una alineación formada por los disponibles y la única duda resuelta, la presencia de Beauvue en detrimento de Bongonda, el Celta se hizo con el control del partido desde el inicio. Sin estridencias, pero también sin dejarle ninguna oportunidad para la reconciliación al Valencia. Tal y como actúan los equipos con confianza, sabedores de que el momento, la oportunidad, acabarán llegando. Y jugando, además, con los nervios de punta de una afición que ya no está dispuesta a pasarle ni una a Gary Neville.

El canto del cisne

Pero el Valencia se resistió a aceptar su destino, y aguantó todo lo que pudo, incluso volcando el partido hacia el lado vigués en la segunda mitad apoyado en la insistencia de Paco Alcácer, elegido capitán por Neville nada más llegar, y buque insignia del valencianismo en este tramo tan complicado de la temporada.

La imbatibilidad y la pegada de la delantera del Celta se traducen en dos victorias consecutivas

Fue entonces cuando apareció la solvencia defensiva de un Celta que ha sufrido enormes problemas en ese aspecto a lo largo de la temporada. Tras la goleada en Madrid, el equipo acumula dos jornadas sin encajar gol de la mano de Sergio Álvarez y su defensa, que se multiplica sin descanso en campo abierto. Gracias a ello y a la pegada de su delantera, la imbatibilidad se traduce en dos victorias consecutivas que han hecho posible un final de temporada ilusionante.

La gestión de banquillo, clave

Es revelador que, a pesar de la importancia de sus bajas, el Celta ganase mucho más con sus cambios que el Valencia. De hecho, se puede decir que ganó el partido. A Berizzo no le tiembla el pulso a la hora de darle galones a futbolistas poco habituales. En Mestalla, viendo que el doble pivote formado por Wass y Marcelo Díaz sufría, optó por retirar del campo al fichaje estrella de invierno, Beauvue, y darle entrada a Pape Cheikh, internacional del filial con mucho que demostrar. En el otro extremo se sitúa la estrategia de Neville, que privó a su equipo de su delantero más peligroso, Alcácer, para sustituirlo por Negredo, lo que hizo estallar definitivamente a su afición.

Así que, mientras el equipo local se diluía entre reproches de su público, el visitante se iba estirando en busca del gol, con la entrada de un Bongonda que sigue creciendo, y fue entonces cuando resolvió el partido tirando de su mayor pegada.

Goles de campanillas

De nada vale hacer bien las cosas si, a la hora de la verdad, el equipo no es capaz de plasmar el dominio en el marcador. Y en eso también influye, una vez más, el estado de ánimo. El Celta parece tocado por una varita mágica en los últimos partidos. Si contra la Real Sociedad Iago Aspas se sacó de la chistera una obra de arte en la única ocasión clara de un partido trabado, en Mestalla fueron Orellana y Hugo Mallo quienes destaparon el tarro de las esencias.

Mientras el equipo local se diluía entre reproches de su público, el visitante se iba estirando en busca del gol

Justo después de que un envío al palo de Jonny abriera las hostilidades, el chileno entró en la historia reciente de la Liga con uno de esos taconazos que son medio gol, y que aprovechó Guidetti para reencontrarse con el premio gordo; el capitán no se quedó atrás, y se sacó de la manga un jugadón individual con envío preciso al palo corto de Ryan. El resultado aún pudo ser más amplio, pero entre Orellana y Wass dilapidaron unas cuantas ocasiones claras para ampliar la renta. Claro que, con 0-2, ¿a quién le importa?

Las cuentas se reescriben cada semana

No hace mucho, a principios de marzo, desde estas líneas se apuntaba el objetivo claro del equipo. El Villarreal acababa de empatar en Balaídos, y su ventaja en el cuarto puesto seguía inalterable en los 11 puntos. Parecía inalcanzable.

Hace mucho menos, la semana pasada, comenzaba esa Liga de 10 partidos defendida por Luis Aragonés, un campeonato totalmente diferente de lo visto hasta entonces. En los dos partidos disputados hasta el momento en esta nueva Liga, el Celta acumula dos victorias y aún no ha encajado gol. Y estas cifras lo han llevado a solo seis puntos del Villarreal y el goalaverage favorable. Quedan ocho partidos pero, ahora mismo, ese cuarto puesto no parece tan lejano. A ver dónde se sitúa tras la próxima jornada, la tercera de esta nueva Liga.