La lucha definitiva por entrar en Europa vivía un episodio más con el partido ante el Betis, un rival que no llegaba a Vigo en su mejor momento, pero al que nunca resulta fácil derrotar, especialmente cuando se enfrenta al Celta. Un equipo que parecía vivir una pequeña tregua en el capítulo de las lesiones, a pesar de haber perdido a Hugo Mallo, tras recuperar piezas importantes como los chilenos Tucu Hernández y Marcelo Díaz.

Premio al trabajo en El Molinón

Sin embargo, Eduardo Berizzo no quiso apresurar la vuelta al once inicial de ninguno de ellos, y se decantó por el mismo doble pivote que jugó en Gijón y que protagonizó un gran papel: Radoja, que parece haber llegado al sprint final con un plus de frescura, y Daniel Wass, esencial para el técnico. Los chilenos esperaron su opción en el banquillo junto a Iago Aspas, único sacrificado del encuentro del Molinón, que le dejó el sitio a Beauvue.

El Celta sabía muy bien lo que se estaba jugando, y esto quedó claro en los primeros minutos, en los que se estiró y pudo abrir el marcador. Pero algo está fallando en Vigo. Cuando el balón se acerca al área rival disminuyen los recursos, ese último pase no llega o, simplemente, entre el palo y el portero evitan el gol. Solo tres tantos en los últimos cuatro partidos como local no son una buena carta de presentación para un equipo que quiere, y todo apunta a que lo conseguirá, estar en Europa dentro de tres o cuatro meses. Son un escaso bagaje que ha hecho resentirse los números del equipo, el peor local de los siete que ocupan ahora mismo la zona continental.

El regalito

En la mala racha de resultados que afecta al Celta en Balaídos no solo tienen que ver las dificultades para ver puerta: es muy difícil sacar adelante los partidos cuando siempre acaba llegando un error defensivo que hace posible la ventaja rival, especialmente en la primera mitad. Sucedió en el derbi, y también contra el Betis que, prácticamente, se encontró con un gol a favor. Pudieron ser incluso dos. Ese es un hándicap muy importante al que el Celta se está enfrentando, y solucionando a medias.

Es muy difícil sacar adelante los partidos cuando siempre acaba llegando un error defensivo que hace posible la ventaja rival

Naturalmente, no todo hay que echárselo en cara a la defensa. Es todo el bloque el que falla: la defensa da facilidades porque el centro del campo no se impone, y esto sucede porque la delantera pierde muchos balones, incluso en zonas peligrosas. Todo esto da lugar a la ocasión visitante, al gol, y a un escenario totalmente nuevo en el que el Celta se tiene que enfrentar al rival, al cronómetro, a la ansiedad y, a veces, incluso a arbitrajes llenos de decisiones cuestionables. No es, ni mucho menos, una situación envidiable, y el Celta no se tuvo que enfrentar a ella en las dos últimas salidas.

Semana de pasión

Y, en medio de todo esto, la cosa se complicó aún más por culpa de las lesiones: el Celta llegaba en forma a una semana crucial con tres partidos, con sus hombres importantes recuperados, con posibilidades, al fin y al cabo, de reservar jugadores para el no menos importante encuentro del martes en Cornellà. pero todo saltó por los aires cuando Berizzo tuvo que introducir hasta dos cambios antes del descanso.

Las lesiones complicaron el plan de juego de un Berizzo que se quedó casi sin ases en la manga al descanso

Primero fue Daniel Wass el que no pudo continuar por culpa de un golpe en el tobillo, acelerando la vuelta al equipo de Marcelo Díaz. Además de su importancia para el grupo, el chileno se está destapando como un auténtico portento físico. Es la segunda vez que acorta los plazos de sus lesiones para estar a disposición de Berizzo. Todo lo contrario le ocurre a Claudio Beauvue, llamado a ser pieza importante en este tramo de la temporada, y que ha dicho adiós sin haber demostrado todo su potencial. Sufrió una grave lesión que lo tendrá muchos meses fuera del equipo, y dejó su lugar a un Iago Aspas que también descansó menos de lo previsto.

Todos estos percances, además de dificultar las cosas de cara a la visita al Espanyol, complicaron el plan de juego de un Berizzo que se quedó casi sin ases en la manga al descanso, con medio partido por jugar, y con un Betis que cada vez disimuló menos que se iba a dedicar a defender su renta con todo.

La hora del Tucu

Nadie puede discutir a estas alturas que la que está a punto de terminar está siendo la mejor temporada de Pedro Pablo Hernández en el Celta. Tras un primer curso accidentado por las lesiones, la falta de adaptación y de aceptación por una parte del celtismo que lo veía a la vez como un remiendo de Berizzo y una amenaza para Álex López, el de Tucumán ha tirado de personalidad en el segundo para meterse a la afición en el bolsillo. Y no le ha sido fácil. En los primeros partidos siguió el escrutinio por parte de una grada que incluso le pitó contra Las Palmas. Pero el Tucu no se rindió, y se fue convirtiendo en la piedra angular del Celta de Berizzo a su manera, sin estridencias, sin prisas. Pero le faltaba algo. Le faltaba poder festejar un gol con una afición que lo anima de manera unánime, y que incluso lo jalea cuando sale a calentar.

Con el gol al Betis, Hernández pudo culminar por fin la metamorfosis a héroe del celtismo

Contra el Betis, el Tucu salió al campo como tercer cambio con una única misión: conseguir reconducir el rumbo de un partido que caminaba inevitablemente hacia el desastre. Y, tras apenas un puñado de minutos, aprovechaba un pase de Jonny para establecer el empate definitivo. La rabia en la celebración indicaba que el chileno se había sacado un peso de encima. Hernández había culminado por fin la metamorfosis a héroe del celtismo y, de paso, se convertía en el inconformista, en quien no está dispuesto a que los demás vengan a casa de uno a sentirse como en la suya propia. Justo lo que necesita un equipo que no quiere seguir siendo un buen anfitrión.