La recta final liguera siempre tiene una dosis de incertidumbre que hace imposible cualquier cábala sensata. Lo que se suponía que iba a ser un partido dramático para el Atlético de Madrid, jugándose nada más y nada menos que el título contra su verdugo copero, se convirtió en un molesto trámite antes de la final de la Champions ante un rival que sí tenía algo en juego, asegurar su presencia en la fase de grupos de la Europa League sin depender de terceros.

Sed de venganza

Pero el 'cholismo' ya ha impregnado sin remedio toda la ribera del Manzanares. El equipo de Simeone no entiende de medias tintas, y su técnico no está dispuesto a permitir la relajación. Y mucho menos ante un Celta con el que ya tuvo varios roces durante la temporada con el fichaje de Augusto, la eliminatoria copera y el ya famoso 'no saludo' de Berizzo. Su once de gala tras decir en la previa que el partido sería muy diferente al de Copa es toda una declaración de intenciones. Simeone quería vengar la afrenta, aún a riesgo de perder algún hombre clave para el encuentro más importante del mundo a nivel de clubes. Por no conceder, ni siquiera dejó debutar a Moyá para que Oblak pudiese acumular otro récord. La voracidad de este Atlético no tiene límites.

El 'cholismo' ya ha impregnado sin remedio toda la ribera del Manzanares

Enfrente, el Celta acudía con todo lo que tenía, con Hugo Mallo como central y la inoportuna ausencia del once de Aspas por culpa de una lumbalgia. Al cuadro de Berizzo no le hacía falta ninguna motivación extra pero, por si acaso, el Athletic dejó muy claro desde el principio que los vigueses no podrían fallar si querían ser quintos.

Cuestión de acierto

El partido se puede resumir en el acierto de cara a puerta que tuvo Fernando Torres, y del que carecieron los artilleros vigueses. El delantero colchonero ha acabado la Liga en plena forma, de menos a más, y no desaprovechó sus ocasiones contra el Celta inventando un golazo y posibilitando la sentencia de Griezmann tras disparar al palo. Un ejercicio de eficacia que no tuvo el Celta, excesivamente blando en las dos áreas.

El equipo vigués ha terminado acusando el endiablado ritmo de competición, con una plaga de lesiones y una dilatada trayectoria copera que ha obligado a sus futbolistas clave a acumular minutos sin descanso. Y eso se ha notado en las últimas jornadas, en las que las prestaciones goleadoras se han reducido considerablemente. La defensa dio un paso al frente en este tramo final, y mejoró su rendimiento a pesar de la baja de Cabral. Sin embargo, la falta de frescura también ha hecho mella en el grupo, que acabó concediendo facilidades a uno de los equipos que no suelen desaprovecharlas.

La temporada inacabable

Tras la derrota en el Calderón, y el sexto puesto final, el Celta goza ya de unas merecidas vacaciones después de una campaña extenuante. Pero su plantilla y cuerpo técnico se han marchado pendientes de lo que ocurra en la final de Copa. Una vez más, el Celta está en manos de Luis Enrique, el técnico que lo hizo despegar hace dos temporadas. Del resultado del encuentro contra el Sevilla dependerá la planificación para la próxima temporada, que empezaría de manera oficial con un par de semanas de antelación si los andaluces son capaces de alzarse con el título. Y no es una cuestión baladí, teniendo en cuenta que en la Plaza de España se han quedado huérfanos de director deportivo tras la marcha de Miguel Torrecilla.

Urge la incorporación del nuevo director deportivo para tener listo un elenco competitivo si el Celta debe jugarse la supervivencia europea en pleno agosto

El trabajo en los despachos será este verano más importante que nunca. El club tiene que planificar la nueva temporada a conciencia si no quiere repetir errores pasados. La plantilla de este año se ha quedado corta. Y ya ha advertido Berizzo que, con tres competiciones por delante, será necesario algún fichaje de relumbrón por línea. Así que, por todo ello, es urgente que se cierre cuanto antes la incorporación del nuevo director deportivo para poder ir trabajando en esas incorporaciones y tener listo un elenco competitivo si debe jugarse la supervivencia europea en pleno mes de agosto.

Otro salto de calidad

Llegado este punto, el Celta vuelve a hacer un balance positivo de la temporada. Desde que Michu envió aquel maldito penalti a las nubes, muchas cosas han cambiado por Vigo, pero lo importante se mantiene: la apuesta por un fútbol combinativo y de calidad; la mezcla de jugadores de la cantera y fichajes ilusionantes; y, sobre todo, la constante mejoría en cuanto a resultados deportivos, que ha llevado al club desde la Segunda División hasta las competiciones europeas en solo cuatro años.

Por sexta temporada consecutiva, el Celta ha mejorado sus propios registros

Y ahora toca seguir creciendo. No queda otra. Carlos Mouriño disfruta de un equipo construido prácticamente desde la nada, con esfuerzo, sudor y lágrimas. El proyecto se ha ido consolidando, muchas veces más rápido de lo que él mismo reconocía en sus comparecencias. Con la deuda a cero, una plantilla de muchos quilates y la inyección económica que recibirá el club la próxima temporada, la lógica dice que llegarán esos fichajes reclamados por Berizzo para seguir haciendo crecer la ilusión. Porque será difícil que el club mejore sus propios registros por séptima vez consecutiva pero, sin duda, será un reto apasionante que ningún celtista quiere perderse.