Las tardes de verano se fueron con este último fin de semana estival. El retorno a la rutina produce una sensación amarga, pero a los amantes del deporte rey, el fútbol, volver de vacaciones significa el regreso al feudo blanquiverde. Tardes de gloria, como reza el himno, es lo que se desea. Un inicio de Liga esperanzador, con dos victorias consecutivas, hacía presagiar un bonito duelo ante los vitorianos con tal de hacer un "triplete" y liderar la tabla clasificatoria, hecho que no ocurre hace ya trece años.

La llegada a las inmediaciones de El Arcángel fue paulatina y tranquila. Con 36º y una hora (las 18 h.) que aconsejaba más al "piscineo", los fieles tomaron rumbo a su estadio para animar a sus jugadores. En los bares aledaños al campo podian verse caras de felicidad, gestos de complicidad. Los cordobesistas tenían un brillo en los ojos que hacía tiempo no se les veía.

Buen ambiente

La hinchada albiazul no tuvo mucha presencia en Córdoba. Aproximadamente unas sesenta personas se desplazaron desde Vitoria para acompañar en el regreso a Segunda de un conjunto que llevaba cuatro años en la categoría de bronce. La presencia de vitorianos en ningún momento ocasionó problemas, al contrario, deparó más de una ocasión para el recuerdo.

Poco a poco, se comenzó a cubrir la capacidad de El Arcángel. Aunque el calor y el sol directo en Preferencia hacían presagiar que el coliseo blanquiverde no se llenaría. Lógico, Tebas debe entender que disputar un partido de fútbol a las 18 h. en Córdoba en el último fin de semana de verano, es una locura. Y se echaron en falta alusiones al respecto. Si en el Estadio de Vallecas, el pasado viernes, con motivo del encuentro entre Rayo Vallecano y Levante, la afición mostró su lado más irónico disfrazándose de Epi y Blas como queja por la hora del choque, hoy en la ciudad califal no se hizo ninguna referencia. Lástima, no todo son las redes sociales.

Comunión blanquiverde

Y comenzó el partido. Una primera parte pesada y alejada de la realidad inmediata, provocaba el "run-run" en la grada. Más por el calor y el poco ambiente que por otra cosa. Solo Incondicionales y Brigadas alzaron su voz para animar a los suyos. Tímidamente el resto del público continuó con los cánticos. Eso sí, el himno, por supuesto, a capela. Muy al estilo británico. Esto es seña de identidad propia.

Con la segunda parte iniciada y el Córdoba CF por detrás en el marcador, los presentes entendieron que era el momento de acompañar a su equipo en la búsqueda del empate. Así fue. Nada más lograr el gol de la igualada, Iago Bouzón, en un gesto de rabia y de alegría, se acercó a uno de los fondos en busca del cariño de la grada. El delirio provocó que los futbolistas cordobesistas se acercaran a la hinchada. Esto provocó una simbiosis que duró hasta el final del choque.

9.521 espectadores se dejaron la voz para que los suyos dieran la vuelta al marcador. No fue posible. No siempre se puede ganar, pero está claro que cuando unos y otros son uno solo, el Córdoba CF es más fuerte. Es más equipo.