A mediados de los 90, el fútbol español asistió a un episodio tan agradable como efímero: la primera presencia de un conjunto extremeño en Primera División. A muchos les cogió asimilando todavía la famosa Liga de los 22 equipos, aquel extraño experimento que floreció en la temporada 95-96 tras una torpeza de la LFP que evolucionó a una disputa con el CSD y la RFEF. Aquel curso alumbró el gol de Alfredo Santaelena que dio la primera Copa del Rey al Deportivo de La Coruña. También las penúltimas lecciones de Zalazar en un Albacete que, curiosamente, perdió la promoción de permanencia en la máxima categoría ante el Extremadura. Sin embargo, los de Almendralejo no fueron los primeros de su comunidad autónoma en tocar el cielo. Fue el Mérida. Aquel famoso Mérida presidido por José Fouto, un dirigente que se embarcó en la aventura del fútbol en un contexto temporal cercano a los de Jesús Gil o Manuel Ruiz de Lopera.

A muchos, el ascenso del Mérida con Sergio Krešić a la cabeza les cogió hojeando con ansia la mítica Guía Marca. La ficha de José Sinval -aquel diminuto y técnico futbolista brasileño nacido en Bebedouro, cuna del valencianista Jonás Gonçalves-. La del que, a posteriori, se convertiría en jugador del Deportivo: David Pirri. También la de Quique Martín, hoy leyenda del Salamanca. Sin embargo, la andadura del Mérida en Primera no duró más que una temporada. Terminó el curso a apenas un punto de la promoción que sí jugaron el Rayo Vallecano y el ya mencionado Albacete.

No obstante, el retorno a la división de plata no llevó consigo el desmantelamiento de la columna vertebral de la plantilla, y a Sinval, Pirri y Quique Martín se unieron otros futbolistas en crecimiento como el gallego Manuel Canabal -que tras la temporada 96-97 se iría al Real Madrid-, Mariano Hoyas de la Cruz -el antepenúltimo jugador en portar la camiseta del primer equipo de Celta y Dépor- y, entre otros, un veterano artillero serbio llegado de la liga chipriota: Sladjan Šćepović. Su paso por Mérida se vio truncado por una alta competencia en el frente de ataque y alguna lesión inoportuna, pero el equipo ascendió de nuevo y Sladjan se retiró allí, con 31 años.

Sin embargo, la breve presencia de Šćepović en el conjunto extremeño dejó huella en la ciudad. Sus hijos Marko y Stefan comenzaron a dar sus primeras patadas al balón en el césped del Estadio Romano José Fouto. Curiosamente, con un don para el gol, igual que su padre. Mientras Sladjan se sacaba el curso de entrenadores, a Stefan -hoy gran estrella del Sporting de Gijón- también le dio tiempo a captar la atención del Real Madrid con ocho años tras un torneo con la selección de Extremadura. Una llamada temprana que Sladjan consideró prematura y que prefirió rechazar. Tras la vuelta de la familia Šćepović a Serbia, Stefan recaló en las categorías inferiores del Partizán, conjunto al que el Sporting compró sus derechos hace menos de una semana por un millón de euros. El precio se antoja irrisorio si atendemos a sus números desde su llegada a tierras asturianas, pero más aún si nos detenemos a analizar cuál es su perfil de jugador. Además, Šćepović, que parece haber heredado el carácter nómada de su padre, pasó por Italia, Bélgica e Israel antes de deshacer sus maletas en El Molinón, donde ha encontrado su sitio. Por otro lado, su hermano Marko -que hizo carrera futbolística íntegramente en Serbia- fichó esta temporada por el Olympiakos y ha vuelto a ganar minutos recientemente en los onces de Míchel tras la marcha de Mitroglou al Fulham inglés.

En el caso de Stefan, los 17 tantos que acumula hasta el momento invitan a un profundo análisis. Al contrario que su compatriota Lekić -que acostumbra a sentirse cómodo siendo un punta de referencia- Šćepović disfruta cayendo a bandas, pero dentro del área es mortífero. Buena colocación, buen juego de espaldas, buen juego aéreo. Y, sin embargo, sorprende que sólo uno de los goles que ha anotado haya sido de cabeza. Fue ante la Ponferradina en la cuarta jornada de Liga tras una jugada que define lo que es este Sporting: transiciones muy rápidas en defensa-ataque, constantes aperturas a banda y penetración al área buscando el oportunismo de Šćepović o una segunda jugada que aprovechen Carmona o un buen llegador como Álex Barrera, que precisamente marcó el segundo gol del Sporting al Deportivo en el partido de la primera vuelta. 

Mientras Fernando Vázquez trata de poner a punto las jugadas defensivas a balón parado, la presencia de Šćepović dará un motivo añadido de preocupación al técnico de Castrofeito: ocho de los 17 goles anotados por el punta balcánico han llegado o bien entre el minuto 45 y el 60 o entre el 75 y el 90, precisamente uno de los talones de Aquiles de un Deportivo que de los 18 goles que ha encajado, 13 los ha sufrido en las segundas partes de los partidos. Ahora, Šćepović apunta a Riazor, otro duelo para un pistolero con tanto camino en sus botas como muescas en su revólver.