El fútbol es tan imprevisible que un gol en el minuto 94 de partido puede hacer olvidar casi dos tercios de encuentro de imprecisiones. También es tan ingrato que una simple anotación en el acta del árbitro otorga la gloria del resultado final prácticamente a un único jugador. Sin embargo, nadie dijo que esto fuese el paraíso. De hecho, Riazor se ha acostumbrado a sufrir, y esas cicatrices de guerra siempre permanecen. Fabricio, actual inquilino de la portería blanquiazul, también conoce el lado amargo del deporte rey. A sus apenas 26 años, el arquero canario disfruta de una continuidad inesperada pero pacientemente aguardada.

Su vuelta al Deportivo sorprendió a propios y a extraños. Presentado el mismo día que Luisinho, tanto el lateral portugués como el guardameta criado en el Vecindario fueron dos sorpresas acompañadas de incógnita que, con el tiempo, han mostrado también a dos futbolistas comprometidos con el vestuario y el objetivo del grupo: el ascenso. Las dudas que generaron a su llegada han sido erosionadas con tranquilidad, por el mejor aliado en estos casos: el tiempo. El mismo protagonista que ha devuelto a Fabricio como un portero más hecho tras una trayectoria irregular en la que, a menudo, la planificación deportiva de los conjuntos por los que pasó tampoco le benefició

Fabricio, que tras llegar a A Coruña para integrar el conjunto juvenil de División de Honor tuvo que superar una fractura de tibia en su primera semana de trabajo, también tuvo que enfrentarse a otros dos episodios desagradables en una etapa crucial de su carrera: la transición del filial al primer equipo y la firma definitiva de su contrato profesional. En ambos casos, las circunstancias que rodearon a su figura lo pusieron en el punto de mira de aficionados y directiva. Su debut en El Madrigal, propiciado por la disputa entre Dudu Aouate y Munúa, fue mirado con lupa precisamente por la estela dejada en los medios por los dos arqueros del primer equipo. Sin embargo, y pese al 4-3 final, Fabri cuajó un buen partido al lado de Laure, que también debutó aquella tarde de enero de 2008.

Su marcha en el 2009 tras una serie de diferencias contractuales con la directiva le motivó a poner rumbo a Valladolid, donde tuvo que asumir la participación en una criba que los incluía a Jacobo Sanz, Justo Villar y a él a la hora de dilucidar el relevo de Sergio Asenjo, firmado por el Atlético de Madrid. Una losa excesiva para un jugador que venía de un año complicado y que se vio en la tesitura de intentar ganarle el puesto a uno de los guardametas mejor considerados de Sudamérica en aquellos años, Villar, y a un portero formado en las categorías inferiores de Pucela y con 32 partidos a sus espaldas el año anterior en Segunda División, Jacobo. Su cesión al Recreativo sí le dio los minutos y la confianza que precisaba, pero el segundo salto y posterior intento de consolidación en Primera a través del Betis volvió a atragantársele tras la decisión de Pepe Mel de dar la alternativa a Adrián San Miguel.

Sin embargo, la vuelta de Fabricio al Deportivo, pese a coincidir en el tiempo con la resurrección de otro guardameta como Germán Lux, ha dejado trazos de aquel futbolista al que Arsène Wenger quiso tener vigilado de cerca en su momento por medio de Francis Cagigao, el 'scout' de origen coruñés que manda el Arsenal para ojear los talentos de la Liga española. La constancia que siempre caracterizó a Fabricio a la hora de entrenar nunca se perdió, algo en lo que hizo hincapié José Sambade en la entrevista que le realizó VAVEL a finales del diciembre pasado, y en la que enfatizó en las buenas condiciones del arquero nacido en Vecindario: "Es de lo mejor que ha pasado por Abegondo. Es un guardameta que con su edad y su potencial me lo llevaría a cualquier sitio. Fabri tiene mucha personalidad".

Ahora, con 26 años a sus espaldas y muchas experiencias en su mochila, Fabricio ha vuelto a disfrutar sintiendo ese cosquilleo en el estómago que posiblemente le acompañó en Córdoba, igual que en sus primeros partidos en la élite. Los cuatro encuentros que ha encadenado tras la lesión de Lux han servido para muchas cosas. Para comprobar cómo ha mejorado su juego de pies, una misión que el césped de la Nueva Condomina se empeñó en hacer imposible. Para verificar su mejoría en el juego aéreo. Para ver cómo la confianza hace mejor a un portero, al igual que la fe. La misma que le impulsó a volar entre la defensa del Sporting buscando un milagro sobre la bocina. La que desató su rabia y un grito al cielo cuando el balón traspasó la línea de cal. Fabricio buscó una solución en medio de un desierto de arena y ayudó a Toché a devolver a los aires al Fénix, ese avión con piezas por acoplar que es el Deportivo. Con él, también Fabricio, que devolvió a la grada su esperanza con el puño en alto que marca a los ganadores. A los de verdad.