“Hola, Jose; ¿puedes hacerte cargo de la megafonía de Riazor en el partido de mañana?. Naya está enfermo y el presi (Lendoiro), está interesado en que hagas tú las labores de speaker”.

Son palabras de Rafa Carpacho un 8 de Febrero del pasado año en una llamada telefónica que, todo hay que decirlo, me coge por sorpresa por el contenido de la misma. En mi medio siglo de vida había sufrido con las derrotas y disfrutado de las victorias de mi Depor, primero como aficionado y, los últimos 21 años como periodista.

En ninguna de esas etapas me habría imaginado que algún día sería “la voz del Depor”. Para mí era un reto y, al mismo tiempo, una ilusión poder llevar la batuta de una orquesta que tenía que sonar en blanquiazul.

Era un reto y una ilusión poder llevar la batuta de una orquesta que tenía que sonar en blanquiazul

Esa era mi primera intención, que sonara en blanquiazul, que mi equipo se encontrara arropado desde mi humilde posición en esa cabina situada en las alturas de Tribuna. No era una empresa fácil, no. Nadie puede imaginar lo que impone situarse entre esas cuatro paredes y observar como unas 30.000 personas le dan ese colorido especial a los partidos.

30.000 personas que no paran de cantar, que no paran de rugir, de disfrutar con los goles de su equipo y de sufrir con los tantos del equipo rival. En principio era “un marronazo”, sí; pero que yo aceptaba gustosamente, con toda la responsabilidad que conllevaba por sentirme observado por tanta gente. Prueba de ello es que nada más empezar a hablar, quien más quien menos, giró su cabeza hacia la cabina de megafonía como buscando a José Luis Naya. ¿Quién es ese?. ¿Qué pasa con Naya?. Mi voz sonaba extraña a pesar de todas las horas de radio y televisión que había hecho hasta entonces. Muchas en casi un cuarto de siglo. Pero no era “el mítico Naya”, de repente cambiaba el registro de voz de un estadio acostumbrado a 40 años de buen hacer de una de las voces más reconocidas del panorama futbolístico español.

Curiosamente, el debut no fue el esperado. Fue el partido que supuso la destitución de Domingos Paciencia; un encuentro en el que el Granada, que visitaba Riazor, se llevaría la victoria por un ámplio y cómodo 0-3. Eso me dejó muy mal sabor de boca. Además, yo no sabía si mi labor tendría continuidad porque nadie me había hablado de la jubilación de Naya. Solo pensaba en una situación pasajera porque me imaginaba que Naya, una vez superados sus problemas de salud, volvería a “su cabina”. Aún así, ya tenía algo más que contarles a mis nietos el día de mañana.

Sin saber si continuaba, ya tenía algo más que contarles a mis nietos el día de mañana

Llega el siguiente partido (nada más y nada menos que ante el Real Madrid) y se confirman mis sospechas tras leer en la prensa toda la semana que José Luis Naya, definitivamente, se jubilaba. Me dice Carpacho que tengo que seguir y en ese encuentro empiezo a comprobar que lo de ser speaker de un estadio no es tan fácil como parece desde la grada.

A Mouriño, técnico del Real Madrid, se le da por hacer tres cambios de manera simultánea y no, no tenía ojos suficientes para mirar al cuarto árbitro, al cartelón y… al público. ¡Vamos, que se me hizo de noche de repente!. Pero más mal que bien, pude salir adelante. En el tercer partido en casa vendría el Celta, encuentro en el que, de común acuerdo con Carpacho, decidimos empezar a utilizar el gallego por megafonía (así se hace desde entonces). Fue, además, la primera victoria en casa del Deportivo desde mi debut.

Lo del gallego fue el primer cambio, aunque no el último. Entusiasmado por darle mi propio sello y quizás guiado por lo que se hace en otros países e incluso en otros deportes, decido empezar a cantar los goles. Eso es lo mejor que le puede pasar a un speaker, os lo aseguro . Momento de éxtasis futbolístico en el que miras a la grada y ves a la gente alborozada disfrutando. Todo un orgasmo de satisfacción, como diría el otro.

Claro que hay momentos duros, y uno de ellos coincidió con el último partido de Liga en el que, una derrota ante la Real Sociedad llevó al equipo de vuelta a la Segunda División. A todo esto, con Fernando Vázquez al frente (Vázquez había sido el elegido para sustituir a Paciencia tras mi debut en la megafonía).

Esta temporada estamos remando todos juntos para devolver al Deportivo a la élite del fútbol español. Riazor sigue siendo todo un referente de ambiente. Los aficionados continúan dando un ejemplo de fidelidad a su equipo y, desde la megafonía, yo también estoy ilusionado y entusiasmado con ejercer de director de una orquesta que tiene que estar siempre afinada en busca de un objetivo común: el ascenso.

La orquesta debe estar siempre afinada en busca de un objetivo común: el ascenso

Por delante, la intención de hacer muchas cosas juntos, de crecer como afición desde el punto de vista ambiental para que los jugadores del Depor sepan que, en Riazor, siempre tendrán nuestro aliento. Pero no quiero olvidarme del pasado, de ese pasado en el que José Luis Naya pintó con su voz el estadio de blanco y azul.

"Querido José Luis, sé que tu nombre está escrito en letras de oro en la historia del Deportivo. Quiero que sepas que tienes el mayor de mis respetos y deseo que desde tu jubilación sigas disfrutando de tu Deportivo. Ahora entiendo la responsabilidad de ser “la voz del Depor” y la dificultad de hacer una labor hacia la que miran muchos miles de ojos. Son los ojos de un deportivismo que guarda con cariño en su memoria tu labor durante cuatro décadas."

GRACIAS NAYA.

Entrevista a José Luis Núñez en abril de 2013