A momentos perdido, a momentos ganado. Si algo rezuma este Dépor es pura irregularidad, y el partido del pasado sábado ante la Real Sociedad fue solo una muestra más de ello. Una vez más, el mediocampo y sector ofensivo fueron víctimas de una desorganización evidente durante muchos momentos del partido, que a la hora de atacar causó factura en más de un intento.

¿Qué conclusiones se pueden sacar de este nuevo y deprimente capítulo del Dépor 14/15? A continuación, los aspectos más destacables.

La vigencia del 'Wilkilibrio'

Fue el primer choque que no comenzó de inicio desde su reciente consecución de la titularidad, y desde luego el equipo lo notó. La entrada de Cezary Wilk tras el descanso cambió por completo (y para bien) la manera de plantear el mediocampo en el Deportivo, tanto defensiva como ofensivamente, del caos al equilibrio. Una vez más se vieron en Riazor las ganas de trabajar y de demostrar del polaco, y como consecuencia de ello el coliseo blanquiazul presenció una auténtica clase maestra de desgaste físico para beneficio colectivo. Otra vez.

Pases cortados, posesiones truncadas gracias a la insistencia en robar el balón... E incluso aportes ofensivos, nada habituales dentro del repertorio del ex del Wisla Crackovia. Aunque no debía estar ahí en ese momento y al ver que nadie se decidía a hacerlo, Wilk se animó incluso a centrar en posición de extremo zurdo volviendo al instante al mediocentro en cuestión de segundos para recuperar su posición. Puede que haya pocas cosas claras dentro del juego y la táctica de este Dépor, pero el papel de Cezary se antoja a día de hoy importantísimo. Las actuaciones del pasado sábado y del famoso choque ante el Valencia fueron, sobre todo, auténticas demostraciones de fútbol defensivo. Y del exitoso.

¿Qué pasa con Juan Domínguez y Medunjanin?

Uno no cumple de ninguna la manera las expectativas puestas sobre él en su vuelta a Primera, y otro acusa desde hace un mes un bajón de forma que, lejos de parecer normal, resulta altamente preocupante. Las extrañas actuaciones de 'JuanDo' y Haris están comenzando a superar al deportivista más paciente.

Parecía el día perfecto en el que el de Pontedeume podía resarcirse de su poco protagonismo de esta temporada, pero dejar en el banquillo a Wilk y darle entrada a él fue un error que la amplia mayoría del estadio notó al poco de comenzar el encuentro. Desaparecido y partícipe de escasas acciones sin relevancia, el exfabrilista se ganó la sustitución en el descanso en lugar del propio polaco, que a falta de labor creativa ofreció trabajo incansable. El caso de Medunjanin es ligeramente menos alarmante, eso sí, pero sus ilusionantes primeros partidos han dejado un techo que Haris a día de hoy es incapaz de recuperar: él mismo lo reconoció en sala de prensa. Pero lo que hace esta situación menos preocupante es que la capacidad de organización y de salida de pelota del bosnio siguen intactas, algo que el conjunto del equipo agradece.

"¿Pero a qué estamos jugando?"

Capítulo primero de desorganización. Víctor Fernández probó esta vez un nuevo sistema más dedicado a la defensa y la facilidad en la salida de balón como es el 5-3-2, que inicialmente estaba pensado como 5-4-1 por culpa de la sanción-que-al-final-no-fue a Hélder Postiga, finalmente compañero de Cavaleiro en la punta de lanza. Por X o por Y, existieron momentos de caos que un equipo de este nivel no puede tener. Una vez más.

Con este fracaso, las intentonas del técnico maño por encontrar el sistema adecuado se cuentan ya por decenas: esquemas con un solo punta, cuatro y cinco zagueros, dobles laterales, con Juan Domínguez de mediapunta, con y sin Wilk, con Cavaleiro en una posición distinta a cada semana que pasa, Fariña alternando pruebas en el enganche y las bandas... Desde luego no se puede decir que Víctor Fernández no esté buscando desesperadamente la fórmula correcta.

Cierto es que las distintas bajas sufridas en algunos de los partidos tienen parte de culpa en estos experimentos, pero tendrían la responsabilidad plena de ello si existiera un sistema de juego fijo y un estilo asentado, cosas de las que hoy en día el Dépor no goza. Con ya tres meses de competición, el hecho de que aún no se tenga nada de eso resulta francamente desesperanzador.

Extremos por todas partes

Desorganización, segundo capítulo. Existe una sutil diferencia entre darle libertad a los laterales para subir y bajar y convertir las internadas en tarea del primero que pase por allí en caso de que estos se queden atrasados por si las contras. El sábado, entre los flancos zurdo y diestro, se sumó una cantidad impensable de centradores que en la gran mayoría de los casos no debía estar ahí. Luisinho y Juanfran eran dos de esos jugadores. Todo correcto. Hasta José Rodríguez pudo aprovechar su fondo físico para dedicar la tarea de ataque de turno a internarse y colgar el balón, cosa también lógica. Pero presenciar a dos hombres especialmente dedicados a defender como Wilk y sobre todo Sidnei verse obligados a hacer esto entra dentro de lo considerado bizarro.

Irónicamente, y para completar la bizarrada, el número de porcentaje de todos los centros rematados con algún tipo de éxito es semejante a los goles vistos en el partido.

Otro partido sin encajar

Puede parecer una nimiedad viendo las mediocres actuaciones del equipo en el último mes, pero el hecho de que se haya mantenido la puerta a cero en cuatro de cinco encuentros dice bastante como para ignorarlo; sobre todo después de ver cosas como las de los partidos ante Real Madrid y Sevilla donde los goles totales recibidos no caben en los dedos de las dos manos. Todo esto ha llevado a Fabricio a ser protagonista inesperado (estadísticamente el mejor portero de la Liga), y a Lux a verse relegado en un doloroso segundo plano.

La combinación defensa-portería es uno de los grandes puntos fuertes de un Dépor que los busca desesperadamente. Aquel partido-espejismo que todos vieron hace un mes ante el Valencia, como mínimo, sirvió para cambiar una tendencia a recibir goles indigna de un equipo de Primera División con intenciones de mantenerse. El tiempo dirá si la única tendencia positiva del Dépor de Víctor Fernández se mantiene con el paso de los partidos.